La revista de Estudios Bíblicos editada por la Universidad de San Dámaso ha publicado, en colaboración con la Asociación Bíblica Española, un número monográfico dedicado a conmemorar el V Centenario de la Biblia Políglota Complutense (Volumen LXXII, año 2014, enero-abril, cuaderno 1). En dicho número diversos especialistas ofrecen su análisis sobre distintas cuestiones referidas a los trabajos de la Políglota, desde una primera introducción para situarla en el contexto de la época y en la historia de las políglotas, pasando por un estudio tipobibliográfico, y varios estudios relativos a los textos hebreo, griego de los Setenta, arameo, griego del Nuevo Testamento y versiones latinas. [Seguir leyendo]
El director de la revista y coordinador del número, Ignacio Carbajosa, abre el volumen con un artículo introductorio "A los 500 años de la Biblia Políglota Complutense. Enseñanzas de un gran proyecto editorial", en el que nos explica cómo Cisneros buscaba la apertura de la biblia a nuevas traducciones que recuperasen las versiones de las lenguas originales, en un esfuerzo cuyos más lejanos precedentes fueron las Hexaplas de Orígenes, en el siglo III y la Vulgata de San Jerónimo. Para ello, puso todo el interés en basarse en las fuentes originales, siguiendo las corrientes del humanismo renacentista que están en la base de la crítica textual moderna, e intentó conseguir los manuscritos bíblicos más antiguos en cada una de las lenguas. Algunos de ellos, en la actualidad en la Biblioteca Histórica de la UCM, se analizan en otros capítulos.
Ignacio Carbajosa insiste en subrayar la intención didáctica de la Políglota a partir del latín como llave de acceso a los textos originales, dado que era la lengua vehicular en los ambientes universitarios y cultos. De hecho, en los tomos del A.T. podemos ver en cada página tres versiones latinas, traducciones de las lenguas originales que no todos los estudiosos podían leer: la columna hebrea, acompañada por la traducción latina de San Jerónimo (la Vulgata), la columna griega de los Setenta, con su traducción latina interlineal, y la versión aramea con su propia traducción latina. El objetivo de ayudar a comprender los textos se complementa con llamadas entre palabras de diferentes lenguas (a través de pequeñas letras voladas impresas), inclusión en los márgenes de raíces de vocablos hebreos, referencias a otros pasajes bíblicos paralelos o relacionados, etc. La intención didáctica se complementa con la gramática hebrea del Tomo VI.
El autor ofrece al lector su visión del Cardenal Cisneros como pionero en la búsqueda de la comprensión de la Biblia a través de todas las lenguas originales, y lo pone en relación con los estudios contemporáneos que, ante la imposibilidad de reconstruir un único texto original, van abriéndose a "una imagen sinfónica del texto de la Biblia (al menos en el AT), es decir, un texto que debe ser escuchado a varias voces, y, en consecuencia, impreso como una Políglota". A este reto de dar voz a diferentes versiones o ediciones responden algunos de los más importantes proyectos internacionales de hoy en día, como el Hebrew University Project (HUP), el Oxford Hebrew Bible (OHB) o la Biblia Qumranica. También este objetivo está en la base de las traducciones a lenguas modernas de la Septuaginta, considerada por algunos como la Biblia cristiana por excelencia, pues fue la utilizada por los primeros cristianos (edición española coordinada por Natalio Fernández Marcos y Mª Victoria Spottorno) y en lo estudios que incorporan a la riquísima tradición textual bíblica las versiones derivadas del siriaco (Peshitta).
