Gente sumida en la pobreza y la enfermedad. Unos pocos poseen la propiedad de los bienes de consumo y los pobres padecen hambre en medio de la abundancia. Es preciso buscar soluciones pero...¿por dónde empezar? Sin duda por facilitar el acceso a la salud. Esa es la clave para romper un círculo vicioso maligno: la pobreza engendra enfermedad y la enfermedad genera pobreza...
Esta fue la conclusión a la que llegó el médico alemán Johann Peter Frank, artífice de la primera iniciativa a favor de un sistema público de protección de la salud.
Nacido en 1745 en la ciudad renana de Rodalben, cerca de la frontera con Francia, cursó estudios de filosofía y medicina y tras ejercer brevemente en Francia, entró al servicio del Margrave de Baden y más tarde del Obispo de Speyer, relaciones que le permitirían integrarse como profesor en la Clínica de Pavía, donde pudo materializar el proyecto docente impulsado por el Emperador José II, y en el que a lo largo de un ciclo de cinco años se aunaban las disciplinas de Medicina y Cirugía.
Además de su labor docente, Frank destacó por su investigación sobre la diabetes, enfermedad que describió con exactitud, distinguiendo entre la diabetes sacarina o verdadera y la diabetes insípida o falsa, y facilitando la prueba diagnóstica a partir de la fermentación alcohólica del azúcar primario. Su labor se desarrollaría también en el campo de la gestión y organización hospitalaria, dirigiendo el Hospital General de Viena donde introdujo la especialidad de anatomopatología.
Sin embargo, Frank ha pasado a la historia por alzar su voz por primera vez en la edad contemporánea a favor del derecho universal a la protección de la salud.
En efecto, durante su estancia en Pavía y desde la dirección general de salud de la Lombardía austríaca, llevó a cabo una exhaustiva investigación de todos los hospitales y farmacias de la zona recabando información en todos los estamentos profesionales involucrados en su funcionamiento y constatando que, invariablemente todos los esfuerzos que se planificaban en el campo de la salud fracasaban ante la situación de pobreza extrema de la población, una pobreza en modo alguno justificada por el entorno -privilegiado en cuanto a abundancia y sobreproducción - sino que hundía sus razones en la injusta y desproporcionada distribución de la riqueza, que se veía acaparada por un pequeño sector de familias a quienes se habían concedido en feudo grandes extensiones de tierras.
Frank llegó así a la conclusión de que el primer paso para llevar a cabo una reforma sanitaria era abordar importantes reformas sociales y económicas, y el mejor modo que encontró para obtener la máxima repercusión pública fue la lectura, como decano de la escuela de medicina, de un discurso que tituló: De populorum miseria: morborum genitrice, es decir, la miseria del pueblo es la madre de las enfermedades.
La intención de Frank fue atacar las raíces de la situación crónica de precariedad en la salud de los habitantes de Lombardía desde una postura reformadora pero no revolucionaria, puesto que rechazaba toda opción de cambio violento. Consciente de las causas injustas de la deplorable situación del pueblo, la denunció valientemente asumiendo una responsabilidad a la que se sintió obligado desde el prestigio de su posición.
En su opinión, el pueblo tenía derecho a una vida digna y para ello no dudó en ir más allá de la denuncia, aportando soluciones y propuestas como la necesidad de que cada familia estuviera en posesión de la suficiente porción de tierra como para cubrir sus necesidades alimentarias básicas y poder vender un pequeño excedente que le permitiera un progreso económico lento pero sostenido. Para ello era fundamental fijar un precio justo para los productos agrícolas.
Sus propuestas de reforma pacífica partían también de una visión política de la situación, pues era consciente de que en esas condiciones el levantamiento popular y el enfrentamiento con el clero y la nobleza sería sólo cuestión de tiempo y además partía del convencimiento de que desde las instituciones gubernamentales se podían conseguir muchos más avances en salud pública que desde las consultas de los médicos particulares, sentando así el germen de lo que posteriormente terminaría evolucionando hasta los actuales sistemas públicos de salud que en el siglo XX se complementarían con los sistemas de protección social.
Antes de su muerte en 1821, a la edad de 76 años, pudo completar su gran obra que a lo largo de seis volúmenes y bajo el título de System einer vollsttindigen medizinischen Polizei, es considerada la obra más importante sobre los inicios de la sanidad pública y el derecho a la salud de todas las personas, independientemente de sus circunstancias socioeconómicas.
Habría que esperar hasta 1948 para ver plasmado este derecho en la carta fundacional de la Organización Mundial de la Salud que también se vería refrendado en la Declaración Universal de los Derechos Humanos que sanciona que toda persona tiene derecho a un nivel de vida adecuado que le asegure, así como a su familia, la salud y el bienestar.
En España, este derecho a la salud no sería recogido legalmente hasta la Constitución de 1978, que en su Título I hace al Estado y a sus órganos gubernamentales garantes de este derecho de todos los españoles, principio que se consolidará con la entrada en la Unión Europea. Romano Prodi, presidente de la Comisión Europea en 1999 afirmaba:
En los últimos cincuenta años, los países de Europa han edificado unos complejos sistemas de protección social. El objetivo general de dichos sistemas consiste en combinar el bienestar con la cohesión social. Dentro del objetivo general que acabo de recordar, destaca la promoción de la salud de los ciudadanos, así como la promoción de la calidad de vida de las familias, la de la educación de los jóvenes y el seguro contra riesgos económicos ligados a enfermedad, invalidez, vejez y desempleo. (Leopardi. La sanidad en Europa)
La Sanidad por tanto se constituye como una parte del sistema de protección social de los países integrados en la Unión Europea, un sistema que descansa sobre cuatro pilares: la Sanidad, la Asistencia, las Pensiones y Rentas, y las Políticas Laborales, para materializar el esfuerzo impositivo de los ciudadanos en la mayor conquista del siglo XX: el estado del bienestar.
Para el doctor Juan Martínez Hernández, autor de Nociones de salud pública, en manos de toda la sociedad está el futuro de la salud, porque la salud es un tesoro individual y colectivo que compartimos con los otros seres vivos y con el propio planeta, y que en gran medida podemos conservar y mejorar a través de la educación de los individuos, la legislación medioambiental y laboral, y las medidas que mejoran el nivel de vida de los individuos y las sociedades.