Sentada dentro de la caja, la multitud esperaba ansiosa. Muy pronto algún pseudolíder les hablaría, y ellos quedarían extasiados. Luego, se levantarían y alzarían a quienquiera que les hubiera hablado, como una procesión violenta de santos.
Escuchaba los bombos, los gritos desenfrenados. Querían que se les hablara ya, querían revuelo. Querían adrenalina, querían guerra. No importaba qué querían, cuando el pseudolíder hablara iba a haber violencia, iba a haber un apoyo desenfrenado hacia él, tampoco importaba lo que él les dijera. Y el pseudolíder entra.
[Seguir leyendo] La caja