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El libro amenazado. De Fust a Faust

Manuel Álvarez Junco 10 de Junio de 2013 a las 13:41 h

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"Todo avance, sea científico o no, y mucho más si se pretende sustancial, exige una ruptura con lo anterior. Traspasar los límites tiene siempre su penalización y por tanto exigirá especiales condiciones porque, si no, el infractor sufrirá las consecuencias sociales.
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Hasta que Gutenberg inventó la imprenta, diversos métodos de reproducción de textos e imágenes habían sido ideados, pero él aportó a la Humanidad una fundamental y concreta aleación que facilitaba extraordinariamente la fabricación y el manejo de tipos (que darían lugar a la desde entonces llamada Tipografía) y la posibilidad de una posterior reutilización.
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Sin la imprenta, la producción de cualquier libro precisaba para cada ejemplar obviamente de un trazo y acabado absolutamente manual, de principio a fin.
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La aparición de la imprenta, por un lado, fue un avance fundamental para nuestra civilización al conseguir, nada más y nada menos, una fácil reproducción y una rápida difusión de los saberes antes solo en posesión de pocos. El invento, por otro lado, relegó a los copistas a un rincón nostálgico.
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Según los datos de que disponemos, Gutenberg dejó su taller en manos de Johann Fust (1400-1466), del que no se sabe muy bien si era socio impresor, mecenas o ambas cosas. Éste, junto con Peter Schöffer, es el que puso punto final al Salterio y a la obra magna de Gutenberg, hoy conocida como la "Biblia de 42 líneas".
Se dice que, una vez terminada esa hoy famosa Biblia, el Sr. Fust viajó a París para venderla. Un cliente sabedor de la oferta la compró.
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Un nuevo cliente acudió al reclamo de la oferta de Fust y no tuvo problema para obtener una segunda biblia más. Y vino otro y otro más, y todos se fueron con su ejemplar "único" bajo el brazo. Pero no tardó mucho en ser la Inquisición (creada en Francia en 1249, para combatir la herejía de cátaros y albigenses) la que dando con su paradero, apareciera, llamando a su puerta. Fue detenido acusado de brujería. Disponer de esa cantidad de biblias idénticas era algo más que sorprendente y admirable: era impensable y enigmático para cualquiera de aquellos tiempos."

 

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