Según Eudaldo Casanova en Lo que queda del marxismo, la doctrina de Marx es tratada en la actualidad como un perro muerto.
Desde la caída del Muro de Berlín, se dice que el marxismo es un pensamiento caduco, que sirvió de apoyo a gobiernos autoritarios, que es utópico e inviable, hijo de una época de fe en el progreso tecnológico, cuyas consecuencias medioambientales hoy nos horrorizan.
Hace tiempo que no soñamos con el progreso: ante los sucesivos varapalos de la historia, ya casi nadie cree en revoluciones, ni en utópicos mañanas triunfantes con amaneceres esplendorosos. Los acontecimientos caducan enseguida y terminan languideciendo en las hemerotecas.
Pero el animal con el que siempre les ha gustado identificarse a los marxistas no es el perro, sino el topo, ciego y frágil, que con paciencia y obstinación, "va sonriendo mientras hace su trabajo de zapa" en galerías subterráneas.
Si el marxismo surgió como crítica al capitalismo, admitir que ha muerto significaría pregonar el triunfo definitivo éste, pero la realidad es que "el duro trabajo de zapa del pensamiento" no para de construir galerías como reacción a todas las contradicciones que el capitalismo sigue generando, porque la realidad es que todo lo que dijo el marxismo sobre su naturaleza depredadora sigue siendo cierto.
Siempre se habla de la muerte del marxismo en periodos de reestructuración del capitalismo. Al penúltimo ajuste del sistema debemos la globalización y la posmodernidad. Pero ¿Y ahora? Habría que prestar atención a las palabras de Daniel Bensaïd: "la crisis es una topinera súbitamente abierta a la luz"
Ante la poca oferta editorial sobre el marxismo, si alguien quiere hoy profundizar sobre el tema, tendrá que acudir a bibliotecas bien surtidas, como la nuestra, o no perderse el congreso que estos días tiene lugar en la Facultad de Filosofía.
Os invitamos a consultar la selección de bibliografía que hemos expuesto en la sala de lectura de la Biblioteca de Políticas.