El descubrimiento del viaje en el tiempo fue puro azar, un resultado inesperado de una investigación encaminada a enviar grandes cantidades de energía sin necesidad de más soporte físico que el aire. La idea surgió, como otras muchas, en una tormenta de ideas lanzadas a través de vaporosas nubes alcohólicas, mezcla de cerveza y bourbon, a la salida de una poco productiva jornada en el laboratorio nacional de física experimental dependiente del ministerio del ejército.
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