"Tras la catástrofe nuclear de Chernóbil que dejó una "zona de exclusión" de más de 4.200 km sin seres humanos, la vida salvaje ha florecido. Los datos demuestran que las manadas de jabalíes, lobos, alces y ciervos, son los dueños de lugar."
El día 26 de abril del año 1986 marcó un antes y un después en la historia del mundo en general y de la zona afectada en particular. Tras el accidente nuclear de Chernóbil, que afectó a cientos de miles de personas directa o indirectamente, se procedió a desalojar a los más de 115.000 pobladores de las inmediaciones de la central.
Se creó así un área donde se le impide el paso a cualquier ser humano (excepto a unos cuantos científicos que controlan las condiciones del terreno) y de esa manera la Naturaleza se encontró en libertad de hacer su trabajo sin trabas ni constricciones. A nivel de flora como de fauna, la eclosión de la vida es espectacular. Un estudio mediante cámaras tanto en la zona que pertenece a Bielorrusia como a la de Ucrania (no olvidar que el accidente ocurrió cuando todo el territorio era parte de la URSS) se han colocado cámaras para comprobar el avance y desarrollo de la fauna silvestre que hoy puebla la zona.
Desde hace ya unos 20 años, se venían tomando fotos de ejemplares que gracias a la acción humana (poblados, caza, ganadería y agricultura) casi habían desaparecido y de los que se avistaban nuevos ejemplares. Esto llevó a ambos países a hacer un estudio detallado mediante el uso de las nuevas tecnologías en captación de imágenes, para poder tener registros y datos ciertos de el estado de la fauna salvaje en dicha zona. Sorprendentes hallazgos.
Casi 30 años después de la catástrofe, el número de especies y sobretodo la densidad de población en la "zona muerta", parecen ser similares a los de varias reservas de fauna protegida que se encuentran en los alrededores. Incluso se habla del avistamiento de osos que se consideraban desaparecidos en Chernóbil desde hacía más de cien años. Otro dato interesante es que las manadas de lobos, que son los predadores naturales de la zona y que antes del accidente habían visto mermadas sus poblaciones por la caza y por el combate de los ganaderos, son ahora mismo casi siete veces mayores que en otros sitios cercanos.
Se ha logrado fotografiar y filmar el comportamiento de varias especies como jabalíes, alces y ciervos, que se mueven con libertad por los campos contaminados en grupos realmente numerosos. También se filmaron linces y varias especies de aves y reptiles. El siguiente paso Si bien se ha comprobado el aumento de la densidad poblacional, hasta ahora ha sido imposible conocer el alcance de la contaminación radioactiva en dichos animales, pero esa es sin dudas la próxima meta de los científicos e investigadores. Periódicamente se realizan mediciones de los niveles radiactivos y se sabe que si bien han bajado de forma continuada desde las semanas posteriores al desastre, aún hoy (siendo más de cien veces menores que en el momento del accidente), están considerados no aptos para el hombre. La idea es capturar animales vivos y colocarles un collar de seguimiento para comprobar de esa forma sus hábitos. También se procedería a hacer todas las analíticas posibles a cada ejemplar, para verificar su estado de salud y los efectos de la radiación.
Como gracias a las cámaras, los científicos tienen una idea más o menos clara de la distribución de las especies y de sus costumbres en cuanto a territorialidad y hábitos alimenticios, esperan poder capturar una buena variedad de animales para hacer dichas comprobaciones de índole médica, catalogarlos y ponerles el collar. Hay varios inconvenientes para llevar a cabo esta ardua tarea. El principal es que los científicos se decantan por escoger determinados ejemplares del mayor tamaño posible, por tener una masa corporal más parecida a los humanos y por su longevidad. Para ello se necesitarían tiradores profesionales y no es fácil conseguir permisos para ello, en países que se decantan en contra de las armas. Las jaulas trampas no permiten elegir la presa, pero aparentemente es la única opción que les quedaría a los investigadores. Otra de las desventajas es que existen cazadores furtivos en la zona, ya que se han fotografiado y filmado ejemplares heridos de bala, lo cual pone en peligro el programa ya que si un animal del estudio es abatido, los datos se pierden. Pero ninguna de estas desafortunadas circunstancias ha hecho decaer el ánimo de los científicos, que confían que el año próximo se cuente con datos ciertos de la salud de los animales de Chernóbil y de la realidad de los efectos de la radiación en ellos.
Una reflexión final
Si bien es una realidad que la zona se encuentra aun contaminada por una cantidad de radiación que hace imposible la vida del hombre, los animales se las han ingeniado para adaptarse a las circunstancias y no solo sobrevivir, sino también multiplicarse y repoblar el lugar. Ante la merma, desaparición y hasta extinción de especies por las acciones directas o indirectas del hombre, que se constatan año a año en todas partes del mundo, es lógico llegar a la conclusión de que el ser humano es el animal más dañino que existe, ya que a la vista está que sus efectos son peores que los de la radiación nuclear (que no es buena en absoluto).
Fuente: www.ecoticias.com