Termina Ignacio Carbajosa su aportación con una breve revisión histórica de los estudios bíblicos en España. A la Políglota de Alcalá le sucedió la Biblia Políglota Regia (Amberes, Plantino, 1569-1572), que bajo los auspicios de Felipe II coordinó Benito Arias Montano, y que tuvo gran influencia en las posteriores políglotas de París (1645) y Londres (1657). Durante los siglos XVII, XVIII y XIX, por miedo al protestantismo o por miopía, España sufrió un empobrecimiento de los estudios bíblicos del que no salió hasta el siglo XX, en el que comenzó un extraordinario florecimiento. La fundación de la Asociación para el Fomento de los Estudios Bíblicos en 1925 o el nacimiento de la revista de Estudios Bíblicos desde 1929 se explican a partir de una primera generación de biblistas (Alberto Colunga, José María Bover, Teófilo Ayuso, etc.), que tras la guerra civil, dio paso a una segunda etapa marcada por el nacimiento del ambicioso proyecto Biblia Políglota Matritensia en el seno del CSIC desde 1947. A partir de este proyecto han sido muchas las aportaciones españolas al panorama internacional en todos los campos, hebreo, masorético, griego, latino, siriaco, Qumram, targúmico, de las que Ignacio Carbajosa da cuenta dando nombres y explicando publicaciones, a modo de guión imprescindible de los estudios bíblicos en España.
El siguiente artículo es obra de Julián Martín Abad, "Cisneros y Brocar. Una lectura tipobibliográfica de la Políglota Complutense", en el que se nos plantea la necesaria contextualización de la Políglota, no sólo como obra, sino como producto tipográfico y editorial, con las peculiares características de los post-incunables ibéricos. La BPC se imprime desde 1514 a 1517 en el taller de Arnau Guillén de Brocar, impresor de origen francés que antes había trabajado en Pamplona y en Logroño y que se instala en 1511 en Alcalá llamado por Cisneros. A lo largo del artículo, de la mano de Julián Martín Abad "recorremos parsimoniosamente los volúmenes de la Biblia...".
Comenzamos por la portada, con el escudo de Cisneros, que había sido usado por Brocar desde 1511 como modelo estético en las obras que habían sido realizadas por encargo del Cardenal. Es un grabado xilográfico con algunos errores heráldicos, enmarcado en el tomo V en cuatro cintas con adornos sencillos, sobre los que hay un emblema en latín en la parte superior y el título y texto en la parte inferior. Otras dos piezas verticales más anchas y ricas en decoración de jarrones y plantas enmarcan el conjunto, cerrado en la parte superior por otra cinta sencilla. En el resto de los tomos se eliminan las dos cintas verticales pequeñas y se imprime en tinta roja el escudo.
La presentación de los textos, empezando por el Tomo I, el Pentateuco, es de una armonía sorprendente. Cada página es una totalidad textual en la que con gran pericia se incluyeron cinco conjuntos de textos, tres columnas en la parte superior y dos en la inferior, plenamente justificados (al menos visualmente). Del exterior al interior las columnas de arriba son los textos en hebreo, latín de la Vulgata y griego de la Septuaginta con traducción interlineal latina; del interior al exterior la parte inferior son el texto arameo del Targum de Onquelos y su traducción latina. En los Tomos II, III y IV sólo existen las tres columnas superiores (con algunas excepciones cuando falta el texto hebreo). Y en el Tomo V sólo dos columnas, el griego y el latín de la Vulgata. En los márgenes aparecen las concordancias establecidas según el sistema de capítulo, número y sección y también aparecen raíces del hebraico. Se incorporan letras voladas sobre palabras del hebreo y el latín de la Vulgata para relacionarlas. El mismo proceso de letras voladas para interrelacionar se observa en las versiones latina y griega del Nuevo Testamento. Hay además apostillas marginales con las raíces de as palabras hebreas, titulillos, encabezamientos, y por supuesto signaturas tipográficas,
Sobre la estructura de los volúmenes, los Tomos I, II y III presentan secuencia de signaturas relativamente compleja, están sin foliar y tienen registro al final (fórmula que refleja la estructura material de cada ejemplar); no tiene registro ni el IV, ni el V ni el VI, esté último el único que está foliado. Julián Martín Abad hace interesantes observaciones sobre cómo los cuadernos de las erratas de los tomos I, II y III no aparecen en los registros, y cómo no hay hoja de errata en el Tomo V. Pero sobre todo, cómo las signaturas de las partes segunda y tercera pudieran indicar que estaban concebidos como un único volumen.
Aparecen tres marcas tipográficas diferentes (o dos marcas, una de ellas de un dibujo con lema con dos estados, en el que cambia el lema) en los Tomos V, VI y IV.
