En respuesta a la solicitud del senador, estuve de acuerdo en que nos reuniéramos en un lugar apartado. Él propuso una casa de campo cerca de Williamsburg. Mi abogado y yo llegamos a las tres de la tarde de un nublado día de diciembre. Inmediatamente reconocí a las dos influyentes congresistas que ya estaban allí. Después de presentarnos y quejarnos brevemente de un invierno extremadamente frío, todos pasamos a una pequeña sala con chimenea. Nos sentamos alrededor de una mesa de café que tenía un cisne de cristal en el centro.
[Seguir leyendo] La soledad alemana