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Biblioteca de la Universidad Complutense de Madrid

Jueves, 21 de noviembre de 2024

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Artículos de: Campoamor Stursberg, Rutwig

Adeste fideles: la ciencia ficción y la religión

En los turbulentos tiempos que nos toca vivir, donde el sentido común va cediendo lenta pero progresivamente ante el oscurantismo de falsas mixtificaciones de un pasado bucólico y cultos emergentes que se pretenden basados en la ciencia (esto es, cuando el propio principio científico, falseado o manipulado, inevitablemente se pervierte en una letanía litúrgica), merece la pena indagar el papel que la ciencia ficción ha jugado en el tratamiento de los temas religiosos, al margen de los credos y confesiones particulares. A primera vista, la ciencia ficción y las cuestiones religiosas o místicas parecen términos antitéticos, al menos si tenemos en mente las obras con un contenido técnico o científico considerable. No obstante, la proximidad es mayor de lo que pueda sospecharse a primera vista, y la cantidad de obras que tocan el tema, de modo central o tangencial, es muy abundante. El mito del "astronauta antiguo" se remonta a los orígenes de la historia escrita, y no falta quién le ha dado una interpretación mística, justificando de este modo la aparición de los diferentes credos.[1] Textos tan antiguos como el mito de Gilgamesh o las escrituras sagradas del hinduismo sugieren (con una dote no desdeñable de imaginación) una intervención externa a nuestra especie, que hubiese dado lugar a los mitos divinos. La eclosión del fenómeno OVNI, por su parte, ha revitalizado estos mitos, proporcionando nuevos escenarios para estas hipotéticas visitas de emisarios del cosmos. Desde una perspectiva científica, destacados autores como el famoso astrónomo Camille Flammarion trataron de reconciliar el progreso científico (fundamentalmente durante el siglo XIX) con las creencias religiosas, proporcionando de este modo una primera motivación para la literatura de ciencia ficción.



[1] Dos de los autores más conocidos (y polémicos) en este contexto son Erich von Däniken y Salvador Freixedo, ambos contumaces paladines de la hipótesis de una exégesis extraterrestre y su intervención en nuestra evolución y cultura.

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A las puertas del misterio: el detective en la ciencia ficción

Por regla general, es difícil trazar la línea que separa una novela de suspense del mero relato perteneciente al género detectivesco, al menos en lo que se refiere a obras escritas con unos mínimos estándares de calidad. De la misma forma, no resulta obvio separar el relato de ciencia ficción con elementos de suspense del relato de aventuras o, incluso, del relato de horror. La línea divisoria que generalmente se establece es por tanto muy tenue, y no siempre resulta fácil dilucidar con acierto si una obra pertenece más a un género que a otro. Mientras la buena ciencia ficción se distingue por sus ideas innovadoras, que suelen constituir el núcleo alrededor del cual se desarrolla la narración, el género detectivesco se centra más en la caracterización de los personajes o en la acción propiamente dicha, dejando de lado cuestiones de índole filosófica o especulativa. Los grandes clásicos de la novela de detectives son muy fáciles de identificar, tanto por su contexto social como histórico, y raramente ofrecen dudas sobre su clasificación. La ciencia ficción, por el contrario, se enfrenta al dilema de no estar netamente definida, y multitud de obras no son plenamente clasificables dentro de los subgéneros que se asocian con ella. El caso de la combinación ciencia ficción y novela de misterio o detectives es especialmente sensible, y durante mucho tiempo se ha debatido si ambos géneros admiten una intersección no trivial. Por razones históricas, los primeros intentos de extrapolar un género al otro fueron abordados por autores de novelas de misterio o aventuras, que pretendían ensayar sus capacidades en un nuevo tipo de literatura.  

