"Al maestro Rubén Darío" Este noble poeta, que ha escuchado Los ecos de la tarde y los violines del otoño de Verlaine, y que ha cortado las rosas de Ronsard en los jardines de Francia, hoy, peregrino de un Ultramar de Sol, nos trae el oro de su verbo divino. ¡Salterios del loor vibran en coro! La nave bien guarnida, con fuerte casco y acerada proa, de viento y luz la blanca vela henchida surca, pronta a arribar, la mar sonora. Y yo le grito: ¡Salve! a la bandera flamígera que tiene esta hermosa galera que de una nueva España a España viene. "A la muerte de Rubén Darío" Si era toda en tu verso la armonía del mundo, ¿dónde fuiste, Darío, la armonía a buscar? Jardinero de Herperia, ruiseñor de mares, corazón asombrado de la música astral, ¿te ha llevado Dionysos de su mano al infierno y con las nuevas rosas triunfales volverás? ¿Te ha herido buscando la soñada Florida, la fuente de la eterna juventud, capitán? Que en esta lengua madre la clara historia quede; corazones de todas las Españas, llorad. Rubén Darío ha muerto en sus tierras de Oro, esta nueva nos vino atravesando el mar. Pongamos, españoles, en un severo mármol, su nombre, flauta y lira, y una inscripción no más: Nadie esta lira pulse, si no es el mismo Apolo, nadie esta flauta suene, si no es el mismo Pan. Este último texto tiene un marcado paralelismo con el "Responso a Verlaine" escrito por Rubén Darío. Coméntalo. ¿Conoces otros textos de poetas modernistas dedicados al vate nicaragüense? |