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5 Experiencias en un centro de recuperación de fauna salvaje. Mireia Querol Rovira @laquerol

16 de Agosto de 2016 a las 12:44 h

Si eres un antiguo, presente o futuro estudiante de biología esto te interesa. Una de las experiencias laborales más gratificantes que he tenido fue trabajar en una estación biológica de recuperación de fauna salvaje. En realidad, estuve en calidad de prácticas de auxiliar técnica veterinaria, pero me permitió conocer el funcionamiento de un centro de estas características (dirigido por un biólogo) y tener contacto directo con fauna autóctona. Estas son sólo 5 experiencias y aprendizajes de aquella aventura.

¿Qué es un centro de recuperación de fauna autóctona o salvaje?

Son instalaciones donde se acogen animales salvajes heridos o enfermos y se les procuran cuidados veterinarios y alimento hasta que son capaces de valerse por sí mismos. Entonces, se les libera en su hábitat. Son de una gran importancia para la conservación de las especies, sobre todo las que se encuentran en peligro de extinción o vulnerables. El contacto con los animales debe ser el mínimo para evitar la humanización de los mismos y no modificar su comportamiento para que puedan sobrevivir una vez reintroducidos en la naturaleza.

En algunos centros, como en el que estuve, también se crían especies en peligro de extinción, como la tortuga mediterránea (Testudo hermanni) para intentar recuperar las poblaciones salvajes al introducir las crías en la naturaleza.

Desgraciadamente, algunos animales son irrecuperables, debido a sus heridas o comportamiento, así que en el centro había algunos ejemplares de rapaces, como el azor (Accipiter gentilis) para ser ejemplo en educación y sensibilización ambiental.

Si te encuentras un animal herido, NUNCA intentes quedártelo o intentar tratarlo ni alimentarlo: probablemente causes un mal mayor. Avisa siempre a uno de estos centros o a las autoridades locales. Aquí tienes una lista de los centros de recuperación de fauna salvaje de toda España. Ellos tienen las instalaciones y conocimientos adecuados para tratar estos animales.

 

1. Limpiar, limpiar... y más limpiar

La primera información que me dieron cuando ingresé en el centro fue: "el 80% del tiempo de este trabajo es limpiar las instalaciones de los animales. Pero el 20% restante es tan gratificante que vale la pena".

El director tenía razón. Es un trabajo en el que te vas a manchar, y si eres un poco aprensivo, no es para a ti o deberás acostumbrarte (y créeme, a casi todo se acostumbra uno, limpiar no fue lo más duro a lo que me enfrenté). Pero ver cómo sale adelante un animal que has cuidado tú, no tiene precio.

 

2. La maravilla de trabajar en plena naturaleza

El sueño de muchos biólogos es trabajar en contacto directo con la naturaleza. Estos centros suelen estar en ella, lo que da la posibilidad de trabajar al aire libre, lejos del estrés y contaminación de la ciudad. A veces llueve, hace un sol de justicia o las bajas temperaturas te hielan las manos y te cortan la piel. Pero los momentos buenos son terriblemente reconfortantes. A muchos nos compensa soportar de vez en cuando condiciones meteorológicas adversas en lugar de estar encerrados en una oficina sin ventanas durante 8 o más horas.

En mi caso además, había un par de instalaciones adjuntas fuera del centro a las que había que ir diariamente dando un paseo por el bosque, con el atractivo y adrenalina añadida (sobre todo si te encontrabas con un jabalí) de ver animales  y vegetales en su hábitat.

El trabajo de campo se completaba con el de laboratorio y sala de curas: análisis de heces, sangre, músculo... para detectar la presencia de parásitos, tanto en animales acabados de llegar, futuros reintroducidos y muertos: las autopsias permiten tener un registro sobre posibles enfermedades y epidemias de la fauna local.

 

3. Dar vida... pero también quitarla

Además de mantener las condiciones higiénicas adecuadas, la principal ocupación que tuve fue alimentar a los animales.  En aquel momento había mamíferos como erizos, tejones o zorros a los que se alimentaba con pienso y suplementos como gusanos para los erizos.

Para las aves rapaces, unos de los inquilinos más frecuentes, la dieta se basaba sobretodo en pollitos y ratones. Los pollitos se compraban congelados, simplemente había que planificar la descongelación y dejarlos en sus instalaciones. En un caso tuve que alimentar a mano un autillo (Otus scops) con el ala rota, por lo que el contacto con el animal fue inevitable. Y no creáis, dar de comer a una rapaz nocturna con pinzas, por pequeña que sea, ¡es tarea complicada la primera vez!

