Toya Legido, Luis Castelo y Manuel Barbero, profesores de la Facultad, brindan a su Biblioteca una nueva oportunidad de exhibir varias obras de nuestra colección más exótica, dada a conocer por primera vez en la exposición "Flores de Edo: samuráis, artistas y geishas..."
Juan Carlos Cebrián (1848-1935) es el mecenas bibliófilo a quien debemos este patrimonio tan peculiar. Arquitecto e ingeniero en Estados Unidos durante varios años, se preocupa por el intercambio cultural entre ambos países: funda bibliotecas españolas en ciudades americanas (Berkeley, Stanford, San Francisco) y envía libros de difícil adquisición a instituciones culturales y educativas españolas. Una de ellas, la biblioteca de la Escuela Especial de Pintura, Escultura y Grabado, agradece tan sinceramente su filantropía que solicita para él la Orden Civil de Alfonso XII. La escuela japonesa de pintura ukiyo-e es la protagonista de esta colección, valioso conjunto de libros y grabados de los periodos Edo o Tokugawa (1603-1868) y Meiji (1868-1912).
Ukiyo-e, "imágenes del mundo flotante", término poético, deriva de la concepción budista de la existencia, efímera, ilusoria. Ukiyo- e, en esta época, adquiere un matiz hedonista. La creciente burguesía de las grandes ciudades, especialmente de la capital, Edo[1], se divierte. Ukiyo es...vivir.
"Vivir para el momento, contemplar la luna, las flores de cerezo y las hojas de arce, amar el vino, las mujeres y la poesía, enfrentarse a la pobreza que salta a la vista con una broma llena de buen humor y sin desánimo, dejarse conducir por la corriente de la vida como una calabaza que fluye río abajo: todo esto significa ukiyo".[2]
Los pintores de la escuela ukiyo-e retratan samuráis, mujeres bellas, actores de teatro kabuki, luchadores de sumo, estudios de la naturaleza... Además, innovan las técnicas del grabado e impulsan el libro impreso como forma de arte independiente.
En el Japón de entonces, la naturaleza es apreciada en cualquier estación del año por la belleza de todos los elementos, desde las montañas y los ríos al más insignificante insecto. Flores, animales y plantas son un motivo iconográfico cargado de simbolismo y de poesía, entroncado con la tradición y tratado como metáfora de celebraciones, estaciones del año o cómputo del tiempo. Cada estación va asociada a una flor; las horas del día y los años a un animal. La intención del artista ante la naturaleza no es solo demostrar su dominio de la técnica. Es, sobre todo, desvelar su misterio, extraer el espíritu del tema representado y expresar sus propios sentimientos de empatía con el entorno natural.
El shogunato Tokugawa impone una política de aislamiento prolongada. Está prohibido viajar: la curiosidad por el mundo más allá de las costas japonesas se intensifica. En el siglo XVIII, se suaviza la censura sobre las importaciones, y estampas baratas empiezan a mostrar el curioso cargamento de los buques: elefantes, faisanes, papagayos, animales desconocidos hasta entonces. Así, durante la época Edo, se pone de moda la cría de animales exóticos, muchos importados de China (aves raras de vistoso plumaje, insectos, peces). Las casas de té los exhiben como atracción, puesto que su elevado precio no está al alcance del ciudadano normal.
El amor a la naturaleza, tan ensalzado en la poesía y tan enraizado en la tradición china y japonesa, da lugar a un género artístico, kachôga, "representaciones de pájaros y flores", aunque también incluye insectos, peces, reptiles y otros animales.
El kachôga se desarrolla desde los comienzos de la escuela ukiyo-e, a pesar del rechazo de sus primeros artistas a la estética heredada. Y en el siglo XIX, nuevas influencias procedentes de China y Occidente revitalizan este género artístico tradicional dándole un tratamiento innovador que le permite imponerse como tema autónomo, de la mano de artistas tan brillantes como Hokusai, Hiroshige o Kôno Bairei.
En la colección de grabados de la Biblioteca de la Facultad de Bellas Artes, casi 800 xilografías encuadernadas en orihon[3]- son escasísimas las representaciones de animales y siempre aparecen como fondo de la composición de episodios históricos, literarios o legendarios. Son imágenes cargadas de connotaciones culturales conocidas por el espectador al que van dirigidas para su disfrute; un juego de ingenio evocador del acervo poético y artístico del público.
Por el contrario, el tema de los animales como protagonistas está ampliamente representado en nuestra colección de libros: de los treinta libros que conservamos, de variadas escuelas y amplia cronología, once tienen imágenes de animales. Se enmarcan, sobre todo, en los géneros kachôga (pájaros y flores) o libros gafu (métodos de dibujo).
El formato de los libros (hanshibon[4] , hanshi makurabon[5]), la finura del papel washi[6] y la encuadernación (orihon, fukurotoji[7]) suponen un notable condicionante que limita la composición de la obra y que los artistas salvan con maestría.
De Kôno Bairei, uno de los ilustradores modernos más famosos de Japón, conservamos varios volúmenes de kachôga (J-B/16, J-B/12, JE/1), dos de los cuales forman parte de su obra "Cien dibujos de pájaros de Bairei", editada en 1881 y enormemente apreciada por los coleccionistas europeos de principios de siglo.
