Nuestro compañero Javier García García, subdirector de la BUC, nos propone la publicación del siguiente texto con ocasión del reciente fallecimiento del profesor Sergío Rábade, Catedrático de Metafísica y Teoría del Conocimiento de la UCM. En breve la Biblioteca de Filosofía publicará una reseña sobre su vida y obra y se realizará una muestra bibliográfica. Os lo notificaremos oportunamente.

El Profesor Sergio Rábade (1925-2018), promotor de la Biblioteca de Filosofía de la UCM

El pasado 26 de marzo falleció a los 93 años el Profesor Sergio Rábade Romeo, Catedrático de Metafísica y Teoría del Conocimiento de la UCM. Dirigió cientos  de Memorias de Licenciatura y más de un centenar de Tesis Doctorales. Publicó numerosos libros y casi un centenar de artículos y tuvo la dicha de ver editados, el último en 2017, los 6 volúmenes de sus obras, no completas, pero casi. Fue, a lo largo de su carrera universitaria, Director de Departamento, Director de la Escuela Don Bosco, Director del Instituto Luis Vives de Filosofía del CSIC, Presidente de la Sociedad Española de Filosofía, Decano de la Facultad de Filosofía de la UCM, primer Rector de la Universidad CEU-San Pablo y Vicerrector bajo varios rectores de la UCM, asumiendo todo tipo de responsabilidades (ordenación académica y profesorado, investigación, gestión económica, alumnos...) en aquellos años en que, como él decía, "había solo tres o cuatro vicerrectores, no como ahora", años durante los cuales no dejó de dar ni una clase. Fue, además, autor y coautor de diversos manuales de filosofía con los que se educaron filosóficamente en las enseñanzas medias varias generaciones de españoles, al punto que Fernando Ónega, al realizar en 2001 el discurso de agradecimiento en nombre de los receptores de la Medalla Castelao de la Xunta de Galicia, dijo del Profesor Rábade que "tenía nombre de manual". Uno se pregunta de dónde sacó el tiempo para tanto. Afortunadamente, recibió en vida varios homenajes en los que recogió el cariño y el agradecimiento de centenares de alumnos y amigos a los que entregó la mayor parte de su tiempo profesional y personal, en detrimento, a menudo, del dedicado a su propia familia.

El Prof. Sergio Rábade perteneció a una generación "puente" de universitarios de postguerra que, en medio de grandes dificultades personales y profesionales y de una acuciante falta de medios, realizaron una tarea fundamental en la universidad española que, en general, no ha sido suficientemente reconocida. En su caso, fue además un gran introductor en España del estudio crítico de la obra de grandes pensadores españoles y extranjeros a lo largo de toda la historia de la filosofía que en los 60 eran apenas conocidos y estudiados en detrimento de la omnipresente escolástica (véase, Muñoz, Jacobo, Sergio Rábade y la construcción histórica de la teoría del conocimiento. En: Anthropos. Revista de documentación científica de la cultura. Nº 108/1990, págs. 48-49).

Pero estas líneas quieren incidir en un aspecto particular de la labor universitaria del Prof. Rábade que no es tan conocida y que también debería serle reconocida, un aspecto que enlaza con esa falta de medios que padeció su generación y que él puso gran empeño en corregir. La Facultad de Filosofía que él conoció, la que había sido casa de los insignes Ortega y García Morente, grandes representantes de la "Edad de Plata de la Filosofía Española", carecía en los 50 y los 60 casi por completo de libros que leer y con los que estudiar e investigar. Como otros colegas, el Prof. Rábade tenía que encargar y comprarse de su propio bolsillo los muchos libros que necesitaba en un par de librerías especializadas. Consciente de la rémora que esto suponía para los estudios e investigaciones universitarias, el Prof. Rábade pidió el respaldo del Prof. Pinillos para que se le permitiera asignar fondos de la Facultad de Filosofía con objeto de ir adquiriendo libros con los que nutrir poco a poco su famélica biblioteca. Con ayuda del bibliotecario Pepe Marín, durante muchos años fue adquiriendo pacientemente las obras fuentes en ediciones canónicas de los grandes filósofos de la historia (por ejemplo, el Adam Tannery de Descartes, o la Selby Bigge de Hume, entre otras muchas ediciones críticas), así como bibliografía general de apoyo. Al mismo tiempo, en el seno de su Departamento de Metafísica fue dedicando también todos los años una cantidad importante a adquirir bibliografía especializada en diversos idiomas con la que alimentar las investigaciones de sus profesores y de sus decenas de doctorandos.

Hay que tener muy en cuenta que en aquel entonces era frecuente que los catedráticos adquiriesen libros con el dinero de sus cátedras que a menudo terminaban en los estantes de sus propios domicilios, pues los consideraban suyos, libros que en algunos casos han retornado después a las bibliotecas complutenses formando parte de generosos legados o depósitos, mezclados con libros adquiridos de forma particular. El Prof. Rábade era manifiestamente contrario a esta práctica extendida: defendía a capa y espada que cualquier libro comprado con dinero de la universidad era de la exclusiva propiedad de ella y jamás se apropió para su biblioteca personal de ni uno solo de los muchos miles que adquirió para el uso público. El resultado acumulado de la gran labor bibliotecaria del Prof. Rábade fue que, cuando en los años 80 se decidió centralizar en la Biblioteca de la Facultad de Filosofía los libros dispersos por los diferentes departamentos, aquélla tenía ya una colección magnífica. La Biblioteca del Departamento de Metafísica era tan extraordinaria que pasó a ser bautizada como "Biblioteca de Investigación" de la Facultad. En definitiva, aunque hace unos años se bautizó a la Biblioteca de la Facultad de Filosofía con el nombre de la destacada filóloga María Moliner, bien habría merecido también haber llevado el nombre del Profesor Sergio Rábade. En los años 90 la Biblioteca de Filosofía de la UCM era probablemente la mejor de España y no habría ninguna duda en seguir afirmándolo hoy si no hubieran limitado y lastrado su actualización y crecimiento desde entonces los problemas de falta de espacio que la acucian lamentablemente y que la universidad debería remediar de una vez.

En estos tiempos en que algunos altos responsables académicos y políticos dan vergonzosas muestras de deshonestidad, nos hace mucha falta reivindicar los valores universitarios que el Profesor Rábade encarnó como pocos: trabajo incansable, honestidad profesional y personal, generosidad en el magisterio, curiosidad y originalidad intelectual, dedicación a la institución, respeto escrupuloso por lo público y, también, preocupación por que las generaciones presentes y futuras cuenten con ricas bibliotecas que fecunden sus estudios e investigaciones. Gracias por su ejemplo, Profesor Rábade.

Javier García García

[Imagen tomada de: http://www.elcultural.com/revista/letras/El-conocer-humano-I/7965]