La Organización Mundial de la Salud estima que casi 11 millones de personas al año sufren quemaduras que requieren atención médica. La técnica más habitual para restaurar la función de la piel después del daño y para facilitar la cicatrización de heridas son los injertos autólogos, es decir los que utilizan la propia piel del paciente. Por desgracia, la disponibilidad de autoinjertos para la cobertura de heridas no es suficiente cuando se trata de heridas grandes, así que desde hace años se viene investigando la manera de fabricar piel a partir de células propias de cada individuo. Hasta ahora esto se ha hecho de manera manual, pero la introducción de las bioimpresoras en 3D abre una puerta para abaratar y acortar el proceso.
La Complutense participa en el desarrollo de una impresora 3D que fabrica piel