Notó la sombra del niño que corría en círculos, a lo mejor volaba un avión de juguete. Lo seguía en un frenesí, bordeaba las paredes, se acercaba, se alejaba. Antonio se sentó a la mesa y puso sobre ella el plato de fideos. El pequeño se ubicó frente a él, su figura había crecido, no jugaba más; ahora era el hijo que se acercaba a la hombría. Antonio estiró la mano para alcanzar la suya, pero el hijo-sombra se desvaneció.
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