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Solar

Susana Corullón 31 de Enero de 2013 a las 10:18 h

Estamos acostumbrados a entender la trayectoria vital de alguien como un aprendizaje, o una evolución. Parece que tuviéramos que crecer con la vida y hacernos cada vez más sabios. Es cierto que cualquier experiencia buena o mala nos permite conocernos mejor, pero no siempre se traduce en resultados que puedan ser reconocidos desde fuera.

Michael Beard, el protagonista de Solar, la novela de Ian McEwan, es un ejemplo de realización personal azarosa.

Beard ganó el premio Nobel de física muy joven, y desde entonces vive de los réditos de la fama, ocupando cargos honoríficos y orlando con su nombre proyectos, pero desde hace tiempo ya no se siente científico, sino burócrata:

"Ocupaba un puesto universitario honorario en Ginebra y no enseñaba allí, prestaba su nombre, su título... a membretes e institutos, suscribía "iniciativas internacionales", era miembro de una Comisión Real para la financiación de la ciencia, hablaba en la radio...brindaba su consejo sobre solicitudes de becas, era asesor de tres publicaciones académicas... Era una celebridad por gentileza de Estocolmo, dentro de un universo restringido y especializado, e iba tirando un año tras otro... Todo lo emocionante e imprevisible estaba en su vida privada".

Beard no es un hombre atractivo, pero tiene éxito con las mujeres y es precisamente una carambola del destino ligada a su quinta mujer la que le hará dar una inflexión a su carrera. Circunstancias azarosas le llevan a trabajar sobre la fotosíntesis artificial y la forma de obtener energía limpia de las radiaciones solares.

Como autoridad en el tema, es invitado a realizar un crucero por el Ártico para ver de cerca los efectos del calentamiento global. Los participantes utilizaban un trastero del barco para depositar el equipo utilizado en las excursiones por el exterior. El progresivo desorden del trastero, su "entropía creciente" es una metáfora de su vida y su trabajo y de algún modo presagia el final del libro. Si en un principio todas las prendas estaban en su sitio, al cuarto día de travesía, el trastero se convierte en una auténtica ruina, sin la menor sombra de mala conciencia entre los viajeros, que no tienen inconveniente en coger o descolocar las prendas de los demás.

También Beard toma "prestadas" las ideas de otro y trabaja sobre ellas con entusiasmo, mientras en su vida personal sigue imperando la entropía: el desorden en su apartamento, en su vida amorosa, en su alimentación..., hasta que el gran desorden con mayúsculas se cierne sobre él en el momento final del libro ¿Cómo pretender salvar la tierra, que es mucho más grande que un trastero?

 

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