Los catecismos políticos se hacen frecuentes a partir de la Ilustración y están estrechamente relacionados con la idea de la necesidad de una educación moral de la sociedad. La educación era considerada por el pensamiento ilustrado como la base del progreso material y moral de los pueblos, pieza clave en todos los proyectos revolucionarios. Sólo a través de la instrucción podía surgir el hombre nuevo, capaz de construir la sociedad sobre nuevas bases. La aparición de los catecismos políticos es paralela a la preconización de un sistema de instrucción pública, y estaban orientados a los escolares, pero también los hubo dirigidos al conjunto de los ciudadanos. [Seguir leyendo]
En España los primeros catecismos políticos aparecen a raíz de la invasión francesa y la Guerra de la Independencia. Son el resultado del nacimiento de la opinión pública, y la aparición de la propaganda. Surgen ante la necesidad de contrarrestar la actividad propagandística impulsada por Napoleón para convencer a los españoles de la conveniencia de aceptar la ocupación y el cambio dinástico. El catecismo político fue uno de los instrumentos fundamentales de la propaganda liberal. Utilizaba un método pedagógico de preguntas y respuestas tradicionalmente empleado por la Iglesia, para difundir los principios liberales y patrióticos de una forma sencilla. Esta fórmula había sido utilizada ya en el periodo revolucionario francés.
Tras esta primera etapa de los catecismos políticos publicados entre 1808 y 1810 de contenido patriótico, la segunda etapa corresponde al periodo de deliberación de las Cortes de Cádiz, expresando los catecismos las principales cuestiones filosóficas a debate. Una vez promulgada la Constitución de Cádiz, comienza una tercera etapa para los catecismos políticos, que a partir de este momento se centran en la divulgación de los principios constitucionales. La Constitución, de acuerdo con los planteamientos de la Ilustración, veía en la educación una pieza clave para construir una nueva sociedad. El requisito de saber leer y escribir era necesario para tener la totalidad de los derechos políticos. De ahí la importancia que otorga a la Instrucción pública, a la que dedica el Título IX, que dice lo siguiente: "Art. 366. En todos los pueblos de la Monarquía se establecerán escuelas de primeras letras, en las que se enseñará a los niños a leer, escribir y contar, y el catecismo de la religión católica, que comprehenderá también una breve exposición de las obligaciones civiles." Se puede observar en esta última frase una referencia implícita a los catecismos políticos.
De acuerdo con esta disposición se publicaba en el mismo año en Madrid el Catecismo político, arreglado á la constitucion de la monarquia española : para ilustracion del pueblo, instruccion de la juventud, y uso de las escuelas de primeras letras. Por medio de preguntas y respuestas, intentaba hacer accesibles los principios de derecho en que se basa la Constitución de 1812. Explicaba convenientemente todas las novedades introducidas, desde la definición de la nación española, a la división de poderes, pasando por la declaración de los derechos y deberes de los españoles, la nueva organización territorial del Estado, la aparición de una milicia nacional, y un nuevo modelo de percepción de impuestos. No está organizado en títulos y capítulos, como el texto constitucional, sino en "lecciones", de acuerdo con su vocación didáctica, aunque sigue de una forma más o menos lineal el orden temático de dicho texto.
En la Biblioteca Histórica se conservan otros tres catecismos políticos, publicados más de 25 años después, con ocasión del restablecimiento del régimen constitucional en España, con la Constitución de 1837. Nacen con la misma voluntad del anterior de divulgar los principios constitucionales. El primero de ellos es el Nuevo catecismo político arreglado a la constitución de la monarquía española, Madrid, 1837.
Dos años más tarde se publica el Catecismo político-legal-económico, de Perfecto Gandarias, Magistrado de la Audiencia Territorial de Zaragoza, editado en Madrid en 1839. Este catecismo incide en los principios del Estado liberal, y, consciente de la importancia del progreso de la economía para la felicidad de los pueblos, incluye además tres capítulos dedicados a la industria, el comercio y los principios básicos de contabilidad. Sobre el carácter y las intenciones de este catecismo, son bien explícitas las palabras introductorias de su autor, que muestran la plena vigencia de los principios ilustrados:
"Si los gobiernos absolutos resisten la instrucción del pueblo, los constitucionales deben proporcionarla por todos los medios posibles. Un pueblo ignorante no puede ser un pueblo libre. La instrucción nacional es la base de los gobiernos representativos, si no se quiere que estos degeneren en anárquicos. Por consiguiente, deseoso, como verdadero y puro español, de los progresos y felicidad de mi patria, no reparo en publicar los presentes elementos ..... bastándome la satisfacción de ver a mi patria salir del oscurantismo y atraso en que por tantos años ha estado."
Esta introducción muestra la plena vigencia de los principios de la Ilustración que dieron origen a estos catecismos. Por último, el Catecismo político de los niños: corregido y aumentado, de Manuel Benito Aguirre Madrid, 1841, es un ejemplo de catecismo dirigido a los escolares.
Bibliografía
- Catecismo político arreglado a la Constitución de la Monarquía española. Estudio preliminar a cargo de Enrique Ujaldón, Murcia, 2008
- Sotés Elizalde, María Ángeles. Catecismos políticos e instrucción política y moral de los ciudadanos (siglos XVIII y XIX) en Francia y España. En Educación XXI, Núm. 12, 2009, pp. 201-218
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