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Sicut societas sic ius: el burocratismo en la ciencia ficción

¿Quién no se ha visto, a lo largo de la vida, enfrentado en uno u otro momento al implacable, inmovilista, incomprensible y a la par genuinamente kafkiano aparato burocrático? Una vieja máxima, en ocasiones esgrimida por los anquilosados e imperturbables representantes de tan distinguida profesión, reza que "la fortaleza del aparato burocrático se mide por su capacidad para denegar los medios a quienes los solicitan", lo que puede considerarse una magnífica caracterización, aunque deje de lado algunas de las propiedades intrínsecas del sistema, como la existencia de multitud de normativas contradictorias y en ocasiones mutuamente excluyentes, así como su inextinguible afán por dilapidar recursos en infinitos trámites ocasionalmente absurdos y accesorios, rechazando con contundencia cualquier variante, mejora o innovación que pueda agilizar u optimizar el procedimiento, cuestionando de esta forma la sacrosanta e inviolable naturaleza de la normativa oficial, por ineficiente que ésta resulte, y elevando la burocracia al nivel de un culto sagrado al que todo ser viviente debe postrarse en señal de su devoción.  

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Tecnología, naturismo y maltusianismo: la angustia ecológica en la ciencia ficción

Entre las muchas disciplinas científicas tratadas con mayor o menor rigor en la literatura de ciencia ficción, pocas pasan generalmente tan desapercibidas como la ecología. Aunque forman parte indisoluble de la trama, sea en el contexto de una expedición a un exótico planeta, o de las degradadas condiciones sociales de una civilización en declive, las condiciones medioambientales rara vez son el objeto principal en la narración, si se exceptúan aquellas obras centradas en denunciar la indiscriminada destrucción del biotopo o la creación de colonias humanas en el espacio, que requieren una severa modificación de los parámetros atmosféricos. Si bien la noción ecológica está tradicionalmente asociada a la conservación de la flora y fauna, se trata asimismo de un problema social, dado que fenómenos como la superpoblación o la llamada contaminación informativa juegan un papel relevante en el equilibrio de los grupos sociales y su relación con las demás especies. En el marco de la ciencia ficción, la noción ecológica está generalmente limitada a la descripción de seres extraterrestres (usualmente de apariencia desagradable) o a un rápido inventario de las condiciones climatológicas de la región o planeta donde se desarrolla la historia, sin tener en cuenta que ambos conceptos están estrechamente relacionados.   

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Aut neca aut necare: saturación tecnológica en la ciencia ficción

El desarrollo tecnológico y sus incesantes injerencias en el desarrollo cotidiano han pasado, en mayor o menor medida, de constituir un respiro con respecto a la anquilosada maquinaria administrativa de nuestro pasado a ser un implacable mecanismo de control y sometimiento del individuo, hasta límites en ocasiones intolerables. Caben pocas dudas respecto a la inversión progresiva de los papeles, habiéndose consumado la transformación de una tecnología al servicio de la humanidad a una humanidad que se pretende que esté al servicio de la tecnología. El despropósito de tal idea, pese a su gravedad, pasa desapercibido para el ciudadano medio, convenientemente distraído mediante una hábil combinación de propaganda repetitiva, actividades de entretenimiento y medios de difusión programados como anestésico del intelecto. En este sentido, la tecnología ha dejado de estar controlada por quienes la entienden, los técnicos, para convertirse en una herramienta de presión guiada por los mezquinos intereses de una banda de necios.    

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Tempus fugit: el viaje en el tiempo y la fantasía científica

Cuantos ríos de tinta, en su mayoría completamente estériles, se han vertido a lo largo de la historia para tratar de dar una explicación filosófica, psicológica o puramente física del tiempo, una noción etérea y escurridiza donde las haya, aparentemente sujeta a la percepción subjetiva del individuo, cuya existencia condiciona al ritmo de su estado de ánimo, y para la cual ni tan siquiera su medición exacta, como establecen las teorías relativistas, puede considerarse absoluta. Pocos conceptos han sido discutidos desde tantos puntos de vista, desde puramente científicos a morales y filosóficos, sin que se haya llegado a una conclusión medianamente concluyente sobre su existencia objetiva. ¿El tiempo existe porque es mensurable (aunque sea de forma relativa), o es mensurable porque existe? De la plétora de preguntas cruciales que se plantean en torno al concepto del tiempo se infiere, de forma natural, uno de los elementos característicos más populares y, simultáneamente, más polémicos en la ciencia ficción: el viaje en el tiempo. Por una parte, proporciona un contexto adecuado para las digresiones utópicas o distópicas, así como para toda suerte de experimentos ucrónicos. El viaje en el tiempo sintetiza la materialización de un deseo reprimido de corregir nuestra propia existencia, enmendando bien decisiones incorrectas o desarrollos que no han acabado de proporcionar los resultados apetecidos, con la esperanza de optimizar nuestros logros existenciales. A una escala más ambiciosa, condensa la enfermiza obsesión por reconfigurar la historia, para que sea compatible con unos patrones de conducta social generalmente pasajeros y sintomáticos del acusado y agotado entendimiento de las sociedades tecnológicas.  

