Es difcil llegar a
uno mismo. Tal vez porque tambin es difcil hallarse en situaciones
desacostumbradas en las que sentirse absolutamente desamparado. Este es
el problema: todo se nos ha hecho demasiado habitual, todo est siempre
dispuesto. Y es que slo las situaciones, digamos, "aporticas",
aquellas en las que nos encontramos totalmente desprovistos de recursos,
son las que , cerrndonos el mundo exterior, nos obligan a franquear
los lmites del nuestro, interior.
Nadie penetra en la profunda oscuridad de s
mismo si no es forzado por las ciercunstancias. El abismo atrae -es un tpic-
pero para que la atraccin sea algo ms que un dirigirse incipiente,
una inestable inclinacin del nimo, para que logre su fin
y se convierta en cada, es preciso elaborar un paisaje que elimine
la tentacin del mundo: de lo acostumbrado, la llanura y sus colores;
es menester que las formas hayan dejado de ser amables.
No mires atrs, le fue dicho a Eurdice,
sigue la msica, sigue al poeta que construye en lo etreo
y te rescata de las formas perennes. Pero ella mir, tan fuerte es,
tambin, la atraccin de lo conocido, y detuvo su marcha; volvi
al reino de lo que permanece siempre detenido en su ser.
El ejemplo no es adecuado si lo tomamos en su sentido
original: Orfeo baja a los infiernos para rescatar a Eurdice y llevarla
a la luz. El abismo son las profundidades infernales, los nferos,
los mundos inferiores, el abismo es el caos, aquella boca siempre abierta
de donde los seres emergen tan slo si la luz roza la materia primordial.
Ser es salir a la luz, nacer es arrancarse a la oscuridad. Para el girego
los seres -y el Ser- emergen a la existencia al conformarse en la luz. Ser
es existir. De lo que hablo, en cambio, es de un regreso a la oscuridad.
De lo que hablo es de desnacer. El mundo de la existencia se asemeja a una
gran llanura en la que la luz juega. Su juego: los colores; las mil maneras
en que la luz se esboza a s misma, sus ritmos: su ritual y su ofrenda,
las infinitas combinaciones con las que se ofrenda a si misma. La luz se
esmera en la llanura, y llamamos amor a ese modo que a veces tiene de permanecer
admirndose a s misma, detenida en alguna tonalidad, en
alguna frecuencia inusitada. Amar es deternerse por un instante con gran
intensidad en algn punto. Desear es querer que en ese punto crezca
una montaa, un rbol o un ser de carne o cualquier cosa que
pueda nombrarse, y que se encadene a ello la voluntad, p M , 3 O Q 4 4 3 _ M
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