Este pequeño alabastro policromado con el retrato del cardenal Cisneros de Felipe Bigarny, esta considerado, por su valor artístico y su interés documental y gráfico, como una de las piezas más singulares del patrimonio artístico de la Universidad Complutense. Pertenece a la Universidad desde los primeros años de su fundación, como se puso de relieve en la reciente exposición sobre los orígenes de la Biblioteca Complutense, Preparando la Poliglota, muestra de la que formo parte esta notable pieza. Desde entonces -y al igual que la célebre tabla de la Cruz en el Calvario de Juan de Borgoña- este bellísimo busto policromado puede admirarse en las instalaciones de la Biblioteca Histórica donde ha quedado expuesto para la visita pública. [Seguir leyendo]
El relieve fue realizado por Felipe Bigarny (Langres, Borgoña, c. 1475 - Toledo, 1543) uno de los escultores más importantes de la primera mitad del siglo XVI y uno de los introductores del Renacimiento en Castilla junto con Alonso Berruguete y Diego de Siloe, artistas con los que trabajo en distintas ocasiones. Aunque de origen borgoñón, Felipe Bigarny desarrolló toda su carrera en la península, donde se instaló de modo definitivo a partir de 1498, cuando apenas contaba con veintitrés años de edad. Autor prolífico y de primorosa técnica y acabado, tuvo un enorme éxito, lo que le permitió mantener bajo su nombre un gran taller que con el tiempo alcanzó una amplia influencia geográfica. Sus primeras obras las realizó en Burgos pero pronto consiguió trabajos en otras importantes ciudades como Salamanca, Palencia, Haro, Granada, entre otras y, cómo no, Toledo, donde el cardenal Cisneros le encargó algunas obras importantes para la catedral. Precisamente la sede toledana alberga, junto con la burgalesa, algunas de sus obras más notables, entre las que destacan, además de los relieves del Retablo Mayor de sus primera época, algunas de sus últimas obras: la inacabada sillería del coro y, sobre todo, el Retablo del Descendimiento, en el que destaca el relieve de la Imposición de la casulla a San Ildefonso, considerara como una de sus mejores obras. Al igual que ocurre con otros artistas de origen norteño instalados en la península a finales del siglo XV, en sus obras coexisten rasgos estilísticos flamencos y borgoñones del último gótico junto con claras influencias del Renacimiento italiano. Estas últimas, en el caso del artista borgoñón, se reforzaron tras su colaboración con Alonso Berruguete, artista con clara impronta miguelangelesca que la crítica siempre ha considerado como una figura determinante en la evolución de su estilo hacia formas renacentistas plenas. No obstante Felipe Bigarny, lejos de imitar el agitado expresivismo y el gusto más manierista de Berruguete, siguió cultivando un estilo mucho más correcto, sosegado y sereno pero a la vez también deudor del movimiento expresivo que anima a las creaciones de Berruguete. La influencia de Felipe Bigarny en la escuela castellana fue importantísima y puede reconocerse su huella en la mayor parte de los retablos de la primera mitad del siglo XVI.
El relieve es un magnifico alabastro que representa el busto de Cisneros de perfil con la cabeza vuelta hacia la derecha y las facciones recortadas sobre el fondo azul. Los toques de policromía del relieve se deben a Fernando del Rincón, pintor castellano contemporáneo de Felipe Bigarny. Esta magistral obra nos muestra su característica y cuidadísima ejecución técnica y su gran maestría en el arte del retrato: el artista logró plasmar en el rostro la personalidad enérgica, firme e inteligente que caracterizó al cardenal Cisneros según sus biógrafos y que se reflejan particularmente en la firmeza y la expresión contenida que trasmite el mentón y el rictus de la boca y la gran energía que se adivina en sus ojos, incisivos y penetrantes. El prelado aparece investido con una capa pluvial ricamente decorada al gusto italiano con motivos alusivos a su doble condición de cardenal y arzobispo de Toledo: la insignia con las llaves entrecruzadas de la cenefa bordada de la capa aluden a su dignidad cardenalicia, mientras que el motivo representado en el broche de cierre en forma de clípeo, con el tema de la Descensión de la Virgen, hace referencia a su condición de arzobispo de la sede primada. Este asunto iconográfico recoge la leyenda toledana de la imposición milagrosa de la casulla a San Ildefonso, como prueba de agradecimiento por haber aquel escrito el tratado De virginitate sanctae Mariae.. Como señala Castillo Oreja "el carácter emblemático de ambos motivos y la misma condición del retrato, en la que el aspecto solemne y distanciado del personaje no elude un sentido estricto de la realidad, avalan el carácter oficial de esta imagen de Cisneros. Este equilibrio entre la representación serena y reposada, enfatizada por la posición de perfil y la insistencia den los rasgos característicos del personaje es lo que Checa ha denominado como equilibrio clasicista". Otros autores, como Portela, señalan como en esta obra el artista fluctúa entre el verismo del rostro, de tradición gótica y flamenca, y el nuevo lenguaje renacentista que se que se desarrolla ampliamente en el suave modelado de la talla y en la rica y menuda decoración de gusto italianizante del borde de la capa pluvial.
