El gigantesco ser reptó sobre sus seis patas camino de la tribuna.
Para él, suponía una gran responsabilidad representar a su especie en esta convención; ya que de las decisiones aquí tomadas, dependía el reparto de los futuros beneficios obtenidos en las nuevas zonas estelares.
La "sociedad galáctica", formada por los seres más cualificados y pioneros en la carrera espacial, discutía hoy quienes serían los encargados de explorar el sector Z-4.
Mientras erguía la gran mole, en la que consistía su cuerpo, Detritus (embajador de los Targos), pensaba para sus adentros si le debía más a los genes de los hombres, o a los del tardígrado, el hecho de que los suyos hubieran llegado tan lejos en la conquista del universo. No en vano podían hibernar cientos de años bajo unas condiciones que hubieran sido letales para los humanos originales, de los que heredaron el cerebro.
Finalmente se agarró al estrado, desparramó su panza en el mismo, y colocándose sus diminutas lentes comenzó el discurso:
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