A lo largo su historia, un libro pasa por multitud de fases, estados, manos y lugares que ejercen sobre él su influencia y lo convierten en el objeto que es hoy en día. El libro antiguo que nos llega a las manos no siempre fue como es en la actualidad, lo que se refleja en el contenido (ha podido ser modificado, completado, agrupado con otras obras etc.) y en sus características físicas. Algunas de estas características pueden aportar datos muy interesantes sobre cómo fue un libro en su nacimiento, juventud y madurez.

 La codicología analiza los aspectos físicos de los que se compone un libro como soporte; los materiales y las encuadernaciones, aportando datos sobre el contexto que ha rodeado el objeto a lo largo de la historia. Para preservar los valores codicológicos de un ejemplar es fundamental la actuación responsable y consciente sobre el mismo desde la perspectiva de la manipulación, conservación y sobre todo desde la restauración. La búsqueda de los criterios de actuación más adecuados en estas materias a menudo lleva a los profesionales de este campo a la conclusión de que es imprescindible la conservación de la imperfección natural de cada obra¹. Incluso, en el caso de hallarse en riesgo algún elemento propio del documento que pueda ser considerado imperfección o defecto, la intervención directa para su restauración y posterior preservación puede hacerse necesaria.

Resulta habitual encontrar defectos de fabricación en el papel que conforma un libro que, en ocasiones, no tiene un grosor homogéneo y presenta zonas traslúcidas o con falta de pulpa, pliegues del soporte que se hicieron antes de la impresión y contienen en su interior zonas blancas sin texto o esquinas plegadas con anterioridad al guillotinado de los cortes que, al desplegarse, muestran el formato anterior del papel o el color que antaño tuvieron los cortes del libro.

No solo se trata de no modificar estas características durante las intervenciones de conservación, en pos de "corregir" o disimular aquellos desperfectos que acompañan al libro, sino que la meta debería ser conservar y actuar sobre los ejemplares para hacer estos testimonios perdurables en el tiempo. Para alcanzar este objetivo puede ser necesario consolidar las zonas más débiles del soporte sin cubrir las faltas, fruto de las barbas naturales del papel o de las irregularidades de la pulpa, reparar desgarros o roturas del interior de los pliegues del soporte y volver a realizar el plegado de forma idéntica para preservar su forma original, garantizando que no se produzcan deterioros en el futuro o limpiar y consolidar las esquinas, que desplegadas sobresalen del cuerpo del libro y volverlas a doblar para evitar que la manipulación del libro produzca su pérdida.

La preservación de las huellas que las vicisitudes pasadas por estos libros han dejado en sus materiales es imprescindible para el desarrollo de la ciencia de la codicología. No hay contexto más adecuado que este, por tanto, para decir aquello de que la arruga es bella y confiar en que su preservación solo puede llevarnos a conocer más y mejor nuestra propia historia.

[1].  Un ejemplo muy ilustrativo de intervención de restauración basada en los criterios de conservación de los valores codicológicos y respeto a las características naturales del objeto se encuentra descrito en el artículo de Luís Crespo Arcá: Restauración de un Cantoral de los Reyes Católicos conforme a la estética WABI SABI, en CONSERVA 20, 2015.