"...Pero quien iba a resucitar a los muertos o a devolver los brazos o las piernas a los mutilados, a pintar los cuadros o imprimir los libros únicos quemados en las hogueras, a mitigar el luto o el odio, a reconstruir las bibliotecas y las iglesias y los laboratorios que costó tanto levantar y que fueron arrasadas en el curso de una tarde, de una sola noche..." (Ignacio Abel, La noche de los tiempos, Antonio Muñoz Molina, pág. 932). [Seguir leyendo]
Ignacio Abel, despojado de su ceguera, en una lluviosa noche de octubre de 1936 va desvelando a su amante perdida las razones de su huida. Iluso, había vivido el sueño insensato de querer ver el progreso instalado en su paisaje más íntimo, su ciudad, su país. Escéptico, había despreciado los peligrosos desvaríos de quienes le rodeaban. Transitando entre la inconsciencia y la cobardía, había integrado en su rutina de normalidad la apasionada aventura con su amante y la cotidianeidad de su vida familiar.
Pero todo había estallado a la vez y él no lo supo ver. Su pragmatismo, su solidez, esa armonía geométrica que aplicaba a su vida y a su trabajo como arquitecto de la Ciudad Universitaria, se habían desmoronado y eran sólo ruinas, como la Facultad y la Biblioteca que con tanta pasión había diseñado y levantado. Y había huido. Despojado de todo, de su familia, de su amante, de su ciudad. Pero, también, del peso de la responsabilidad, de la ambición, de la vanidad.
La justificación para su huida se la dio otra Biblioteca. No la que habían soñado que un día sería el corazón de la Ciudad Universitaria de Madrid. Esa nunca se construiría y pasados setenta años todavía el espacio seguiría vacío.
Ignacio Abel había aprendido, con el dolor brutal que da el miedo y el abandono, que no se puede construir el paraíso sobre la tierra. Pero seguía necesitando "hacer bien algo que tenga utilidad y sea duradero y sólido". Y por eso, aceptó construir una nueva Biblioteca.
"Es un claro en un bosque de arces y robles, una elevación más allá del lado oeste del campus, con una vista del río Hudson. El edificio se verá desde los trenes que pasen junto a la orilla, desde los barcos que suben y bajan por el río. Incluso desde el otro lado, desde los acantilados de New Jersey. Será el más visible del collage. Lo imagino por encima de las copas de los árboles, más escondido cuando estén llenos de hojas, al final de un sendero que se apartará del rectángulo central, un camino de retiro y elevación hacia los libros, sus luces encendidas hasta la medianoche. Habrá libros, pero también discos de cualquier música, de cualquier parte del mundo... Imagino cabinas insonorizadas para escuchar los discos, salas de proyección en las que cualquiera pueda ver las películas... Habrá salas de lectura con grandes ventanales desde los que se dominen el bosque y el río, los otros edificios del campus. No una de esas bibliotecas lúgubres que hay en Inglaterra, y que se imitan absurdamente en América, con olor a moho y a cuero podrido, con estanterías y ficheros de madera oscura, como ataúdes o monumentos funerarios, con lámparas bajas de pantalla verde que les den color de muerto a las caras. Veo una biblioteca luminosa, como esos edificios y talleres que construyeron los maestros de usted en Alemania, como esa escuela que hizo usted en Madrid. Una biblioteca práctica, como un buen gimnasio, un gimnasio para la inteligencia. Una torre vigía y un refugio también..." (Phil Van Doren, La noche de los tiempos, Antonio Muñoz Molina, págs. 148-149).
A Ignacio Abel sólo le queda ese refugio, y allí le dejamos. Tampoco nosotros podemos imaginar "su porvenir ignorado y perdido en la gran noche de los tiempos". Siempre nos quedará el solar inmenso y vacío de un sueño no construido.
Bibliografía:
Antonio Muñoz Molina, La noche de los tiempos, Barcelona, Seix Baral, 2010.
Javier Tacón, "Libro con huella de bala", en Folio Complutense, 12 de enero de 2010 (incluye bibliografía sobre la guerra civil española en la Biblioteca de la Universidad de Madrid).
Javier Gimeno Perelló, "La noche de los tiempos", en Sinololeonolocreo, 21 de junio 2010.