Ahora corría campo a través. La mochila le golpeaba rítmicamente en la espalda y le asaltaban incómodos pensamientos sobre la posible inutilidad de haberla llevado. Los libros eran viejos y tal vez no supiera usarlos.
El sol se hallaba alto, casi en el cenit, y la sombra que arrojaba su cuerpo en movimiento era más bien escasa. Prácticamente no había árboles, sólo una vegetación pobre compuesta en su mayor parte de arbustos. No había sombras a su alcance. Control de clima había elegido un día sin nubes, y su cuerpo desacostumbrado se hallaba sometido a la inclemencia de un calor que le resultaba muy poco habitual. Sudaba.
Un cuerpo joven, ágil y en forma corriendo sin dificultad. Todavía sin excesivos sofocos.
[Seguir leyendo] Doy y recibo