Por su interés, reproducimos el artículo de la genetista Josefina Cano, publicado en Ciencia Cierta. Os invitamos a leerlo.
"Las conexiones establecidas entre las neuronas, las sinapsis, forman un entramado enorme y maravilloso que, a través de todas sus ramas, se comunican y coordinan patrones de activación en todo el cerebro. De esta manera unidades de información se integran para constituir experiencias unificadas que son nuestra memoria, nuestros sentimientos y al final nuestra conciencia del entorno.
En palabras sencillas, el secreto de la conciencia podría encontrarse en esos árboles que se comunican y entraman, una suerte de árboles neuronales.
En los 140 años que se han dedicado a mapear las proyecciones neuronales, los científicos han visto de todo: unas cortas, otras robustas y ahora, unas de una longitud extrema que cubren toda la distancia que media entre la parte posterior de la cabeza, la médula espinal, hasta la parte anterior.
En la semana del 2 de febrero de este año, Christof Koch, presidente del Instituto Allen de la Ciencia del Cerebro, celebró un congreso y en él anunció el descubrimiento de tres neuronas con ramificaciones que abarcaban ambos hemisferios cerebrales. Para mayor asombro, estas neuronas se encontraron en el CLAUSTRUM, esa misteriosa y muy delgada capa de células que Koch cree sea la silla de la conciencia. Entre las tres, la más larga de las neuronas, envolvía toda la circunferencia del cerebro de un ratón, como una corona, algo jamás visto hasta entonces.
"¡Una única neurona, lanzando sus proyecciones a toda la corteza! Absolutamente asombroso", enfatizó Koch en su charla.
Estos resultados son los últimos obtenidos en un proyecto que se ha propuesto mapear las proyecciones individuales de todas las neuronas en el cerebro. Una tarea colosal.
El cerebro tiene miles de millones de neuronas, que forman billones de sinapsis. Para seguirle el curso a una proyección neuronal, los científicos por lo general inyectan un virus o un colorante en la neurona, y esperan a que el agente marcador viaje a lo largo de las proyecciones. Luego realizan cortes finísimos del tejido cerebral, y con la ayuda de un microscopio observan el curso del colorante o del virus. Es lento, tedioso y pensar en hacerlo en todo un cerebro, bueno.
Para automatizar el proceso Koch y su colaborador, Qingming Luo de la Universidad Wuhan en China, desarrollaron un método que hace cortes y observación de las "tajadas", de forma continua.
El equipo se enfocó en las neuronas en el claustrum, "una parte tan bonita del cerebro pero que no ha tenido suficiente reconocimiento", bromeó Koch.
Usando un ratón transgénico lograron que una droga activara un gen del cerebro que produce una proteína verde fluorescente. Con la luz ultravioleta, las neuronas con esta proteína brillan, destacándose del fondo.
Los investigadores suministraron dosis bajas de la droga y tomaron una imagen de la superficie, con el microscopio. Lo siguiente fue, ayudados con una cuchilla de diamante cortar tajadas finísimas del tejido y tomar una nueva imagen. Después de diez mil ciclos, las imágenes resultantes se juntaron, de forma digital, para recrear la imagen tridimensional de las tres células fluorescentes.
"Esta técnica nos permite obtener información estructural, con una precisión uniforme y una altísima resolución", dice Luo.
Tal vez lo más importante es que las células fueran encontradas en el claustrum, aunque no fue sorprendente. El claustrum es una capa de células, delgadísima, irregular, situada bajo la corteza del cerebro. Cautivó a Koch desde cuando las primeras imágenes mostraron que era la región del cerebro que contenía el mayor número de conexiones, relativa a su volúmen.
"Mirando las fibras de materia blanca que entran y salen del claustrum no se puede pensar en otra cosa sino que estemos viendo La Estación Central del cerebro. Casi todas y cada una de las regiones de la corteza envían fibras al claustrum", explica Koch.
Y de acuerdo a Koch, conexión es el ingrediente secreto de la salsa que es la conciencia.
Cuando se mira la cara de alguien querido, las regiones del cerebro que sustentan la vista, el olfato, los recuerdos y las emociones, todas se activan de forma individual, y estas piezas de información, percepciones internas y externas, se integran en una experiencia unificada de conciencia.
"Dado que el claustrum, con sus conexiones masivas, podría estar coordinando las entradas y salidas, inputs y outputs, sería el gran director de la conciencia", dice Koch.
La teoría de Koch es difícil de demostrar aunque un caso clínico ocurrido en una mujer en el 2014 ofrece un apoyo tangencial. Mientras se estimulaban varias regiones del cerebro para localizar la fuente de sus continuos ataques epilépticos, la mujer, que estaba despierta, cuando tocaron uniones nerviosas cerca del claustrum, paró de responder a estímulos visuales o auditivos y empezó a respirar con lentitud. Tan pronto terminó el contacto con esa región, la mujer volvió a la normalidad de inmediato. Los neurocirujanos repitieron la prueba y en 10 de 10 veces ocurrió lo mismo.
"Esto apoya, o al menos es compatible con la idea que Francis Crick (codescubridor de la estructura del ADN) y yo describimos en términos del compromiso del claustrum en la conciencia", dice Koch.
Crick estuvo convencido de que el claustrum sería definido o formaría parte del concepto de la conciencia, hasta sus últimos días, cuando ya enfermo y a punto de morir le susurró a Koch que ahí estaba todo, el gran director de la orquesta sin el que nuestros pensamientos, sentimientos, comportamientos tomarían rumbos erráticos.
Poco a poco, y pedazo a pedazo, bit a bit, se irá construyendo y conformando uno de los conceptos más trascendentales de la mente humana, la conciencia."
Nature 543 doi:10.1038/nature.2017.21539