Corría el año 2055, y el mundo ya no era lo que había sido. Las facultades, esos lugares donde antes las mentes jóvenes buscaban su futuro, se habían convertido en enormes granjas de servidores. Gigantes de metal que parecían templos vacíos dedicados a la memoria digital. Ya no había aulas, ni bibliotecas; solo pasillos fríos repletos de máquinas, conectadas en red, ocupando cada espacio donde antes hubo risas y murmullos.
[Seguir leyendo] UCM 2055