El Congo ha sido y es uno de esos muchos lugares del mundo vapuleados por la explotación más vil e inhumana que quepa concebir por parte de nuestro mundo civilizado. En el pasado fueron el caucho, el marfil y los diamantes. Durante los últimos quince años el acicate de la guerra y la miseria física y moral del Congo se llama "coltán", un mineral esencial para nuestros móviles, portátiles y consolas.

Coltán es el nombre africano del mineral colombio-tantalita. Se calcula que el 80% de las existencias mundiales de este raro y esencial mineral para nuestra tecnología digital se encuentra en el Congo. Esto hizo que durante los 90 su explotación se convirtiera en la gallina de los huevos de oro para grandes empresas occidentales. La demanda hizo que el precio del coltán subiera enormemente y que, en un Congo en guerra, el ejército y los grupos de milicianos opositores arrastrasen a punta de kalashnikov, a miles y miles de familias de pequeños agricultores a excavar sin descanso la región este del país, que contenía las mayores reservas del mineral. El coltán alimentó la guerra y la compra de armas por parte de todas las facciones. Violaciones, asesinatos, mutilaciones, trabajo esclavo de niños, atrocidades sin fin, fueron denunciadas hasta que finalmente la ONU llamó al orden a las empresas beneficirias, que se comprometieron a una explotación "filantrópica". Hacia 2002 la situación mejoró algo, coincidiendo con el fin "oficial" de la guerra civil. La industria buscó entonces otros lugares menos conflictivos para suministrarse. Pero la explotación de miles y miles de congoleños en las minas de coltán ha continuado, en un país devastado en el que prácticamente no hay en la actualidad ningún otro medio de supervivencia. Por si fuera poco, ahora, en los últimos tiempos, la caída del precio del coltán está produciendo consecuencias catastróficas, ahondando más y más la miseria para millones de congoleños. Una pesadilla.

¿Se había creído alguien que la famosa y vergonzosa explotación del Congo bajo Leopoldo II de Bégica de finales del XIX y principios del XX, denunciada por Conrad y Mark Twain, había sido el último episodio de barbarie que Occidente protagonizaría en aquellas fértiles tierras? ¿No bastaron aquellos más de veinte millones de muertos y todo tipo de vejaciones y atrocidades? No, está claro que no. Mientras haya algo que arrancarle a aquellas tierras, sus habitantes, acostumbrados ya al horror, no estarán a salvo de nuestra codicia.

¿Qué es lo que está en crisis? ¿La Bolsa? ¿Los bancos? ¿El estado del bienestar? Lo que está en crisis es el modo de vida occidental, el capitalismo salvaje, que está empezando a devorarse a sí mismo. Y tú que lees estas líneas, cada vez que utilices tu móvil, tu portátil o veas jugar a tus hijos o hermanos en la consola, ya no podrás dejar de preguntarte cuánta sangre y sufrimiento permiten funcionar a tan extraordinarios e ingeniosísimos dispositivos.

[Fuentes y más información: BBC.News ; attac.madrid; 20minutos.es]