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¿Hay algo más valioso que la vida cotidiana?

José Javier Campos Bueno 28 de Noviembre de 2011 a las 18:57 h

Raquel Marín ((El País, 15-11-2011)

La evaluación de la vida cotidiana, es decir el estudio de cómo la gente ocupa su tiempo, el cómo los sujetos "presupuestan" su tiempo diario y el cómo experimentan las distintas actividades que configuran su vida diaria es una cuestión de gran interés para los psicólogos. Por ello se han desarrollado métodos (Day Reconstruction Method, DRM) que permiten reconstruir la vida cotidiana y evaluar afectivamente las diversas actividades e interacciones cotidianas 1. Recientemente el psicólogo Enrique Echeburúa ha reflexionado en voz alta en El País 2 sobre las consecuencias del último comunicado de ETA anunciando el fin definitivo de la violencia.

La vida cotidiana de los españoles, especialmente de los vascos, debería verse afectada ya que se abre una esperanza a la recuperación del bienestar emocional que las víctimas habían perdido a causa del terrorismo. Las actividades cotidianas tales como comer, hacer ejercicio, ver la tele, ir de compras, cocinar, cuidar de los hijos, hablar por teléfono, pasear solo, salir con los amigos o con la familia tienen una dimensión afectiva que puede valorarse como positiva o negativa (entre otros valores). Seguro que hay trabajos que permitan comparar las diferencias en la valoración afectiva de estas actividades cotidianas entre sujetos amenazados por el terrorismo y la violencia frente a sujetos que viven en sociedades libres de esas amenazas. Seguro que los resultados de la comparación mostrarán un deterioro del bienestar emocional de aquellos sujetos que viven en un ambiente de conflicto permanente. Por eso, todo intento de recuperar el bienestar emocional es loable, aunque habiendo sido víctima no resultará fácil volver a disfrutar de nuevo de la vida cotidiana. 

Enrique Echeburúa conoce bien estas cuestiones ya que tiene una larga trayectoria como psicólogo especializado en el manejo de los conflictos 3,4. También ha vivido en primera persona la tragedia que ha supuesto en toda España, y en el País Vasco en particular, el deterioro de la convivencia por causa del terrorismo. Sus reflexiones sinceras y optimistas constituyen una apuesta decidida por recuperar de nuevo la vida cotidiana satisfactoria. Aprender a convivir en libertad es una tarea apasionante, nos dice. El terrorismo prolongado ha afectado a toda la sociedad. En primer lugar están las más de 800 víctimas y los miles y miles de exiliados voluntarios que han fijado su residencia fuera del País Vasco tras sentirse amenazados. La condición de amenazado repercute negativamente en el bienestar emocional -nos dice el autor del artículo- Y no podemos olvidar que se cuentan también por miles; "las víctimas se han visto obligadas a modificar su vida cotidiana en diversas formas: no disfrutar de intimidad (al vivir con escoltas), no poder acudir a lugares calientes, aislarse en casa (o sentirse forzadas a salir fuera) los fines de semana y romper con hábitos de vida regulares, lo que supone un gran coste de energía". Pero el daño no se acaba ahí ya que "la dictadura del terror ha calado también en las personas no amenazadas" que han acabado sucumbiendo al terror y ante el dilema moral que se les planteaba han preferido por mirar para otro lado.


Desde su mirada de psicólogo, que conoce bien la realidad en la que vive, desgrana en el artículo los aspectos más significativos del problema (ley del silencio, embotamiento de la sensibilidad, degradación moral). No olvida referirse a como el individuo puede afrontar las cuestiones del perdón -algo positivo para el bienestar emocional de agresores y victimas- y la reconciliación, la necesidad de hacer justicia y el cumplimiento de las leyes. Sin duda "la impunidad de los verdugos aviva el dolor de las víctimas, mientras que el amparo de la ley y la ausencia de nuevas víctimas tienen un efecto balsámico sobre ellas."


Frente a estos problemas apuesta por confiar en los que los mecanismo adaptativos de supervivencia hagan ahora su labor. "Por muy terrible que haya sido la experiencia vivida, siempre cabe la posibilidad de cerrar las heridas. No se trata de olvidar lo inolvidable (tarea, por lo demás, imposible), sino de recuperar la capacidad de hacer frente a las necesidades del presente y de mirar al futuro con esperanza. El punto final de la violencia de ETA debe ser el principio de esta regeneración moral."


¿Hay que ser razonablemente optimistas? ¡Ojalá que seamos capaces volver a vivir nuestra vida cotidiana con normalidad! Las nuevas generaciones nos obligan a legarles una sociedad en la que el terrorismo no sea un motivo de preocupación ¿Podremos conseguirlo? Nos va mucho en ello, dice Enrique Echeburúa. Y yo, no puedo estar más de acuerdo con él. Bien lo saben las víctimas. Nada hay más valioso que poder vivir con normalidad la vida cotidiana.

 

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Referencias

 1- Kahneman, D. Krueger, A.L., Schkade,N.S. y Stone, A.A. (2004) A Survey Method for Characterizing Daily Life Experience: The Day Reconstruction Method. Science: 1776-1780. [DOI:10.1126/science.1103572]

2- Echeburúa, E. (2011). La necesidad de recuperar la vida cotidiana. El País, martes 15 de noviembre de 2011, p. 37

3- Echeburúa, E. (2011). Superar un trauma. Madrid: E. Pirámide.

4- Baca E., Alonso A, Echeburúa E., Tamarit J.M. (2006) Manual de victimología. Valencia: Tirant lo Blanch.
 

 

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