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Los nombres de la depresión

Florentino Moreno 19 de Febrero de 2013 a las 13:41 h

En los informes epidemiológicos de los últimos años se viene advirtiendo del preocupante aumento de las bajas laborales por depresión. Es relativamente frecuente que por periodos más o menos largos, algunos trabajadores abandonen sus ocupaciones por prescripción médica. Los profesionales de la enseñanza y de los cuerpos de seguridad y emergencia parecen los más afectados por el que algunos periodistas llaman la plaga mental de nuestro tiempo. ¿Es realmente así? ¿Es la depresión un mal de "nuestro tiempo"?

 

Pese a que los trastornos depresivos han ido en aumento, progresando al mismo ritmo que la aceleración vital, el desconcierto y la soledad, no es, ni mucho menos un fenómeno reciente. Aunque suele citarse un canto de la Ilíada de Homero como antecedente remoto de una descripción psicopatológica de la depresión, en este caso de Belofonte apenado por el abandono de los dioses, es Hipócrates quien hizo una mejor descripción de lo que entonces denominó melancolía, fenómeno al que unos años después Aristóteles dedicó un amplio estudio. Todo esto sucedió casi cuatrocientos años antes de Cristo. Ya por entonces había seres humanos sumidos en la tristeza, carentes de interés por el mundo y sus pasiones, incapaces de disfrutar de la vida. Desde los sabios griegos hasta los psicólogos y psiquiatras contemporáneos, han pasado muchos años, muchas formas de describir lo que hoy conocemos por depresión.

            Pero vayamos a un pasado más reciente. Todavía hoy hay mucha gente, especialmente por encima de los 60 años, que se resiste a describir su estado de ánimo, sus tristezas, sus melancolías, su dolor anímico, utilizando las categorías de la Psiquiatría y la Psicología científica. Esto que hoy es casi una excepción, pues se han generalizado extraordinariamente los diagnósticos psicológicos, fue durante años la norma. Describir trastornos psicopatológicos fue por mucho tiempo una labor ajena al gran público, de la que se tenía noticia más por la literatura que por la ciencia. Un ejemplo muy hermoso está en la novela "la sensualidad pervertida" que Pío Baroja escribió en 1920 en ella el escritor vasco decía:

            Mi sensibilidad era como un órgano sin revestimiento, sin piel; así, el más pequeño contacto con la aspereza de la vida española me hacía daño. [...] Mi sentimentalismo durante mucho tiempo fue completamente absurdo y casi siempre ridículo. Me dolían las despedidas, el dejar un hotel vulgar en donde había pasado unas horas perfectamente monótonas; me angustiaba el abandonar un pueblo; parecía que iba dejando trozos de alma por los sitios por donde pasaba y que sentía un gran dolor por dejarlos allá lejos.

            Como mis motivos sentimentales no se convertían casi nunca en actos, me quedaba un remanente de impresión que tenía que rumiar y luego criticar. Así me pasaba a veces largas horas pensando en una tontería retrospectiva dicha hacía cuatro o cinco años y me perturbaba y me avergonzaba como una cosa actual. (Baroja, 1967).

            La mayor parte de la población no utilizaba los criterios diagnósticos ya muy extendidos en la Europa de los años 30 a los 60. Tanto la gente común como los entonces llamados "médicos de cabecera" utilizaban una expresión, que va cayendo en desuso, para describir las alteraciones emocionales que no definían como locura o demencia. Se decía entonces aquello de "lo suyo es de los nervios".

            En la película de José Luis Garci You're the one se recoge muy bien esta expresión en el siguiente pasaje.

 

Madre niño: - O sea, que en Madrid todos están enfermos ¿no? Mira cotilla, lo de la señorita Julia, según me contaron, es cosa de nervios.

Niño: - ¿Y qué es eso de los nervios? ¿Que se mueve mucho? ¿Que anda muy deprisa?

Abuela niño: - Es algo que no se sabe muy bien lo que es. Pero te ataca la cabeza, te quita las ganas de comer, da tristeza, murria

Niño: - ¿Qué?

Abuela niño: - Murria. A eso los vascos lo llaman murria. Conocí a uno en La Habana cuando tu abuelo me mando llamar. Le decían Doctor Balboa. Era de Tolosa. Trabajaba en el hospital Quinta Covadonga. Siempre tenía la palabra en la boca. Murria. Y significaba eso: pena, aburrimiento.

Niño: - Murria.

            Sentimentalismo, cosa de nervios, murria... distintos nombres para un dolor en aumento que los profesionales de la salud mental se afanan por aliviar.

 

Florentino Moreno

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Comentarios - 1

Michel Renault

1
Michel Renault - 21-02-2013 - 10:47:06h

"Cuando Belerofonte se atrajo el odio de todas las deidades, vagaba solo por los
campos de Alea, royendo su ánimo y apartándose de los hombres."

 

Habría que decir al pobre Belerofonte lo que decía Sartre en una de sus obras: "Tú no eres tu sufrimiento. Hagas lo que hagas y lo afrontes como lo afrontes, lo sobrepasas infinitamente, porque no es, no puede ser, más que lo que tú quieras que sea.", y a partir de ahí podría comenzar su terapia.


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