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"Me hice solo, como pude, porque no encontraba mi verdadero camino en la enseñanza que trataba de recibir."

12 de Abril de 2012 a las 09:50 h

Hasta el 29 de abril tienes tiempo de visitar la exposición de Odilon Redon en la Fundación Mapfre. ¡Puedes consultar el catálogo en la Biblioteca!

Y también disfrutar de sus escritos...

"He hecho un arte a mi modo. Lo he hecho con los ojos abiertos a las maravillas del mundo visible y, pese a lo que haya podido decirse, con la preocupación constante de acatar las leyes de la naturaleza y de la vida.
[...]
En la escuela llamada de Bellas Artes hice un gran esfuerzo por aplicarme al modelado; la tentativa fue vana, inútil, sin ulteriores alcances para mí. Hoy lo puedo confesar después de haber reflexionado sobre mis facultades y capacidades a lo largo de toda mi vida: fui a la Academia llevado por el deseo sincero de alinearme en la comitiva de los otros pintores, alumno como ellos lo habían sido, y esperando de los demás aprobación y justicia. No encontraba la fórmula artística que debía guiarme y olvidaba también mi propio temperamento. Fui torturado por el profesor; sea porque reconociese la sinceridad de mi seria disposición al estudio, sea porque hubiese visto en mí a un sujeto tímido, de buena voluntad, el caso es que trataba visiblemente de inculcarme su propia manera de ver para convertirme en discípulo suyo, para hastiarme del mismo arte.  Me hacía trabajar hasta el agotamiento. Era severo: sus correcciones eran de tal modo vehementes que suscitaban la expectativa de mis camaradas con solo acercarse a mi caballete. Todo fue en vano.
Me aconsejaba encerrar en un contorno una forma que yo veía palpitante. Con el pretexto de simplificar (¿por qué?), me hacía cerrar los ojos a la luz y descuidar la visión de las sustancias. Jamás pude someterme. Solo siento las sombras, los relieves visibles; sin duda, todo contorno es una abstracción. La enseñanza que se me impartió no convenía a mi naturaleza. El profesor tuvo la ignorancia más oscura y total de mis dones naturales. No me comprendió en absoluto. Yo advertía que sus obstinados ojos se cerraban ante lo que veían los míos. Dos mil años de  evolución o transformación en la manera de comprender la óptica eran poca cosa, por otra parte,  al lado de la distancia existente entre nuestras dos almas opuestas. Yo estaba allí, sensible y fatalmente muy de mi tiempo, prestando atención a no sé qué retórica salida no se sabe cómo de las obras de cierto pasado. Aquel profesor dibujaba con fuerza una piedra, un fuste de columna, una mesa, una silla, un accesorio inanimado, una roca y toda la naturaleza inorgánica. El alumno solo veía la expresión, la expansión del sentimiento triunfal de las formas. Era imposible un vínculo entre ambos, imposible toda unión: semejante sumisión habría convertido al alumno en un santo, lo que era imposible.
[...]
(Odilon Redon : Colección Ian Woodner. Madrid: Fundación Juan March, 1990, p. 15 y ss.)

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