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Confesiones de una lectora en eReader

Susana Corullón 3 de Julio de 2009 a las 11:51 h

Vaya por delante que mi lector no es de última generación. Ya sé que el Kindle 2 tiene un teclado que permite tomar notas y hacer búsquedas en el texto. Sé que este post se está quedando anticuado mientras lo escribo, porque  los eReader son un producto en continua evolución, y dentro de un año o de dos meses tendremos la versión definitiva que por fin nos permita hacer todas las virguerías con las que siempre habíamos soñado. Disculpadme entonces por el estilo acelerado del post: quiero llegar a tiempo para decir algo original antes de que el mercado y la innovación que nos va a sacar de la crisis conviertan estas palabras en humo.

La primera impresión ante mi arcaico e-Reader, es la de haber retrocedido 10 años. Llevo 20 leyendo en la pantalla del ordenador, y rápidamente asocio textos electrónicos con hiperenlaces, seleccionar, anotar, copiar, pegar…. El lector digital es plano, como un libro en papel. Comprendo que haya amantes incondicionales del libro en papel, que seguirán llenando con ellos las estanterías de su casa, pero ya que apostamos por las nuevas tecnologías, nos gustaría poder aprovechar mejor las oportunidades del formato electrónico.

En los albores de la imprenta, los primeros incunables tenían exactamente el mismo aspecto que los manuscritos. Más que de innovar, los primeros impresores se preocupaban de imitar. Además de los alfabetos con caracteres aislados, los tipógrafos utilizaron durante mucho tiempo grupos de letras unidas, de la misma forma que se utilizaban para la escritura de los códices. Las letras capitales de los libros fueron además durante mucho tiempo rubricadas y miniadas a mano, por los mismos artistas que elaboraban las miniaturas de los antiguos manuscritos. Hasta tal punto llega la imitación, que para un profano resulta difícil distinguir estos primeros impresos de los manuscritos. Según Lucien Febvre y Henri-Jean Martin, las razones de esta semejanza no habría que buscarlas en el deseo de engañar al comprador, ni siquiera en un intento de evitar susceptibilidades con el gremio de copistas, simplemente se reproducía el modelo de los manuscritos porque era lo que se conocía, y las semejanzas eran en sí mismas la mejor señal del triunfo de la nueva tecnología.Sólo con el tiempo, el libro fue evolucionando hacia lo que conocemos ahora.

Podemos decir que los modernos editores en tinta electrónica del siglo XXI, siguen igual de preocupados que del XV  por imitar el modelo tradicional. Es lo que José Antonio Millán ha llamado la “enfermedad infantil del libro digital”.

El eReader  con su asombrosa capacidad de almacenaje, seguro que  dará un respiro a las estanterías de mi casa. En cuanto al libro del futuro, por el momento tendremos que esperar.

  

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