La regulación del oficio de los impresores y libreros en Francia se organiza progresivamente a partir de finales del siglo XVI. Con el fin de llevar un control más estricto de la producción impresa, se impone una petición de "privilegio" ante las autoridades, para toda obra que se desee imprimir y vender. De esta manera, a partir de ahora en el pie de la portada, debe figurar la mención o fórmula" con la Aprobación y Privilegio del Rey".
Este privilegio le garantizaba el derecho exclusivo de vender un libro concreto durante un periodo determinado. En la época de Luis XIV, el Estado favorece abiertamente a los impresores parisinos en detrimento no solamente de la profesión en otras partes del Reino, sino también de los autores. A esto se añade la creciente supervisión de los talleres y la censura, aunque ésta será muy poco eficaz en un primer momento. Para hacer frente a la competencia de los impresores parisinos y extranjeros y sortear el sistema de privilegios, numerosos impresores lioneses se lanzan a la producción clandestina de falsificaciones y de obras prohibidas por las autoridades. Esta actividad se practica en talleres tipográficos de Lyon o Rouen, con una mala reputación; sin embargo, permitirá sobrevivir a numerosos impresores libreros e incluso enriquecerse.
Las falsificaciones son generalente novedades protegidas por un privilegio, casi siempre acordado por impresores parisinos. Vendidas a un precio inferior al de la edición original protegida, estas obras ilícitas muestran a menudo una peor apariencia (papel de menor calidad, formato más pequeño, e impresión más comprimida).
En cuanto a los textos prohibidos, ellos abarcan tanto los escritos de los filósofos del s. XVIII (Voltaire, Montesquieu, Rousseau), como los panfletos y otros textos políticos, heréticos y libertinos. En este caso, ni el nombre del autor ni el del impresor nunca aparecen mencionados en la portada. Se coloca en su lugar un falso nombre y una falsa dirección extranjera (Leyde, Londres o Amsterdam...). Entre los que hicieron fortuna con esta actividad ilícita, se encuentran dos dinastias de libreros, los Duplain y los Bruyset.
En el taller de los Duplain, se suceden dos generaciones de libreros lioneses en el s. XVIII, seguida de una tercera, instalada en Paris. Fundada alrededor de 1700 por Marcellin Duplain (1670-1740), la actividad del taller es continuada enseguida por sus hijos Benoìt y Pierre ( los hermanos Duplain). Detrás de la fachada de una producción oficial absolutamente decente (diccionarios, manuales, obras religiosas), los Hermanos Duplain se dedican simultáneamente al comercio de los libros ilícitos... Y lo mismo sucede en la empresa tipográfica de Jean Marie Bruyset (1719-1791), el más célebre de otra gran familia de libreros.
Él recurre al mismo subterfugio, pero en este caso lo hará de manera más cínica y atrevida. Cercano a numerosas personalidades oficiales, aprovecha su amistad con el inspector de la libreria de Lyon , Claude Bourgelat (1712-1779) que no dudará en protegerle. Brruyse falsifica con toda impunidad, imprimiendo sus ilícitas obras tanto en Lyón como en Ginebra. En el marco de este oficio, las estrategias adoptadas por los infractores para evitar las represalias no restan ni de ingenio ni de audacia. Con frecuencia, la producción que sale de los talleres clandestinos, junto a las obras prohibidas se ocultan en las celdas y bodegas de los conventos circundantes (Cordelier, Jacobinos). La policia se muestra generalmente reticente a violar el santuario de estos lugares tan solemnes para realizar registros por sorpresa. Pero las obras también se custodiaban en casas de particulares o en almacenes secretos a las afueras de Lyon.
En realidad, Lyon no solo fue un importante centro de producción de libros ilícitos, sino también un lugar de tránsito privilegiado para aquellos procedentes de otras ciudades como Avignon, Ginebra, Neuchàtel. Del mismo modo, una buena parte de los libros clandestinos de origen lionés fueron vendidos por Suiza.
En la Biblioteca Histórica Marqués de Valdecilla de la Universidad Complutense se custodian un número importante de ejemplares salidos de las prensas de esta dinastía de libreros: Los Duplain y los Bruyset. Sería interesante rastrear los ejemplos de la producción oficial frente a los ilícitos, ya sabéis atentos a las falsas direcciones y peor apariencia.