El Doctor Steiner avanzaba, intentando darse prisa, por el largo pasillo blanco del complejo de laboratorios. Lo habían llamado con urgencia del laboratorio 009 mientras esperaba a que se enfriase la taza de café de máquina que acababa de comprar (bastante malo, todo sea dicho; tres siglos después de las primeras máquinas de café no eran suficientes para mejorar el producto, por lo visto), e intentaba llevarlo consigo lo más rápido posible sin que se derramase, pues no tenía ninguna intención de tirarlo o de dejarlo en cualquier mesa de la cafetería. Siempre que había hecho algo así, el café había desaparecido a su vuelta. Y esta vez no iba a pasar. De ninguna manera.
[Seguir leyendo] Deus ex machina