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¡Al Corral!

Antonio Poveda 30 de Junio de 2010 a las 18:06 h

Bueno, pues nada.

Ya ha terminado el curso, las clases, los exámenes, los cafés a las dos de la mañana para ver si aguanto, los inoportunos garbeos por Internet buscando “yonoseQUÉcosasuperinteresante” que se me ha ocurrido leer u hojear mientras estudio (algún día se realizarán investigaciones sobre el tiempo de estudio que quita la navegación internaútica ocasional, y es que nos interesa el zumbido de una mosca mientras estudiamos), los vistazos a las webs deportivas para ver lo que opina fulanito sobre el último partido del mundial, los madrugones, los nervios del trabajo que no me da tiempo a presentar, los préstamos de miniportátiles, etc.

Ahora ya hace calor de verdad, los pasillos están vacíos, las obras veraniegas comienzan, se (re)pintan las columnas, se prestan libros para Septiembre (¿Qué se quedarán olvidados en la mesa al irnos de vacaciones?), la tranquilidad es impactante en la facultad. En fin, hasta mediados de agosto no volverán los estudiantes a estudiar para los exámenes suspendidos, tratando de cerrar el círculo que comenzó cuando se matricularon esas asignaturas que no se sabía que iban a ser tan difíciles.

Antes llegaba Julio y todo lo que correspondía a la universidad, y a la vida cultural quedaba como paralizado. Ahora no es así. Multitud de universidades realizan cursos de verano en lugares externos a las facultades, y aun a las ciudades donde radican las mismas. Es momento de aprender de forma diferente.

Pero también de acudir a San Fermín, al Sella, a Vitoria a escuchar Jazz, a Benicassim… o al lugar que nos permitimos recomendar. Los festivales de Teatro tienen ya una larga trayectoria: Edimburgo, en Escocia (mas allá del Muro de Adriano) es un buen ejemplo.

Mañana día 1 de Julio comienza el Festival Internacional de TEATRO CLÁSICO de ALMAGRO. A un par de horas de Madrid, hacia el sur, tenemos teatro del bueno hasta el día 25. Si no queremos pasar el fin de semana allí, por lo caras que se habrán vuelto “de repente” las habitaciones (subida del IVA aparte), siempre podemos salir tempranito, comernos unas buenas berenjenas, visitar una bella ciudad manchega, ver teatro y volver. Almagro cuenta con el único Corral de Comedias del mundo que conserva su estructura original del S.XVII.

Una buena recomendación para este tórrido mes que nos espera.

  ¡Al Corral!

Gran Vía

19 de Mayo de 2010 a las 18:28 h

Conmemorar se ha convertido en un deporte de gusto para los españoles.

Hace años, el estado creo una sociedad oficial para encargarse de las conmemoraciones de ámbito estatal. A través de ella se celebraron los 400 años de la muerte de Felipe II (1998) y los 500 años del nacimiento de Carlos V (2000).

Tras estas conmemoraciones, muchas mas...

Posteriormente las demás administraciones se han apuntado al carro y han comenzado a señalar años donde se conmemora la muerte o creación de algo y alguien, y, claro esta, motivos no faltan ni faltarán.

El año pasado, entre otras asistimos a los 90 años del nacimiento del Metro de Madrid…que no digo que no sea importante, pero si se hubiera hecho dentro de 10 años (que lo volverán a hacer), más redondo les hubiera quedado.

Para el caso que nos ocupa, 2010 queda para los madrileños como el año de la conmemoración de los 100 años del inicio de la construcción de la Gran Vía, la arteria principal de la ciudad.

El sábado pasado día 15, San Isidro, y su “ayudante” en la tierra, el señor Gallardón, nos obsequiaron con una alfombra azul que cubría todo el pavimento (donde la gente se echó al suelo para saborear lo que es estar “tirado en la Gran Vía”) y tres zonas de concierto, zarzuela en la Red de San Luis, el Musical de los 40 Principales en Callao y la Movida en Plaza España.

El ayuntamiento de Madrid, dentro del proyecto de digitalización de su patrimonio, que es mucho, ha elaborado dos especiales que diseccionan la Gran Vía. Se pueden visitar en la web memoriademadrid.es y monumentamadrid.es.

Una importante labor de digitalización que da acceso a prensa y fotografías de la época, información sobre los edificios de la avenida, su historia, una visita virtual por lo que era el antiguo entramado urbano, que fue víctima de la piqueta, y en general una oportunidad para oxigenar los cargados cerebros antes de los exámenes venideros.