El ajustado equilibrio entre realismo y solemnidad que caracteriza a este retrato y la gran calidad de su modelado impresionaron a la crítica desde antiguo. Ya en el siglo XVIII Ponz dejó constancia de su existencia, describiendo con detalle la pieza y su valor en Viaje de España. Ceán Bermúdez lo atribuyó, por primera vez, a Felipe Bigarny y, a pesar de la ausencia de datos documentales sobre su realización, lo fechó en 1502, coincidiendo con el encargo de Cisneros a Bigarny de algunas piezas para el retablo mayor de la catedral de Toledo. La crítica posterior admitió sin reservas esta atribución, pero no su datación, sobre la que ya no ha existido tanta unanimidad entre los especialistas. Elías Tormo -que llegó a ser rector de la Universidad de Madrid- la consideró como una obra maestra del Renacimiento español destacando la dulzura de su modelado y su parecido físico, pero propuso como fecha probable de ejecución 1515, datación aceptada también por autores como Checa o Azcárate, si bien este último autor situó su posible ejecución en un arco de tiempo mayor, entre 1515 y 1519. Castillo Oreja, en cambio, sostuvo que el retrato se encargó con posterioridad a la muerte del cardenal en 1517 y retrasó su ejecución hasta 1518, fecha del décimo aniversario de la inauguración del Colegio Mayor de San Ildefonso y del encargo por la institución universitaria del sepulcro de su fundador, el cardenal Cisneros, a Fancelli así como del retrato de alabastro y de una medalla conmemorativa a Felipe Bigarmy. Las tres obras -el retrato en alabastro, la medalla y el sepulcro- fueron utilizadas "como medio de exaltación de la figura del ilustre fundador fallecido unos meses antes". Este autor también fundamente su tesis basándose en el análisis de las representaciones del cardenal realizadas en vida del prelado y por encargo suyo, en las que el equilibrio clasicista que caracteriza al relieve de Felipe Bigarmy se diluye claramente en beneficio de unos rasgos físicos mucho más realistas y expresivos como ocurre, por ejemplo, en las tres representaciones del cardenal dirigiendo la campaña de Oran que aparecen en el ciclo pictórico de la capilla mozárabe de la catedral de Toledo a manos de Juan de Borgoña, representaciones más realistas que responden claramente a las preferencias y gustos estéticos de Cisneros respecto a su imagen. Castillo Oreja también señala que la calidad excepcional del retrato de y su carácter de imagen oficial del fundador de la Universidad de Alcalá le dieron una amplia repercusión iconográfica y sirvió de modelo o fuente de inspiración más o menos directa a numerosas representaciones posteriores de muy diferente técnica y calidad.
Gracias a la precisa descripción de Ponz sabemos que originalmente la pieza era ovalada y se encontraba en la sacristía de la iglesia de San Ildefonso de Alcalá de Henares. Con posterioridad a 1787 fue trasladada al Gabinete de Antigüedades y Librería del Colegio Mayor. Quizás entonces fue restaurada -los restos de antiguas fracturas son todavía visibles- y reducida al formato rectangular que hoy tiene. En aquella época fue también enmarcada con una compleja y recargada moldura de estilo dieciochesco rematada con el capelo episcopal alusivo a la dignidad eclesiástica de Cisneros. Hasta su traslado a la Biblioteca Histórica para la exposición Preparando la Poliglota presidía el despacho rectoral.
Bibliografía:
- Azcarate, José María. La escultura del siglo XVI. Ars Hispaniae XIII. Madrid: Plus Ultra, 1958, pág. 41
- Castillo Oreja, Miguel Angel. El cardenal Cisneros. En Una hora de España : VII centenario de la Universidad Complutense : [exposición] Madrid, Centro Cultural de la Villa, 3 marzo-10 junio 1994. Madrid : Universidad Complutense: Ayuntamiento: Fundación Caja de Madrid, 1994, pp. 96-99
- Céan Bermúdez, J. A. Diccionario histórico de los más ilustres profesores de las Bellas Artes de España. Madrid: Imprenta de la Viuda de Ibarra, 1800. t. IV, pág. 199
- Checa, Fernando. La pintura y escultura del Renacimiento en España, 1450-1600. Madrid: Cátedra, 1983, pág. 124.
- Ponz, Antonio. Viaje de España. Madrid, Joachin Ibarra, 1772-1794. (18 vol) vol. I, 1787, pág. 294
- Portela Sandoval, Francisco José. Pintura de los siglos XIX y XX. Escultura, orfebrería mobiliario... En Patrimonio artístico de la Universidad Complutense de Madrid : inventario. Madrid : UCM, 1989. pp. 29-45.
- Río de la Hoz, Isabel del. El cardenal Cisneros. En: Cisneros y el Siglo de Oro de la Universidad de Alcalá : [exposición] Universidad de Alcalá 23 de abril-25 de julio 1999. Alcalá de Henares : Universidad de Alcalá, 1999.
- Ruiz García, Elisa. Escenografías del Poder. Otros "Realia". En Preparando la Biblia Políglota Complutense : Los libros del saber. Madrid : Universidad Complutense de Madrid, D.L. 2013, pp. 202-203.
- Tormo, Elias. Algo más sobre Felipe Vigarmy. En: Boletín de la Sociedad Española de Escursiones XXIII, 1914, pág. 275.