El devastador terremoto de Lisboa del 1 de noviembre de 1755 y sus posteriores réplicas produjeron, además de numerosas víctimas (alrededor de 90.000) y grandes destrozos (entre otros, la virtual aniquilación de Lisboa), también un terremoto intelectual en Europa.
Fueron muchos los intelectuales y teólogos ilustrados que debatieron cómo podía conciliarse semejante catástrofe, acontecida además un Día de Todos los Santos, con la bondad infinita de la Divina Providencia. Al mismo tiempo, aquello "despertaba la curiosidad" y exigía "al científico de la naturaleza" -en palabras de Immanuel Kant- que intentase explicar esos fenómenos tan inquietantes "con los conocimientos que puedan proporcionarle la observación y la investigación".
Entre 1756 y 1757 un joven Kant, recién nombrado profesor universitario, que aún no había desarrollado su filosofía crítica y que estaba muy volcado en temas de geografía física, escribe tres pequeños tratados dedicados a los terremotos. El propio Kant era plenamente consciente de lo poco que podía afirmarse entonces con certeza sobre estos fenómenos tan peculiares. Al respecto, afirma elocuentemente al comienzo del primero de los tres ensayos, "Sobre las causas de los terremotos" (1756):
"Yo renuncio al honor de cumplir este deber en toda su amplitud y se lo dejo a quien pueda jactarse, si alguien así apareciera, de haber penetrado en los secretos internos de la Tierra. Mi reflexión será por eso sólo un esbozo. Para explicarme con franqueza, contendrá casi todo lo que se puede decir hasta ahora del tema con probabilidad, aunque ciertamente no sea suficiente como para satisfacer aquel juicio estricto que examina todo con la piedra de toque de la certeza matemática. Habitamos tranquilamente en un suelo cuya base es sacudida de vez en cuando. Construimos, sin preocuparnos, sobre bóvedas cuyos pilares vacilan a veces y amenazan con desmoronarse. Descuidados de la fatalidad, que quizás no se halle tan lejos de nosotros mismos, cedemos el lugar del miedo a la compasión cuando nos percatamos de la desolación que causa en nuestros vecinos la catástrofe oculta bajo nuestros pies. Constituye sin duda un favor de la Providencia el que no seamos perturbados por el miedo a semejantes fatalidades, contra las cuales toda posible preocupación no puede hacer lo más mínimo para impedirlas, y nuestro sufrimiento real en tales casos tampoco puede contribuir a aumentar el miedo ante lo que consideramos sólo como posible."
Estos ensayos sobre los terremotos se insertan dentro de la preocupación general de Kant por comprender de forma unitaria y global los diversos fenómenos de la naturaleza, de manera tal que experiencia y especulación racional, ciencia y filosofía colaboran, aún sin clara delimitación, en la tarea común de conocer y descifrar los enigmas del mundo que nos rodea.
Para quien tenga curiosidad por leer y conocer estos interesantes ensayos, puede hacerlo en versión traducida pinchando aquí. Que los disfrutéis.