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Poenitentiam agite: plagas devastadoras en la ciencia ficción

Los infortunios de naturaleza apocalíptica que azotan a la humanidad han sido siempre uno de los recursos favoritos entre los cronistas con aspiraciones mesiánicas, a través de todas las épocas, todas las culturas y todos los géneros literarios. Desde las plagas bíblicas a las crónicas de las calamidades medievales y las disquisiciones filosóficas, los desastres naturales son siempre, según los autores de estos textos, la consecuencia de la laxa conciencia de la población, que no atiende a los doctos e intachables preceptos de una selecta élite religiosa, militar o política, cuya intención y sagrada misión es velar por el bien del común mortal, completamente desamparado sin el permanente auxilio de sus altruistas veladores.  

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Entre el cero y el infinito: digresiones matemáticas en la ciencia ficción

Aunque generalmente se trate de un fenómeno que pase desapercibido, la producción de relatos y novelas de ciencia ficción que exhiben algún ingrediente serio de naturaleza matemática (real, distorsionada o completamente ficticia) es más numerosa de lo que pueda parecer a primera vista.

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Cien años de robótica en la Ciencia Ficción

Para el aficionado incondicional a la ciencia ficción, el año 1920 destaca especialmente entre las efemérides asociadas al género, al marcar el centenario del nacimiento de Isaac Asimov, una de las figuras que han tenido mayor repercusión, difusión e influencia en la literatura de ciencia ficción.[1] En este contexto, el nombre de Asimov se asocia de forma natural con una de las corrientes más características de la literatura de anticipación, los robots. Aunque la idea de entes mecánicos o mecanizados es anterior a Asimov y a la propia ciencia ficción,[2] le corresponde a él el mérito de haber conferido a la noción de robot una relevancia literaria y técnica propias, a la vez de intentar sistematizar e incluso proponer pautas de comportamiento que, en un futuro indeterminado, pudiesen servir como base de una programación eficiente y segura de máquinas autónomas dotadas de una capacidad de aprendizaje y asimilación. El desarrollo del "cerebro positrónico" es la materialización física del deseo de un intelecto artificial con todas las características creativas e intelectuales humanas, pero desprovisto de sus vicios y defectos, que son rigurosamente descartados mediante la aplicación de tres leyes, que forman el decálogo de la psicología robótica.  



[1] Mencionamos que es también el centenario de otros autores de primera línea como Ray Bradbury, Daniel Galouye, Sam Moskowitz o Frank Herbert, entre otros. 

[2] Ya los mitos griegos incluyen criaturas artificiales que podrían considerarse como robots. Como ejemplos más modernos cabe citar el famoso autómata de San Alberto Magno o el tétrico Golem del Rabbi Löw.

 

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De la biología a la estadística: ¿es la psicohistoria una ciencia emergente?

Nacida como un recurso en apariencia secundario para legitimar la trama de una serie de relatos cortos aparecidos entre 1942 y 1950 en la revista Astounding Magazine[1] y compilados en forma de libro en la trilogía de Fundación, la psicohistoria de Asimov ha ido adquiriendo relevancia progresivamente hasta convertirse en la seña de identidad más visible e importante del ciclo y, en parte, de la obra asimoviana. Después de un lapso de varias décadas, Asimov retoma la temática y añade al ciclo las novelas Los límites de la Fundación (1982), Fundación y Tierra (1986), así como las precuelas Preludio a la Fundación (1988) y Hacia la Fundación (1993), que son las más relevantes, junto a la trilogía original, en lo que concierne a la descripción y evolución de la psicohistoria. La trilogía autorizada aparecida después del deceso de Asimov, formada por las novelas El temor de la Fundación (1997), escrita por Gregory Benford, Fundación y Caos (1998) de Greg Bear y El triunfo de la Fundación (1999) de David Brin, nos proporciona una gran cantidad de anécdotas adicionales sobre las dificultades de implementación y desarrollo de la disciplina psicohistórica, pero desgraciadamente no proporcionan ninguna información de utilidad que nos permitan analizar y sintetizar las propiedades esenciales y características de la psicohistoria.


