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Un grito de amor

José Manuel Lucía Megías 17 de Septiembre de 2010 a las 22:31 h

"Aquella noche me desperté llorando. Como siempre. Ni siquiera sabía si estaba triste. Junto con las lágrimas, mis emociones se habían ido deslizando hacia alguna parte. Absorto, permanecí un rato en el futón hasta que se acercó mi madre y me dijo: ‘Es hora de levantarse'".

Así comienza la novela Un grito de amor desde el centro del mundo, el último éxito del novelista japonés Kyoichi Katayama, una de las novelas del año pasado en Japón y más allá de sus fronteras si tenemos en cuenta las reediciones que se han realizado allí donde se han publicado. Katayama cuenta una trágica historia de adolescentes, pero ¿realmente destinada a adolescentes? Es cierto que la novela ha tenido un gran éxito entre los jóvenes japoneses, con más de dos millones de copias vendidas. Pero en España ni la editorial que lo ha publicado (Alfaguara) ni la colección donde ha visto la luz busca en absoluto este público adolescente, que se vería reflejado en los sufrimientos, en los pensamientos, en los sueños y en las desilusiones que se desbordan en sus páginas. Todo lo contrario. Es una novela de esas que atrapan, de esas que hay que leer lentamente, saboreando cada una de las palabras, cada una de las páginas. No es una novela para devorar en las interminables esperas de los aeropuertos o entre los avisos de paradas del metro o del tren. Es una novela para leer en el más apetecible silencio, dejándose llevar por un ritmo que nos remansa, que nos traslada a otra cultura, por más que reconozcamos en sus paisajes y en sus costumbres muchos de los tópicos de nuestra sociedad occidental. Todo es diferente en Japón. Todo debe ser diferente en Japón según lo expresan sus autores, según son capaces de conectar con su público.

 

    "Aquella noche me desperté llorando...". Así comienza la novela y así comienza un viaje, que llevará al joven protagonista, al narrador, Sakutarô, a Australia, a un viaje de sueños y de esperanzas... ¿Cómo seguir viviendo cuando desaparece un ser querido, ese que el destino nos había elegido para compartir nuestra vida? ¿Cómo llenar ese vacío, esa vida que habíamos imaginado siendo jóvenes y que se había llenado ya de recuerdos en tantos sueños adolescentes? ¿Cómo es posible vivir después de la muerte? Y a estas preguntas se da respuesta en esta novela, en boca de un ingenioso e inquieto adolescente que ve derrumbarse su mundo con el paso inexorable de la enfermedad y de la muerte.

Pero no es la disección de la muerte y de sus consecuencias lo que le interesa narrar a Katayama... esa es más bien la excusa: su tema va por otros derroteros: el amor, sin duda; y sobre todo, el amor eterno. Ese amor que no se busca, que no se puede encontrar de casualidad, sino ese otro, el amor verdadero, el que te encuentra él, el que surge en una mirada... Francesca y Paolo dejaron de leer el libro de "Lanzarote del Lago" en el momento en que se narra el primer beso entre el mejor caballero andante del mundo y la reina Ginebra. No siguieron la lectura, como así lo recuerda Dante en el canto V de su "Infierno" porque los besos sustituyeron a la lectura. La realidad, la de Francesca y Paolo, como reflejo de amores ideales, como los de Lanzarote y Ginebra.

En nuestra novela, Sakutarô y Aki son compañeros de clase en el instituto. Comparten aficiones y afectos... pero sus labios sólo sellarán un amor eterno cuando contemplen las cenizas de la mujer a la que amó en su vida el abuelo de Sakutarô, cenizas que la noche anterior había robado para así poder mezclarlas con las de su abuelo en el momento de su muerte. Lo que la vida no había conseguido unir sí lo terminaría por hacer la muerte. Ante esta visión, en forma de muerte, de un gran amor, sus labios se juntaron. Y este espejo será el de su propia historia. Y las relaciones, y las continuas líneas de contacto entre las diferentes historias narradas, los recuerdos evocados por Sakutarô a lo largo de la novela podrían multiplicarse. Porque, en su aparente sencillez, que hace que sea una lectura apropiada para millones de jóvenes, la novela de Katamaya esconde una compleja maquinaría literaria, en que todas las palabras, todas las historias, hasta las más anecdóticas están puestas con una finalidad. Una verdadera joya. Una complejo y perfecto mecanismo de relojería narrativa. Por este motivo "Un grito de amor desde el centro del mundo" ha de leerse saboreándola, como un manjar que se pierde en un gran plato en medio de la mesa, pero que cada bocado esconde una sorpresa, un nuevo sabor jamás sentido y degustado con anterioridad. ¡Chapó, que diría el clásico!

 

Sinololeonolocreo: Somos conscientes de que esta obra ha sido reseñada anteriormente en nuestro blog. Pero la presente reseña la recibimos hace bastantes meses junto con muchas otras y no nos dimos cuenta de la "duplicación" hasta hace unos días. No obstante, como hemos hecho en alguna otra ocasión, la incluimos como testimonio de una visión diferente.

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