Antonio Poveda

  Gran Vía

Turistas

Susana Corullón 19 de Agosto de 2009 a las 11:31 h

Aunque ahora nos  parezca obvio que a todo el mundo le gusta ir de vacaciones,  eso no ha sido siempre así. Para una gran parte de la población y desde tiempos inmemoriales, viajar se consideraba como un mal necesario. La  gente se trasladaba por motivos profesionales o religiosos, pero siempre con la conciencia de las incomodidades que el viaje ocasionaba.

Los viajeros eran minoría, y sus impulsos  fundamentalmente económicos.

Los viajes de los exploradores, o  aquellos "años sabáticos" de estancias en París o Italia, con que los aristócratas remataban una educación refinada, fueron los modelos adaptados al consumo de masas, y ofrecidos después al alcance del bolsillo de la clase media.

El móvil educativo cedió con el tiempo al ocio y la diversión, y de los antiguos desplazamientos a balnearios con fines terapéuticos nos quedamos con la idea del viaje como algo bueno en sí mismo, tanto para el cuerpo, como para el espíritu.

Con la revolución industrial, una gran parte de la población se desplaza a las ciudades, donde el espacio vital se reduce. Cualquier nativo de un lugar remoto, por pobre que nos parezca tiene a su alcance placeres sencillos, como ver salir y ocultarse el sol en un amplio horizonte, o disfrutar del cielo estrellado por la noche. El ciudadano de una metrópoli del siglo XXI  puede pasar días enteros sin recibir a penas la luz del sol, y su  contacto con la naturaleza se reduce muchas veces a cuidar las macetas del balcón.

Somos el caldo de cultivo ideal para un mercado floreciente, el de los viajes de vacaciones, algo que necesitamos y nos merecemos ¿Quién lo duda?

Quizás fuera suficiente con un cambio de aires, con disfrutar de la naturaleza en un entorno tranquilo, y abandonar por un tiempo la rutina y el estrés del trabajo,  pero dedicar las vacaciones a realizar largos viajes se está extendiendo tanto, que parecen crear adicción.

Después de unas horas de avión, el viajero occidental puede experimentar en sus carnes las contradicciones del mundo globalizado. Dueño de una divisa fuerte, se siente cómodo en escenarios diseñados para emular el brillo colonial, pero al alcance de todos los bolsillos. Además, el contacto con la naturaleza virgen o con personas cuyo sencillo modo de vida hace evocar épocas pasadas, crean en el viajero la sensación de haber realizado un viaje interior en busca de otros modos de vida más auténticos.

Por si fuera poco, los organismos internacionales y los gobiernos nos presentan el turismo global como el abracadabra que va a sacar a los pueblos del subdesarrollo con el mínimo coste,  además de favorecer el conocimiento y la paz entre las naciones. Todo es  demasiado bonito.

 Igual que cuando compramos en una gran superficie, las lechugas se han adquirido al por mayor a espaldas de los agricultores locales para ser competitivas, los grandes operadores turísticos hacen lo que sea para conseguir esos buenos precios que nos encanta pagar.  La triste  realidad es que la mayor parte del dinero gastado por el turista se "fuga" del país anfitrión.

Las incipientes industrias locales nunca podrán competir con multinacionales que son dueñas de todos los eslabones de la cadena, desde la agencia de viales hasta el hotel, pasando por las compañías aéreas.

La población autóctona no suele  recibir formación especializada por estas compañías, por lo que ha de conformarse con empleos mal pagados e invisibles.

Los paisajes se degradan y se pierden las formas de vida tradicionales, sin contar con el impacto ambiental que supone la proliferación de los vuelos baratos y de los cruceros de lujo.

 Es verdad que el turismo bien llevado podría ser una industria sostenible que favoreciera el desarrollo de los pueblos de una forma respetuosa. La población de los lugares anfitriones debería tener derecho a decir "no" al turismo. Y en cuanto a los consumidores occidentales de "vacaciones al paraíso", estaría bien que tuvieran en cuenta el siguiente código de conducta:

 

" . Haga el menor número de viajes posible . Evite volar siempre que pueda . Trate a la población local como iguales . Viaje a pequeña escala y con moderación . Evite los viajes organizados, complejos hoteleros, campos de golf . Infórmese sobre el turoperador y sobre las comunidades locales..."

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