El Colegio Imperial de Madrid tuvo desde sus inicios una biblioteca adaptada a sus necesidades educativas y de devoción. Pero, coincidiendo con la fundación en su sede de unos Estudios reales, el jesuita Claude Clément redacta un tratado de biblioteconomía que, a través de la iconografía de su portada, de la dedicatoria y de la introducción solicita al rey Felipe IV de España la creación en su sede de la gran biblioteca de la Contrarreforma, a semejanza de la que su abuelo Felipe II fundó en el Monasterio de El Escorial.
Aunque la biblioteca imaginada por Claude Clément no se pudo llevar a cabo, en su funcionamiento, organización del fondo, catálogos o decoración pictórica se pueden rastrear numerosos elementos clementinos. El Colegio Imperial de Madrid consiguió reunir a lo largo de su historia una importantísima colección de libros hasta el punto que fue valorada por el jesuita Andrés Marcos Burriel como la más importante de Madrid, después de la Biblioteca real.
La Compañia de Jesús fue, a lo largo de su historia, forjadora de grandes bibliotecas, adscritas siempre a sus casas y colegios. Como fórmula establecida en su normativa tenían obligación de, adaptándose a las posibilidades económicas de cada centro, mantener el fondo actualizado, descartar los duplicados y los considerados inútiles para sus necesidades intelectuales y de devoción, y proteger de consultas inadecuadas los ejemplares "peligrosos". El libro era una de sus armas fundamentales para llevar a cabo su labor de enseñanza y apostolado en la comunidad en que cada centro estaba inserto.
Miguel Alonso, A. (2023). La biblioteca del Colegio Imperial de Madrid, templo de las musas Ad maiorem gloriam Dei. Librosdelacorte.Es, (27), 345-376. https://doi.org/10.15366/ldc2023.15.27.013