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En el Año Mundial de los Bosques: la defensa de la salubridad del arbolado en las postrimerías de la Ilustración

Isabel Corullón Paredes 7 de Noviembre de 2011 a las 11:36 h

A lo largo del siglo XVIII se observa el desarrollo de una sensibilidad respecto al arbolado que, partiendo de la valoración económica que consideraba los montes como un recurso económico estratégico para un país, evolucionó hacia la apreciación de sus funciones para mantener el equilibrio medioambiental. Los naturalistas de la Ilustración percibieron la influencia benéfica de las masas forestales para mantener el nivel de humedad, y suavizar el clima. También advirtieron que los árboles, con la descomposición de hojas, ramas y raices, contribuían a crear suelo orgánico. Además, fueron conscientes de que servían para frenar la erosión, detenían el avance de las dunas y frenaban la desertización. [Seguir leyendo]

 

En su cruzada a favor de los bosques, los ilustrados contribuyeron a desmontar numerosos prejuicios que existían en la mentalidad europea desde época medieval. Pero el más resistente de todos ellos fue el de la insalubridad del bosque, que se encuentra incluso en obras de autores favorables al arbolado, como el ya citado Bowles. En la  Introducción a la historia natural y a la geografía física de España se puede leer lo siguiente: "Los paises húmedos en que hay grandes bosques se hacen salubres talando la arboleda, porque se da corriente á los vientos"( 3ª ed. p. 326). Se consideraba, basándose en ciertas doctrinas médicas no contrastadas, que los bosques producían miasmas y otros vapores maléficos, o al menos eran el refugio de los mismos.

 

Pero las investigaciones del físico inglés Priestley, que en 1773 presentó los resultados de sus experimentos sobre la respiración de las plantas, contribuyeron a sentar las bases científicas de la idea de que los árboles purifican el ambiente. Antonio Ponz se hace eco tempranamente de estas investigaciones en su Viage de España, y es uno de los primeros en defender la salubridad del arbolado: "Se han exhortado los plantíos en esta obra como extremadamente necesarios para la subsistencia, y el aumento del Reyno, para su abundancia, riqueza y hermosura. Deben también considerarse como de suma importancia para la salud de los vivientes. Prevalecen los árboles en los ayres malos, y corrompidos, y toda materia podrida mezclada con la tierra suministra alimento a las plantas por sus raices. Ya es cosa sentada entre los físicos, que los árboles se alimentan tanto por las hojas, como por dichas raices, conviviendo igualmente, que chupan todo efluvio pútrido introducido en el ayre, y que por consiguiente lo purifican " (Viage de España, 2º ed, 1787, vol. IX, p.XXVII)

 

A finales del siglo XVIII la teoría de la insalubridad de los bosques desaparece del pensamiento médico. En España el primer texto médico dedicado a demostrar sistemáticamente los efectos beneficiosos del arbolado en la salud pública es la Memoria sobre los medios de mejorar el clima de Madrid, restablecer su salubridad y fertilidad, publicada en 1825 por Blas Llanos, miembro del Colegio de Médicos de Madrid y de la Real Academia de Medicina. Esta obrita de 60 páginas constituye un fruto tardío de la Ilustración, como se ve tanto por su estilo como por las fuentes que utiliza. Pero al mismo tiempo es un ejemplo de las preocupaciones ambientalistas en el pensamiento médico, que adquirirán gran desarrollo a lo largo del siglo XIX. En ella su autor hace una apasionada defensa de los beneficios del arbolado.

 

Comienza hablando de la situación de Madrid, y de la abundancia de sus montes, dehesas y alamedas, que propiciaban la fertilidad de su suelo y la salubridad de su clima, razones que se tuvieron presentes para asentar allí la corte. Hace una relación de los montes y dehesas que rodeaban el Madrid medieval, tal como aparecen en el Libro de la Montería de Alfonso XI.

 

A continuación describe como a partir de convertirse en corte, comenzó la corta y la tala del arbolado de los alrededores, para atender la necesidad de leña y madera en la ciudad, pasándose de la abundancia a la carestía. A consecuencia de la desaparición del arbolado, con el aumento de la aridez se vuelven los aires más destemplados y el clima se deteriora, haciéndose sentir más el rigor de las estaciones. Las numerosas fuentes que existían en la villa empiezan a secarse en verano  y los campos próximos pierden su fertilidad natural. Al mismo tiempo el aire es cada vez más insalubre, debido a la falta de limpieza de las calles, donde se acumulaban todo tipo de inmundicias.