El libro de Katsushika Tsunesai titulado Kâcho sansui zushiki, "Colección de imágenes de paisaje: flor, pájaro, montaña, río", (JE/2-2) es un repertorio de dibujos pensados como herramientas de diseño para artesanos y comerciantes, sin excluir a veces la finalidad de ser un regalo de buen gusto para ser adquirido por un público refinado.
Entre los libros gafu de nuestra colección debemos destacar como más valiosos los cuatro ejemplares de Hokusai Manga (1876), tres de los cuales (JC/13-4, J-C/13-6, J-C/13-7) están dedicados a la representación de animales.
Katsushika Hokusai, personaje extravagante y prolífico -se le atribuyen más de treinta mil obras- es uno de los artistas de la escuela de ukiyo-e más conocidos fuera de Japón. El término manga, que ha pasado a designar al cómic japonés, significa "bocetos fortuitos", un vasto repertorio de dibujos sin orden ni coherencia cuyo origen parece venir de los realizados por Hokusai durante su estancia en casa de un amigo, el artista Gekkotei Bokusen. Él es quien convence a Hokusai para que los publique como manual para estudiantes de arte. La fama de estos manga, verdadera enciclopedia de imágenes realistas o fantásticas, libres de todo convencionalismo, trasciende Japón y en Europa son reproducidas litográficamente, influyendo de forma decisiva en los artistas de las vanguardias.
De Takizawa Kiyoshi nuestra biblioteca conserva dos curiosos libros gafu, realizados en 1880, que forman parte de una obra en cinco volúmenes dedicada a toda la naturaleza: montañas, ríos, flores, animales y seres humanos. El primero son dibujos de animales marinos (J-C/14-2) y el segundo (J-C/16) de pájaros y flores. El título de la obra: "Dibujos de dragón escondido", además de sugerente, es reflejo de la idiosincrasia de este representante de la escuela naturalista que considera la naturaleza como única maestra y se esfuerza por captar el "dragón", el misterioso secreto que guarda celosamente el mundo animado e inanimado.
Finalizo esta breve presentación con la significativa confesión de Hokusai en los últimos años de su vida: "A la edad de sesenta y tres, llegué a comprender finalmente algo de la verdadera cualidad de los pájaros, los animales, los insectos, los pescados, así como la naturaleza vital de las hierbas y los árboles". Sabia, profunda enseñanza, que los animales del 'mundo flotante' de la biblioteca de la Facultad de Bellas Artes se sienten orgullosos de difundir.
Bibliografía:
-Cerezos, lirios, crisantemos y pinos: la belleza de las estaciones en el arte japonés: Colección de Arte Oriental Federico Torralba. (Exposición, Centro Joaquín Roncal, Fundación CAI-ASC Zaragoza, del 11 de julio al 14 de agosto de 2008). Comisarios, Elena Barlés Báguena, David Almazán Tomás. Zaragoza: Fundación Torralba-Fortún, 2008.
-Flores de Edo: samuráis, artistas y geishas: grabados y libros japoneses de la Biblioteca de la Facultad de Bellas Artes: patrimonio bibliográfico de la Universidad Complutense de Madrid. (Exposición, 4 de noviembre de 2004 - 10 de enero de 2005, Biblioteca Histórica Marqués de Valdecilla. Comisario, Sergio Navarro Polo; comisaria adjunta Ángeles Vian Herrero. Madrid: Publicaciones de la Universidad Complutense, Vicerrectorado de Extensión y Difusión de la Cultura, 2004.
-Fahr-Becker, Gabriele (ed.). Grabados japoneses. Colonia, Madrid: Taschen, 2002.
-Lumbreras Manzano, Susana. Catálogo de libros y estampas japonesas de la Biblioteca de la Facultad de Bellas Artes de Madrid. Madrid: Universidad Complutense, 1996.
[1] Edo, actual Tokio.
[2] Ukiyo monogatari ("Historia del mundo flotante"), novela escrita por Asai Ryoi en 1661.
[3]Orihon: encuadernación de las hojas dobladas hacia adentro y pegadas por los lados derecho e izquierdo, presentando aspecto de acordeón.
[4] Hanshibon: formato de 23 cm. x 16 cm.
[5] Hanshi makurabon: formato de 12 cm x 16 cm.
[6] Washi, papel tradicional japonés fabricado a mano con fibras vegetales.
[7] Fukurotoji: encuadernación que une dos páginas impresas en la misma plancha y en la misma hoja de papel, que luego es doblada por el centro, quedando la cara no impresa en el interior. La finura del papel washi no permitía la impresión por ambas caras.
(*) Texto incluido en el catálogo de la exposición Zoologías: la imagen del animal en los fondos históricos de la UCM y su reinterpretación artística por el grupo de investigación Arte, Ciencia y Naturaleza, inaugurada el 24 de febrero de 2012 en el Centro de Arte Complutense (CarteC).
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[Poner comentario] Los animales de nuestro "mundo flotante" (*)