Manuel Peña Díaz
El laberinto de los libros | ![]() |
Contenido:
Prólogo
Abreviaturas
Introducción
La anterior obra de Manuel Peña Díaz, Cataluña en el Renacimiento: libros y lenguas (1977), anunciaba la aparición de ésta. Lo que entonces dijimos es válido igualmente para esta nueva obra que sitúa a su autor como uno de los más importantes en el terreno de la investigación socio-cultural sobre el libro en España. Nos encontramos en ella con la misma erudición, perspicacia interpretativa y, sobre todo. el mismo espíritu crítico que guiaba a la anterior. Manuel Peña no se contenta con la aportación de nuevos datos o interpretaciones, sino que revisa los planteamientos anteriores, en ajustada concordancia con lo que debe ser una obra de investigación.
De nuevo, el análisis de los datos de pertenencia de libros, el análisis de las bibliotecas de la época, revela nuevas informaciones sobre la estructura cultural superpuesta a la social. Obras consideradas como propias de las minorías culturales aparecen en bibliotecas de personas de diferentes grupos sociales, revelando una distribución y un contacto con los libros diferentes al establecido. Igualmente, el factor lengua es revelador. Como en su obra anterior, el peso de esta circunstancia es importante, mostrando un mundo rico en el conocimiento de lenguas que, necesariamente, debía afectar al negocio editorial de la época.
A excepción de Dante, Petrarca, Boccaccio, Ariosto y Castiglione, los autores de obras en vulgar no tuvieron una gran difusión; ésta continuó siendo minoritaria aunque con una clara tendencia hacia la lectura de temas épicos y caballerescos, es decir aquellos que mejor enlazaban con romances medievales.
La continuidad de la literatura italiana en la segunda mitad del siglo XVI en bibliotecas y librerías barcelonesas se ha de relacionar con las traducciones al castellano que se hicieron de algunos autores importantes, tal es el caso de los Triunfos de Petrarca, del Orlando de Ariosto o de El cortesano de Castiglione; no obstante, y aunque el castellano ayudó mucho para la citada permanencia de estas obras en las estanterías, continuaron leyéndose en italiano.
Casualidad o no, cuando Cervantes puso en boca de don Quijote su visita a una imprenta barcelonesa, la facilidad y la ligereza con la que se realizaban numerosas traducciones del italiano, pudo dejar entrever que más que una lengua de moda, una nota de buen tono, el toscano en Barcelona era un idioma familiar, una lengua cuyo conocimiento excedía de aquellos círculos de lectores pretendidamente cultos, y que seguía perviviendo en amplios sectores sociales que, al margen de evocaciones históricas doradas, continuaban vinculados de un modo u otro a la vecina Italia (p.200)
Al igual que la anterior, una obra imprescindible no sólo para conocer el período estudiado, sino un ejemplo de forma de trabajar en un terreno cada vez más necesario para comprender el desarrollo socio-cultural español. El prólogo de una personalidad como Roger Chartier no hace sino confirmar el reconocimiento que esta obra merece.
Joaquín Mª Aguirre
El URL de este documento es http://www.ucm.es/OTROS/especulo/numero7/m_pena2.htm
Reseñas
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