 

Hace algunas reflexiones sobre la urgencia de poner remedio a tantos males, para restablecer la salubridad de la villa, pues la salud de los madrileños se iba quebrantando más cada vez, de tal forma que se han "fijado se puede decir endémicamente las pulmonías, pleuresías, perlesías, reumatismos etc.; pero de un modo tan agudo y violento ....que hacen pagar respective á sus habitantes mayor tributo á la muerte, que la fiebre amarilla cuando ataca los Reynos de Andalucía"

 

Trata después de las ventajas y propiedades de los árboles en general, considerándolos como el remedio universal de los males que sufre la ciudad. La finalidad de este capítulo, dentro de la mejor tradición de la propaganda ilustrada a favor de los árboles, es "combatir algunas preocupaciones que han reynado y reynan entre ciertas gentes, y manifestar al mismo tiempo que sin ellos es muy precaria la salud, las riquezas y la prosperidad de los pueblos"

Sobre la necesidad de corregir los prejuicios de los labradores se expresa de esta manera:  ".....los preocupados e ignorantes han dirigido la opinión de estas gentes, y les han hecho creer que los árboles son perjudiciales á la salud y a la granazón de las mieses y legumbres, que arruinan las plantas menores, que atraen las tempestades, que sirven de albergue a los pájaros y que se ocultan entre ellos los malhechores y ladrones". Y continúa su apasionado discurso: "Si hay algún caso en que un escritor celoso del bien de su pais deba levantar la voz contra la desidia de sus compatriotas; si hay algún abuso digno de combatirse con las armas de la razón, sin contemporizar con la ignorancia ni con el interés mal entendido; si hay algún mal de tanta trascendencia que parezca autorizar á la aplicación de toda suerte de remedios, por violentos y crueles que sean, es seguramente la desnudez de nuestros montes..". Lejos de los que criticaron el carácter despótico de la legislación forestal borbónica, el doctor Llanos se define aquí como decidido partidario de la misma, en consonancia ideológica con la restauración del régimen absolutista por Fernando VII.  

 

Las razones de esta cruzada en defensa del arbolado las resume el propio autor, sintetizando las ideas que habían puesto en circulación los ilustrados desde el siglo precedente: "De esto se sigue que el primer efecto de la devastación de los bosques, dehesas y montes, es la disminución de las aguas de las fuentes, ríos y arroyos, y la aridez y sequedad de la tierra; que es evidente el influjo y armonía que tienen los árboles con la atmósfera, y por consiguiente con el clima, la sanidad y fertilidad de los pueblos; que las lluvias dejan de ser periódicas y constantes en las superficies que carecen de árboles y están abrasadas por la reverberación de los ardientes rayos del sol; y en fin que la escasez de las cosechas y los transtornos que sufren con tanta frecuencia,  proviene principalmente de la falta de arbolados"

 

Finalmente concluye recomendando el restablecimiento de aquel anillo de bosque que primitivamente rodeaba Madrid, realizando plantíos que se verían beneficiados con la traída de aguas del Jarama que se estaba proyectando en aquel momento. Estos plantíos exhaustivos de la periferia, junto con el aumento del arbolado también en calles y paseos del interior de la villa, traerían muchas ventajas a sus habitantes y serían el remedio más eficaz  para suavizar el clima, mejorar el aire y restablecer la salubridad.

 

Las buenas razones que expone el doctor Llanos en esta obrita nos siguen resultando convincentes a los madrileños y sabemos que encontraríamos en los árboles un buen aliado en el principal problema ambiental de ahora mismo, la contaminación del aire.

 

Bibliografía

  • Urteaga, Luis. La tierra esquilmada: las ideas sobre la conservación de la naturaleza en la cultura española del siglo XVIII. Madrid, 1987

 

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Comentarios - 2

Ramon

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Ramon - 20-08-2019 - 17:37:20h

Las medicinas antiguas consideraban a el hombre como un todo, mundo y hombre coexisten en perfecta relación como un gran ser o totalidad. La enfermedad era entendida como una disarmonía en esa relación infinita, causada por el conflicto al separarse el hombre del mundo. El ser en su yo sostenido e inexistente, se resiste penosamente a la unión deleitosa en el todo.

lupulopropiedades

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lupulopropiedades - 9-07-2019 - 21:35:26h

Un texto muy interesante. Demostrando que desde siempre, el hombre ha valorado positivamente el cuidado y presencia de toda la naturaleza para su vida. En ella podemos encontrar la solución a nuestras dolencias y la cura a muchas enfermedades. Existen numerosas plantas medicinales que encontramos en el medio ambiente: menta, eucalipto, el lúpulo, la valeriana... que sin necesidad de ser tratadas nos pueden aportar soluciones para el insomnio, los resfriados, el estrés...


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