[1] Revista que posteriormente pasaría a llamarse Analog Science Fiction and Fact a partir del número de febrero de 1960,  siendo actualmente editada por Dell Magazines.

 

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Luces y sombras de la fantasía científica soviética III: De un aperturismo esperanzador a un nuevo aislamiento

En esta tercera y última entrega sobre la ciencia ficción soviética, nos centramos en el llamado período de renovación, que comienza oficialmente en 1957 con la publicación de La Nebulosa de Andrómeda de Efremov y continúa hasta mediados los años 1970, momento en el cual vuelve a producirse un retroceso y un aislamiento que durará hasta la muerte de Brezhnev en 1982. Aunque las razones para esta ralentización no son unánimes, sí existen al menos algunas características genéricas innegables, asociadas a la permanente hesitación entre hacer concesiones al liberalismo occidental (como es el caso de la R. P. China) o un retorno no disimulado a los postulados estalinistas, sobre todo tras la revuelta en Praga en 1968. En el ámbito de la ciencia ficción, el deceso de Ivan A. Efremov e Ilya I. Varshavski, dos de los principales impulsores de la fantasía científica moderna en la URSS, profundizan si cabe la regresión a lo largo de los años setenta. El cierre o la depuración de las editoriales especializadas en la ciencia ficción y el aumento injustificado de una censura editorial, capitaneada por algunos autores de la vieja guardia, aumentan la frustración hasta el punto de que algunos de los más notables escritores deciden abandonar el género.

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Luces y sombras de la fantasía científica soviética II: de la guerra patria al deshielo de 1956

En esta segunda entrega dedicada a la ciencia ficción soviética, analizamos algunas de las obras y autores destacados publicados entre 1937 y 1956. La primera de las fechas marca el apogeo de la hegemonía estalinista, mientras la segunda se caracteriza por una tímida y efímera apertura del sistema, debida fundamentalmente a las tortuosas luchas y depuraciones llevadas a cabo después del deceso de Stalin. En términos generales, las décadas de 1930-1950 se caracterizan principalmente por la extirpación violenta de la disidencia, para cuyos fines la Gran Guerra Patria y el posterior establecimiento de la confrontación con Occidente fueron de gran ayuda. La otra característica es el finalmente fallido intento de uniformización total y un extendido hermetismo basado en una progresiva desconfianza mutua, que supone una sublime materialización moderna de la máxima romana divide et impera. Abandonada ya la época de la utopía, la literatura de ciencia ficción se vuelca, al menos de forma oficial, en una vía de educación, formación técnica y de exaltación de los logros que la construcción del socialismo habrá de aportar, moralmente sustentada por la victoria soviética en la II Guerra Mundial y el impresionante desarrollo científico e industrial que la sigue. La industrialización del país, defendida ya en tiempos de la Revolución, constituye la primera y principal obsesión del Estado, y será esgrimida como el principal estandarte ideológico hasta la época en que sea reemplazado por la carrera y conquista espaciales

 

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Luces y sombras de la fantasía científica soviética I: De la rusia zarista a la Gran Purga

Cuando se han cumplido recientemente los cien años de la llamada Revolución de Octubre, sobre la que tanto se ha escrito y disputado, parece adecuado aprovechar la ocasión para hablar, aunque sea brevemente, acerca de la literatura de ciencia ficción soviética, enorme en cuanto a producción se refiere, pero a la par escasamente conocida y editada en el ámbito occidental. No pretendemos en absoluto discurrir sesudamente sobre la génesis y evolución de la llamada fantasía científica soviética, así como de sus connotaciones filosóficas, políticas o sociológicas, tarea que por otra parte sería inmensa, y para lo cual existen ya profundos tratados y multitud de monografías específicas,[1] sino tan sólo indicar a grandes rasgos las tres principales etapas en las que puede dividirse, netamente diferenciadas por sus motivaciones, credibilidad científica y nivel de introspección. Reivindicamos asimismo algunos autores y obras que, por una u otra razón, siguen siendo mayoritariamente desconocidos por el aficionado a la ciencia ficción, pese a su calidad o relevancia en el género. Esta primera fase, que constituye el objetivo de la presente reflexión, sería la correspondiente a la transición de la literatura rusa de tipo fantástico a la ciencia ficción soviética propiamente dicha. En términos cronológicos, esta primera época finalizaría en 1937, año en el que turbulentos acontecimientos obligarían a los autores de ciencia ficción soviéticos verdaderamente creativos a permanecer en un estado de latencia que duraría más de una década.



