No corren buenos tiempos para la pasión. En un mundo que se afirma orgullosamente hedonista y en el que algunas censuras se han venido abajo, habrá quien piense que la pasión debe de estar en alza. Yo no lo creo. Ciertos ingredientes básicos de nuestra realidad lo ponen difícil: un narcisismo que nos jalea a ocuparnos, como es natural, básicamente de nuestro propio placer; una racionalidad pragmática y calculadora que identifica lo razonable con lo personalmente provechoso; un miedo paralizante al fracaso... Nada de esto fomenta precisamente las pasiones desatadas. Al menos, en su paradigmática versión de pasiones amorosas.
"Todo esto, y mucho más. Y, sin embargo, tú no me amas,
¡Y nunca me amarás! El amor no depende de nuestra voluntad.
Y tampoco puedo culparte, aunque mi destino sea
Seguir amándote intensa, equivocada, vanamente."
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