Las iniciales: Sorprende la gran cantidad de iniciales xilográficas historiadas y la poca uniformidad en su uso. Más que la existencia de alfabetos xilográficos completos, parece que responde a un variadísimo muestrario de letras de uso más frecuente, algunos heredados del taller del taller de Estanislao Polono, lo que implicaría una relación entre ambos talleres. También se menciona los espacios en blanco reservados para iniciales iluminadas o para incluir tacos xilográficos.
Más aportaciones sobre los tipos, emisiones y estados cierran el artículo. La diferencia de estado más significativa es la fabricación de nuevo del primer cuaderno del Tomo I, con nueva portada, a cargo de Miguel de Eguía entre 1526-1527, yerno de Guillen de Brocar.
El artículo dedicado al texto hebreo está firmado por Ignacio Carbajosa. El resumen del artículo, es el siguiente: Los volúmenes I-IV de la BPC contienen todo el antiguo testamento en hebreo, arameo, griego y latín. Este artículo se ocupa de la columna hebrea y llama la atención sobre la novedad que supone imprimir un texto hebreo en una Biblia cristiana. Durante siglos el mundo cristiano no sintió necesidad de conocer el texto hebreo del AT dado que se partía de la premisa de que la versión latina de S Jerónimo, la Vulgata, lo recogía con veracidad al partir de esa fuente original. Se estudian los factores que hicieron posible esta novedad: el humanismo renacentista que quiere recuperar las fuentes clásicas en sus lenguas originales, la reforma de la iglesia española impulsada por los Reyes Católicos y por el Cardenal Cisneros, o la tradición judía sefardí; y los protagonistas que la llevaron a cabo: tres judíos conversos, Alfonso de Zamora, Pablo Colonel y Alfonso de Alcalá cuya participación no estuvo exenta de crítica (con acusaciones de judaizantes) por parte de mentes cerradas. Se pasa revista a las características de la columna hebrea: su relación con la Vulgata, el número, orden y contenido de los libros, el uso de acentos, vocales y notas masoréticas, así como el apartado marginal de raíces. Después de identificar los manuscritos hebreos que fueron empleados, entre los que destacan los de la Biblioteca Histórica BH MSS 1y BH MSS 2, el artículo concluye estudiando el diccionario hebreo-latín y la gramática hebrea que componen el volumen VI. Se aporta abundante bibliografía.
El siguiente artículo es "El texto griego de Septuaginta en la Políglota Complutense", de Natalio Fernández Marcos. El texto griego de Septuaginta fue impreso por primera vez en la Políglota Complutense. Se evalúa la importancia de este hecho para la historia del texto bíblico y se enumeran los manuscritos utilizados por los helenistas de Alcalá, entre los que se encuentran los de la Biblioteca Histórica BH MSS 22 y BH MSS 23. Se analizan los criterios adoptados en la edición de la columna griega y las distintas opiniones de los especialistas respecto al valor de dicho texto. La recepción del mismo culmina con la edición crítica del texto antioqueno en los libros históricos llevada a cabo por el equipo de Biblia griega de Madrid (CSIC). El autor alude por fin a las tareas pendientes, sobre todo aquellas que auguran resultados más prometedores. Entre ellas, se menciona específicamente el estudio detallado del manuscrito BH MSS 22 al que los especialistas daban por perdido completamente durante la guerra civil y del que se pueden leer, todavía partes importantes.
El siguiente artículo es "El texto arameo en la Políglota Complutense", de Luis Díez Merino. Aunque los judeoconversos elegidos por Cisneros para editar la Biblia Aramea, especialmente Alfonso de Zamora, prepararon el texto completo para toda la Biblia, sin embargo solamente fue publicado el Targum Onquelos (Targum al Pentateuco) en el volumen primero. El resto de la Biblia Aramea quedó en manuscrito (Profetas y Hagiógrafos), pues el Cardenal consideró que tenía muchas añadiduras parafrásticas. El apógrafo del Targum Onquelos ha desaparecido, y el texto editado ofrece el arameo con vocales, y sin acentos, solamente un signo para el Atnah; al arameo acompaña una traducción literal la latín, la primera traducción que se hizo a otra lengua. El Targum publicado tiene características cristianas que se pueden apreciar en numerosos detalles. El texto editado continúa siendo una valiosa fuente para la traducción targúmica.
