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Conversación en la universidad: Mario Vargas Llosa en la UCM (I Semana Complutense de las Letras)

Mª Cristina Gállego Rubio 6 de Mayo de 2011 a las 11:49 h

El 4 de mayo, fue uno de esos días en que me sentí una privilegiada por formar parte de la Universidad Complutense, porque ello me permitió asistir a un acto de gran nivel e interés cultural como ha sido Conversación en la universidad: Mario Vargas Llosa en la UCM.

 

El acto tuvo lugar en el Paraninfo de la Universidad Complutense y consistió en rendir un homenaje al escritor ganador del premio Nobel de Literatura 2010 a través de su conversación con el escritor y periodista español, Juan Cruz y con el escritor, psicólogo y antropólogo colombiano, Carlos Granés.

 

La presentación del acto homenaje corrió a cargo del profesor José Manuel Lucía de la facultad de Filología que hizo un breve recorrido por la estancia a finales de los años 50 de Mario Vargas Llosa en la Universidad Complutense de Madrid, en la cual presentó su tesis doctoral sobre Gabriel García Márquez. Señaló que el original de dicha tesis doctoral se conserva en la Biblioteca de la Universidad Complutense. Luego hizo referencia a la exposición en homenaje al premio Nobel que se había inaugurado por la mañana en la facultad de Filología y que Vargas Llosa había visitado con gran agrado y satisfacción.

 

A continuación voy a tratar de resumir la conversación mantenida entre Juan Cruz, Carlos Granés y Mario Vargas Llosa.

 

El primero que inició la conversación con Mario Vargas Llosa fue Carlos Granés que le preguntó sobre sus recuerdos de los años en la Universidad Complutense.

 

Vargas Llosa se refirió en primer lugar al grato recuerdo que tenía de algunos de los que fueron sus profesores, en especial de Carlos Bousoño y de Antonio Oliver. Dijo que precisamente fue este último quien localizó a Dª Francisca Sánchez, la amante durante años de Rubén Darío, y quien la convenció para que donara el archivo del poeta al Estado Español. Hoy ese archivo se encuentra en la Biblioteca Histórica de la Universidad Complutense.

 

Recordó también que en los descansos entre clase y clase iban a la cafetería de la facultad de Filosofía y Letras y se tomaban unos grandes bocadillos de tortilla de patatas que costaban 1 peseta.

 

Asimismo nos refirió los recuerdos que tenía del Madrid de esos años cincuenta que era tan diferente del actual ya que conservaba todavía el encanto azoriniano. También recordó como recorría la ciudad siguiendo los itinerarios que Baroja mencionaba en sus novelas.

 

El escritor y periodista Juan Cruz a continuación le formuló una pregunta de interés periodístico y de actualidad como qué opinión le merecía la desaparición de Osama Bin Laden.

 

Mario Vargas Llosa, de forma pausada, dijo sentirse un privilegiado por formar parte de una generación que ha asistido y está asistiendo a hechos tan relevantes como la caída del comunismo soviético, las rebeliones de los pueblos árabes y ahora la desaparición de Bin Laden que, en su opinión, hay que celebrar porque fue una persona que causó mucho daño.

 

Carlos Granés cambió de tercio al comentar que siempre le ha llamado la atención el fanatismo de algunos de los personajes de sus obras a lo que el escritor contesta que, en efecto, siempre ha sentido gran atracción por el fanatismo, pero por el fanatismo creativo del que es gran exponente Flaubert y que es muy diferente del fanatismo incoherente que destruye al contrario.

 

A continuación Juan Cruz preguntó si se ha percatado que al ser premio Nobel está viviendo un tiempo nuevo y Vargas Llosa dice que ahora siente que vive una extraña combinación entre cuento de hadas y pesadilla, una sensación de haberse convertido en estatua y de haber perdido la libertad al sentirse siempre observado. El premio es bifronte, mezcla de satisfacción y de servidumbre.

 

Después Carlos Granés le dice que todos los personajes de sus novelas se encuentran frente a una realidad que detestan y se rebelan contra ella y le gustaría saber el porqué de su interés por la rebeldía. Vargas Llosa contesta que siente atracción por las personas que se han rebelado contra su entorno pues sin ellas no hubiéramos llegado a conseguir muchas de las cosas que tenemos.

 

Juan Cruz se refiere a cómo ha sido ahora su reencuentro con los lugares de su infancia y adolescencia a los que ha regresado recientemente y el escritor dice que toda su infancia y juventud, vividas en esos lugares, estuvieron centradas en la idea y en el pensamiento sobre la forma en que debería organizarse para orientar su vida a escribir y a dedicarse en cuerpo y alma a la literatura. El haber conseguido este objetivo, la dedicación íntegra a lo que siempre fue su vocación, ha sido un gran privilegio que no muchos tienen.

 

Carlos Granés le preguntó si había conseguido su gran obra literaria y Vargas Llosa dice que ningún escritor que sigue vivo llega a la conclusión de haber alcanzado la meta. En ese sentido toda obra maestra de un escritor está por debajo de lo que querría conquistar. Dice que si comparamos el mundo real con lo que soñamos este siempre es mediocre y de ahí lo fantástico y maravilloso de la literatura que nos permite vivir mundos que en realidad no podemos vivir. Con la literatura podemos vivir la realidad literaria y también nos da la posibilidad de tener una visión crítica del mundo real.

 

Juan Cruz conversó a continuación con Vargas Llosa sobre su necesidad de conocer de primera mano los lugares en los que se sitúan sus obras y él contesta que así es y que de momento no tiene pensado escribir una novela sobre la Luna. Se declara realista y por ello necesita conocer los sitios para que le eduquen en la sensibilidad de lo que quiere contar. Dice, "si quiero hacer una novela situada en París quiero tocar París para imaginarlo". Asegura que el trabajo de exploración le toma tiempo pero le ayuda a vencer la inseguridad, "parto del mundo real para luego idear e imaginar".

 

Carlos Granés señaló que otro tema dominante en sus novelas es el poder y preguntó si ese interés por el poder tiene que ver con su interés por los personajes con rebeldía. Vargas Llosa dice que puede que sí. Comenta que ha vivido en América Latina y ha conocido las dictaduras y el poder violento y por ello se ha mostrado intrigado y fascinado a la vez por el poder. Añade que los tiranos no son fenómenos naturales sino que los crean las sociedades. Dice que tres de sus novelas (Conversación en la catedral, La fiesta del chivo y La guerra del fin del mundo) están escritas investigando como la sociedad adopta estas dictaduras.

 

Finalizando ya la conversación, Juan Cruz hizo referencia a si en esta última etapa había venido a su encuentro algún tema de novela. Vargas Llosa contesta que siempre tiene ideas pero que ahora su gran problema es la falta de tiempo, aunque tiene varios proyectos no sólo de novela sino también de teatro. En este último caso se relacionan con la misma idea o tema que hay en los comienzos de los cuentos del Decamerón de Bocaccio: asediado por una epidemia de peste que azota a la ciudad de Florencia un grupo de personas se refugia en una casa y se dedican a contar cuentos. Dice que le parece un tema para un futuro proyecto: la evasión de una realidad dura y fea mediante la literatura.

 

Carlos Granés formuló la última pregunta de esta inolvidable conversación y fue a propósito de haber mencionado el teatro. Le preguntó si también iba a valorar la posibilidad de verse sobre las tablas a lo que Vargas Llosa contesta que sería una experiencia impagable empezar como actor a los 75 años.

 

Aquí terminó esta conversación acaecida en un escenario digno de la misma como es el Paraninfo de la Universidad Complutense de Madrid. 

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