[1] Véase el estudio crítico de Britikov citado en la nota 6, así como aquellos contenidos en la biliografía.

 

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La gran disciplina ausente en la literatura de ciencia ficción: la química

Es incuestionable que, al margen de las leyes físicas cuyos efectos todo el mundo experimenta en su quehacer diario, aunque sea de manera subliminal e inconsciente, la química juega un papel igualmente central y relevante, que determina el desarrollo o colapso económico e industrial de los diferentes países, así como marca el bienestar o la miseria material de la  población. Desde las industrias textil y alimenticia, pasando por los fertilizantes usados en la agricultura, la petroquímica, la metalurgia, los polímeros y otros materiales sintéticos, hasta los cosméticos, perfumes y fármacos, prácticamente cualquier sustancia que manipulamos diariamente está íntimamente ligada a la química. El llamado progreso, al margen de otras innovaciones sociales, se basa fundamentalmente en la eclosión decimonónica de la industria química, con todas las connotaciones negativas que dicho desarrollo nos ha legado, de las cuales la más importante es la contaminación medioambiental, un problema probablemente irresoluble debido a sus laberínticas implicaciones políticas y financieras, así como a las contradicciones éticas tan características del antropocentrismo. Todo ello convierte a la química en una disciplina ambivalente, fascinante para unos y minusvalorada e incluso despreciada por otros, aunque indispensable para la subsistencia de todos, o bien, en un contexto más frívolo, para la fabricación, mantenimiento y desarrollo de dispositivos de distracción masiva publicitados como irrenunciables para la realización personal. Ante esta indispensabilidad de la química en la sociedad contemporánea, resulta chocante, o cuanto menos llamativo, que la representación de esta ciencia en la literatura de ciencia-ficción sea, al menos desde el punto de vista formal, sumamente escasa.[1]



[1] No tratamos aquí su impacto en medios audiovisuales, que puede analizarse en la obra de Stocker citada al final.

 

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Computadoras en la ciencia ficción: por qué la CF no pudo predecir los ordenadores personales

En una era donde nuestra existencia como individuos depende esencialmente (para bien y para mal) de la computación,  la progresiva automatización de procesos y el crecimiento imparable de las redes de comunicación, resulta difícil recordar que, tan sólo un par de décadas atrás, la mayoría de los artilugios y aparatos que son ahora de uso plenamente cotidiano constituían el objeto de películas futuristas o quimeras tecnológicas, cuando no eran instituidos como entes de culto de un reducido grupo de personas aquejadas del trastorno de personalidad antisocial. Si bien a mediados de los años 1980 el ordenador ya era objeto de especulación por parte de los creadores del cyberpunk (Neuromancer de W. Gibson, 1984), todavía no constituía, al menos entre el público general, el objeto de reverencia y adoración que es hoy, sin el cual la supervivencia es virtualmente inimaginable, so pena de aislarse en el oscurantismo pretecnológico. La propagación imparable de los descendientes del ordenador personal tradicional, entre los que se cuentan los portátiles de tamaño ultrareducido, los reproductores de imágenes y sonidos y otros artefactos de bolsillo, pueden llevarnos a la equívoca creencia de que la existencia del ordenador (no los gigantescos cerebros electrónicos de la industria y organismos gubernamentales) fue una consecuencia lógica y natural en la literatura de anticipación. No obstante, nada más lejos de la realidad: el ordenador personal, constituyendo uno de los dispositivos esenciales en la rutina diaria de multitud de ciudadanos y sostén del sistema comercial y administrativo, es probablemente el más sonado fracaso de predicción en la historia de la ciencia ficción.  

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