Se mencionan algunos de los manuscritos utilizados, como el manuscrito BH MSS 6, para muchos el texto base para la Políglota, pero se describen con más minuciosidad los textos targúmicos de la Biblioteca Histórica BH MSS 4 y BH MSS 5, entre otros manuscritos arameos de otras instituciones. El artículo termina con una propuesta para la reconstrucción hipotética del texto arameo de la BPC a partir de todos los manuscritos.
Una observación a la lectura de este artículo es la ausencia de normalización en las referencias a los manuscritos complutenses, debida, sin duda, a la azarosa vida y destino de dichos manuscritos y la Biblioteca que los contenía. Luis Díez Merino se refiere a ellos por las antiguas signaturas de la Biblioteca Complutense o al antiguo Catálogo de Manuscritos de José Villaamil y Castro (por ejemplo, 116-Z-39 o Villaamil Ms. 4 para BH MSS 4 y 116-Z-40 o Villaamil Ms. 5 para BH MSS 5). Desde 1898, la colección fundacional de los manuscritos de la Universidad de Madrid (160 volúmenes) se conocieron por el nombre del bibliotecario que realizó su catálogo, José Villaamil y Castro, seguido del número que cada manuscrito tenía en el Catálogo de los manuscritos existentes en la Biblioteca del Noviciado de la Universidad Central, procedentes de la antigua de Alcalá, Madrid, Imp. de Aribau (Suc. De Rivadeneyra), 1898. Al crearse la actual Biblioteca Histórica de la UCM a principios del siglo XXI, a estos manuscritos se les tuvo que adjudicar una nueva signatura y, con el fin de no confundir a los investigadores que manejaban los repertorios clásicos, cada manuscrito fue identificado por unas nuevas siglas (BH MSS), seguidas del nº de orden que tenían en el Catálogo de Villaamil. Es decir, BH MSS 1= Olim Villaamil, nº 1. Sólo seguimos refiriéndonos al Catálogo de Villaamil en los casos en los que los manuscritos han desaparecido.
El siguiente artículo está dedicado al texto griego del Nuevo Testamento de la Políglota Complutense, a cargo de la investigadora Mª Victoria Spottorno. En él, se tratan los problemas de identificación de las fuentes manuscritas empleadas, la historia en torno a su publicación, la forma en que se editó el texto griego y su relación con la columna latina, y la importancia de los léxicos finales del volumen. De gran importancia es el manuscrito denominado 117-Z-1 de la Biblioteca de la Universidad, actualmente BH MSS 41 y que ha sido estudiado por Arantxa Domingo el año pasado ("El Pinciano y su contribución a la edición a la Biblia Políglota de Alcalá" en Pecia Complutense, año 10, número 19, julio 2013, ver artículo).
El libro termina con el estudio sobre "Las versiones latinas en la Políglota Complutense", a cargo de Luis Vegas Montaner. Siguiendo el resumen del editor: "Los humanistas complutenses fueron pioneros al editar con rigor crítico el texto de la Vulgata latina, basándose en manuscritos antiguos. Esta edición supone un progreso cualitativo respecto a ediciones precedentes y su texto fue reimpreso en Políglotas posteriores. Ligada a este proyecto editorial destaca la histórica discrepancia entre Cisneros y Nebrija acerca de los criterios a aplicar en la edición del texto de la Vulgata. Por otra parte, mientras que el texto griego de los LXX y el arameo del Targum van acompañados de versiones latinas literales efectuadas por la Academia bíblica de Alcalá, no se hace en la Biblia Complutense traducción directa al latín del texto original hebreo, asignando a la Vulgata la función de versión del mismo. El análisis de las diferentes versiones latinas de la Políglota resalta su finalidad didáctica". Entre los manuscritos latinos utilizados destacan los manuscritos de la Biblioteca de la Universidad Central, el BH MSS 31 (IX), muy deteriorado en la guerra civil española de 1936-1939, el BH MSS 32 (X) desaparecido completamente pero del que queda copia fotográfica, y la Biblia en dos volúmenes BH MSS 33-34 (XIII).