Antes de comenzar la restauración de una obra, es necesario realizar un examen previo para determinar el estado de deterioro y las características materiales del libro (p. e. tipo de encuadernación). En este examen podemos ayudarnos con instrumentos de magnificación óptica (lupas, microscopio) y también se realizan las pruebas necesarias para determinar el estado de conservación. [Seguir leyendo]
En la primera entrega mencionamos la influencia de la presencia de iones de hierro II en el poder corrosivo de la tinta. Una de las pruebas a realizar es la confirmación de la presencia de estos iones, mediante el uso de un papel indicador desarrollado por el Netherlands Institute for Cultural Heritage (ICN, Ámsterdam), el Iron Gall Paper Test, que contiene batofenantrolina, un compuesto que toma un color rojo en presencia de Fe(II)
Aunque por el estado de conservación actual, es de prever que la tinta efectivamente presenta una actividad corrosiva, que ya ha dado lugar al deterioro, realizamos el test para mayor seguridad. Como puede apreciarse en las imágenes, el test dio positivo, lo que indica que actualmente existe actividad oxidativa catalizada por el hierro en estado de oxidación II. En todo caso, la apariencia de la tinta en las zonas aún no afectadas, ya indica esta actividad por la presencia de halos oscuros alrededor de los trazos y el oscurecimiento del papel en el reverso de los trazos.
Otra prueba que realizamos para determinar el estado de conservación fue la medición del pH superficial en 3 hojas y 2 zonas diferenciadas en cada hoja: sobre zonas manuscritas y sobre el papel blanco del margen. El pH medio de las zonas escritas resultó de 2,7, mientras que el papel sin tinta tenía un pH superficial medio de 5,5. Se confirma pues la alta acidez del soporte en los alrededores de la tinta.
Llegados a este punto, la única alternativa actual para la estabilización de tintas ferrogálicas activas es el tratamiento con fitato de calcio o magnesio combinado con la desacidificación con bicarbonato de calcio. La desventaja de este tratamiento es que, al ser de aplicación acuosa, hay que desmontar todas las hojas, con el subsiguiente impacto sobre la encuadernación: deben seccionarse los enlaces de las cabezadas y la costura original se deshace completamente. Por otro lado, las cubiertas si serán recuperadas en el nuevo montaje, al igual que las cabezadas, que serán adheridas sobre el lomo.
Respecto a la encuadernación, es un modelo bien conocido por nosotros, ya que muchos de los manuscritos de nuestra colección presentan la misma encuadernación, con super libris dorado del escudo cisneriano. Por las características estructurales de la encuadernación, suponemos que esta campaña de reencuadernación sistemática del fondo, data del s. XVII o XVIII.
Teniendo en cuenta que no hay, en el estado actual de la técnica, otra alternativa para la estabilización del deterioro por tintas activas que el fitato y que la encuadernación es un modelo muy repetido, decidimos realizar el tratamiento, que seguiremos documentando en esta serie.
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