Hoy queremos recordar a Ángel Cabrera Latorre (1879-1960), considerado uno de los mayores especialistas en mamíferos de la España del siglo XX. Lo hacemos por dos motivos: por sus obras presentes en los fondos procedentes de la Residencia de Estudiantes y por ser de religión protestantes, hijo del primer obispo español de la Iglesia Reformada, en este año en que se celebra el quinto centenario de la aparición del Protestantismo.
Ángel Cabrera nació en Madrid, siendo el menor de los siete hijos de Juan Bautista Cabrera Ibarz (1837-1916) una interesante figura de la historia de España de la segunda mitad del siglo XIX. Este liberal, luchador por la libertad de conciencia, después de haber profesado en los escolapios en su juventud, sus simpatías por el protestantismo le llevaron abandonar la orden y a exiliarse en Gibraltar en 1863, huyendo de la persecución religiosa. En 1868, tras entrevistarse con el general Prim para asegurarse de la garantía la libertad de culto, echó las bases de la organización de la Iglesia Reformada Española, que quedó constituida en 1880 como Iglesia Española Reformada Episcopal, integrada en la comunión anglicana. Juan Cabrera sería nombrado primer obispo de la misma. Aparte de su actividad religiosa, fue un intelectual de formación autodidacta, conocedor de varios idiomas, historiador, poeta, masón y miembro de la Hispanic Society. Personifica la preocupación por la educación entre los protestantes, que excede una finalidad puramente religiosa y tiene como objetivo la formación del ciudadano. Las comunidades protestantes contribuyeron al desarrollo de la educación en España: cada iglesia evangélica tenía una escuela de enseñanza primaria, imbuida de los valores de la renovación educativa expresados en los principios krausistas.
Ángel Cabrera acudiría a una de estas escuelas para hacer los estudios primarios. Más adelante, el estímulo del ambiente familiar lo llevará a estudiar idiomas y a viajar al extranjero, para ampliar su educación por la vía autodidacta. Se matriculó en Filosofía y Letras en la Universidad de Madrid, pero la documentación del archivo revela que no llegó a terminar estos estudios, y mucho menos a doctorarse, como pretenden algunos biógrafos. Sorprende esta elección porque su interés por la zoología es muy temprano. A los 18 años publica su primer trabajo en las Actas de la Sociedad Española de Historia Natural. Cinco años después, en 1902, Ignacio Bolívar, director del Museo de Ciencias Naturales de Madrid, le invita a trabajar en este centro. Se trata de colaboraciones temporales como naturalista agregado. Su trabajo como bibliotecario en la Real Sociedad Española de Historia Natural, entre 1904 entre 1919, le garantizó un vínculo permanente con el Museo de Ciencias Naturales. A partir de 1919 ocupó el puesto de secretario general de dicha Sociedad. La unión del Museo de Ciencias Naturales a la Junta para Ampliación de Estudios posibilitó que Ángel Cabrera se beneficiara de una beca para estudiar las colecciones zoológicas de los museos franceses y británicos de ciencias naturales con el fin de reorganizar las colecciones existentes en el de Madrid.
En 1913 asiste como representante del Gobierno de España, al IX Congreso Internacional de Zoología que tuvo lugar en Mónaco. A su regreso participó como zoólogo en la expedición de la Real Sociedad Española de Historia Natural a Marruecos. Durante estos años Ángel Cabrera trabaja en el libro Mamíferos, que aparece en 1914, el primero de la serie monográfica Fauna ibérica, serie estrella del Museo de Ciencias Naturales, concebida para mostrar los frutos de la investigación desarrollada en el campo de las ciencias naturales a partir de su unión con la Junta para Ampliación de Estudios. Mamíferos es una obra monumental, de cerca de 500 páginas, con ciento cuarenta y tres grabados intercalados en el texto a partir de dibujos hechos por el propio Cabrera. Entre 1919 y 1925 aparece su Genera Mammalium, una de sus obras más importantes. En 1919 viajó de nuevo a Marruecos para participar en una nueva expedición científica, en el Rif, y dos años más tarde regresa para tomar parte en otra en Marruecos occidental. Los resultados de estas expediciones no verán la luz hasta 1932 en Los mamíferos de Marruecos. En 1925 recibe el ofrecimiento de dirigir el Departamento de Paleontología del Museo de La Plata. Para ello había contado con una carta de recomendación de Ramón y Cajal, entonces director de la Junta para Ampliación de Estudios, en la que alababa las virtudes del autodidactismo, en alusión a la particular formación de Cabrera. La remuneración ofrecida era muy superior a la que recibía en Madrid, por ello sale de España con su familia para Argentina en ese mismo año, y allí vivirá 35 años hasta su muerte, el 7 de julio de 1960.
En La Plata orientó su actividad científica hacia la paleontología zoológica. En los primeros años de su estancia americana organizó viajes científicos a la Patagonia y Catamarca y descubrió importantes fósiles. En 1947 dio a conocer el primer dinosaurio jurásico conocido en Suramérica.
En Argentina también se ocupa de los animales actuales y de aspectos ecológicos en relación con el peligro que supone introducir animales extraños en determinados territorios; resultado de todo ello fue el libro Mamíferos sudamericanos (1940), escrito en colaboración con José Yepes, que obtuvo el Primer Premio en Ciencias Naturales de la Comisión Nacional de Cultura. Sin duda, su obra más importante es el Catálogo de los mamíferos de América del Sur (1957-1961). Su actividad se extendió al ámbito universitario, donde ejerció como profesor de Paleontología en el Museo de La Plata (1925-1947), de Zoología en la Facultad de Agronomía y Veterinaria de la Universidad de Buenos Aires (1932-1957) y de la Facultad de Ciencias Naturales de la Universidad Nacional de La Plata. De la importancia de su actividad docente hablan las tesis doctorales que dirigió en el campo de la paleontología, creando especialistas en este campo, hasta estonces inexistente en América Latina.
Respecto a su producción científica, Cabrera publicó más de 400 artículos en las más prestigiosas revistas especializadas del mundo. Así mismo fue miembro de las principales sociedades de historia natural.
Ángel Cabera fue además un gran divulgador. Colaboró la revista Alrededor del mundo, primero como redactor para pasar a ser director de la misma en 1922. Esta revista ilustrada, que se publicó desde 1899 a 1930, gozó de una gran popularidad. De contenido de carácter general, se ocupó también de temas artísticos, curiosidades, recetas... Recogía además reportajes sobre lugares, pueblos, tradiciones, expediciones, aventuras, etc. También se hacía eco de las novedades científico-técnicas de la época, con un enfoque divulgativo.
Desde su juventud colaboró también con la editorial Espasa Calpe, con la que firmaría un contrato para la publicación de numerosas obras de divulgación de zoología y de otros muchos temas. Era una actividad de carácter meramente económico, fuente complementaria de ingresos para mantener a su numerosa familia. A menudo eran obras ilustradas, con lo que Cabrera vendía además sus dibujos. Este contrato se mantuvo incluso en su etapa argentina. La lista de títulos es abundante, sirvan como ejemplo los libros que posee la Biblioteca Histórica como Peces de mar y de agua dulce (1923).
Agradecimientos
A Ángel Aguado, sobrino-nieto de Ángel Cabrera, gracias al cual pude llegar a conocer a este personaje. Me proporcionó datos biográficos y también la foto que ilustra este post.