Hoy, día del árbol, abrimos con la bella imagen de un drago que aparece en una obra del botánico francés Charles de L'Ecluse (1526-1609). Conocido como Clusio, vino a España para ser el preceptor de Jacobo Fugger y recorrió durante dos años todo el país, recogiendo materiales para la redacción de su obra sobre la flora ibérica Caroli Clusii...Rariorum aliquot stirpium per Hispanias observatorum historia, editada en Amberes por Plantino en 1576 (BH FG 68). Publicó además traducciones al latín de las obras de los botánicos españoles sobre la flora americana y del oriente portugués y sus propiedades farmacológicas, para facilitar la difusión.

Este árbol, cuya característica más llamativa es el tronco liso, sin ramificaciones, que presenta en su juventud, era conocido ya en la Antigüedad por los ejemplares existentes en Marruecos. La sangre del drago, su savia, que en contacto con el aire se torna roja, era usada tradicionalmente para cicatrizar las heridas. También se utilizaba para conseguir el color bermellón en tintes y barnices.

En el siglo XV llamó la atención de exploradores y naturalistas que recorrieron la costa occidental de Marruecos y las Islas Canarias, como el veneciano Alvise da Ca'Damasto, que participó en la exploración portuguesa del litoral del África occidental, y posteriormente por el francés André Thevet (1502-1590), que dieron noticia del drago en sus obras. De todo ello se hace eco Clusio en su obra.

El drago es una especie arbórea propia del clima subtropical de la Macaronesia, de la que existen varias especies. Aunque los ejemplares existentes en Canarias son los más conocidos para nosotros, la población más abundante está en la costa occidental de Marruecos, y también hay que señalar los ejemplares de Cabo Verde.

La descripción taxonómica del Dracaena draco, la especia más común, fue realizada por vez primera por Carlos Linneo y publicado en Systema naturæ, ed. 12, p. 246, 1767.

El drago ha sido declarado por el Gobierno de Canarias uno de los símbolos de la isla de Tenerife, en la que se conserva el monumental ejemplar de Icod de los Vinos.