Los ratones en cambio, los manteníamos vivos. Por ética y riesgo de que dañaran al animal, había que matarlos con el menor sufrimiento posible antes de servirlos como alimento. Aprender la técnica y realizarla correctamente, crea un sentimiento de contradicción, por lo que lo mejor en enfocar la atención hacia el animal que intentas salvar, como un halcón peregrino (Falco peregrinus), una víbora (Vipera aspis), un cárabo (Strix aluco), cernícalos (Falco tinnunculus),  un azor (Accipiter gentilis)... Para los herbívoros, como las tortugas mediterráneas (Testudo hermanni), era mucho más fácil preparar su alimento. Y lo más bonito, dar biberón (bueno, jeringa) a una cría de ardilla (Sciurus vulgaris).

El momento más duro es en el que tienes que eutanasiar a un animal. Desgraciadamente, algunos llegan en tan mal estado, que no se puede hacer nada por salvarlos. En otros casos, si se trata de especies no prioritarias (como gaviotas, palomas, especies invasoras...) la falta de recursos y/o legislación dejan como única salida la eutanasia. Para ello se anestesia primero al animal para evitar un sufrimiento innecesario, y luego se eutanasia con una jeringa directamente en el corazón para que sea lo más rápido posible. Encontrar el corazón con el estetoscopio y tener que comprobar que ha dejado de latir es una de las experiencias más desgarradoras que tuve que vivir allí.

La muerte pues también está presente en estos centros. Causa frustración y tristeza ver morir un animal que intentas sacar adelante, o tener que eutanasiarlo para evitarle sufrimiento, pero es una de las dificultades a las que hay que enfrentarse.

 

4. Nosotros, el principal motivo del ingreso de animales heridos.

Los animales llegaban al centro a través de los forestales, con los que se tiene comunicación constante, asociaciones u otras instituciones o particulares. En alguna ocasión también nos desplazamos porque era imposible mover al animal: un jabalí (Sus scrofa) de grandes dimensiones atropellado por un tren. Los atropellamientos son una de las causas principales de muerte de animales salvajes. La situación no podía ser más dantesca: lluvia, el animal en la cuneta en un charco de barro y su propia sangre. Fueron momentos difíciles ya que tuvimos que aplicarle dosis de eutanasia más altas de lo normal porque se aferraba a la vida, además de tener que velar por nuestra propia seguridad. Por fin, el sufrimiento terminó para todos. Sucios y tristes, subimos al todoterreno de vuelta al centro.

El mascotismo (tenencia de animales salvajes como mascotas) provoca accidentes por negligencia o ignorancia de sus propietarios: fue el caso de un águila a la que cortaron las plumas primarias para que no pudiera volar cuando dejó de ser un pollito inofensivo. Tuvo que pasar por quirófano para hacerle un injerto y esperar que las plumas crecieran en la siguiente muda y aprender a volar.

Los propios animales domésticos también son causantes de heridas graves: no eran raros los casos de tortugas, iguanas... mordidas por perros.

Las trampas, envenenamiento y disparos directos de cazadores, incluso sobre especies protegidas como rapaces, es otra de las causas de tener animales allí. Las aves además, se enfrentan a peligros como tendidos eléctricos, torres de alta tensión, aerogeneradores, cercas de alambre... trampas mortales para muchos de ellos.

Eran pocos los casos en que las causas de ingreso al centro eran naturales o imposibles de determinar. De hecho, no recuerdo ninguno.

 

5. Esa sensación al ver un animal recuperado volar hacia la libertad

El momento más maravilloso es aquel en el que el animal está preparado para su regreso a la naturaleza. La planificación del cómo y dónde se hará, el viaje hasta el lugar, la insepección in situ del terreno (y si hay suerte, con el avistamiento de otras especies) el momento en el que abres la jaula... y ves aquellos dos cernícalos que has estado alimentando durante meses, elevarse ansiosos hacia el cielo, tú con los prismáticos en mano para verlos alejarse hacia la inmensidad hasta convertirse en diminutos puntos negros... hasta desaparecer. Nunca antes vi materializada de manera más clara la metáfora de lo que es la libertad. Ese sentimiento, como el amor, no se puede explicar.

Quizá es que es amor, al fin y al cabo.

 

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