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El compromiso social en el trabajo bibliotecario

Javier Pérez Iglesias 13 de Octubre de 2008 a las 13:26 h

La revista Educación y Biblioteca ha publicado, en su número 166 de julio/agosto de 2008, un dossier sobre bibliotecas y compromiso social. A lo largo de nueve artículos, se pasa revista a la tradición de la biblioteconomía progresista y a sus manifestaciones más actuales. Ninguna biblioteca, sea pública, escolar, universitaria o especializada, debe permanecer ajena a la realidad de un mundo que afecta a los derechos básicos de nuestros usuarios. Garantizar el derecho a la información supone, muy a menudo, tener que tomar posturas activas.

Daniel Pimienta, fundador y presidente de FUNREDES, ofreció una sugestiva conferencia sobre su visión de las bibliotecas en el marco del IV Congreso Nacional de Bibliotecas Públicas, celebrado en A Coruña entre el 24 y el 26 de septiembre de 2006. Pimienta habló de la necesidad de que las bibliotecas fueran inclusivas (que luchen contra la brecha digital que es también una brecha económica y social), accesibles y abiertas a todo el mundo. Pero lo que, al menos para mi, resultó especialmente sugerente, fue la división que hizo entre instituciones (y personas) que funcionan como gateways (abiertas a la colaboración y a compartir información y conocimientos) frente a las que actúan como gatekeepers (es decir, acaparadoras de información y reacias a compartir). Para Daniel Pimienta, las bibliotecas (y quienes trabajan en ella) son esencialmente gateways. Por su propia razón de ser, las bibliotecas deben estar comprometidas con la educación, la transmisión de información y la extensión de la cultura para todos. Los profesionales de la información son, o deberían ser, catalizadores y facilitadores del progreso de las personas y de los pueblos.

Claro que, para que eso ocurra, es necesario dar un porqué a nuestro trabajo, ir más allá de las herramientas y dejar de ver las tecnologías como un fin. Es ahí en donde el compromiso social se puede ver no como una rareza del trabajo bibliotecario sino, más bien, como algo consustancial y altamente necesario.

Con este espíritu está elaborado el dossier que pública Educación y Biblioteca en su número 166 y que coordina el profesor de la Faculta de Ciencias de la Documentación de la UCM, Pedro López López. En esta recopilación podemos encontrar nueve artículos que se enfrentan a la biblioteconomía progresista desde diferentes puntos de vista y con distintas trayectorias profesionales. Cuatro de las contribuciones son de fuera de nuestro país (Canadá, EEUU, Argentina e Irak) lo que da una idea de la ambición y del carácter internacionalista que alienta el proyecto. Los textos están escritos desde diversos ámbitos (bibliotecas públicas, académicas, centros de documentación de ONG...) como una manera de acrecentar rigor intelectual con el que se ha acometido la elaboración del dossier.

El primer artículo, "El mito de la neutralidad en Biblioteconomía y Documentación" de Pedro López, sirve como introducción general. Durante mucho tiempo, los bibliotecarios hemos estado cómodos bajo el paraguas de la neutralidad. Tras años de abandono bibliotecario que caracterizaron al régimen franquista se constató la necesidad de mejorar la profesionalización del personal que trabajaba en los centros públicos de lectura e información. Quizá, en parte, debido a esa necesidad se ha favorecido el que, tanto los planes de estudio como otras ofertas formativas, se centraran en técnicas y herramientas. Esto ha hecho que el interés por los aspectos "supuestamente neutrales" haya hecho olvidar el núcleo central de la actividad bibliotecaria. En un mundo como el nuestro, en el que no sólo siguen instaladas la desigualdad y la injusticia sino que, además, se ve cada vez más sometido a los controles de la información y a la imposición del pensamiento único, los bibliotecarios no podemos permanecer en una torre de marfil. La defensa de la libertad intelectual y del derecho a la información son, según la IFLA, aspectos fundamentales del trabajo bibliotecario y en ambos caso se necesita compromiso y activismo para que sean una realidad. El profesor López expone en su trabajo una genealogía del trabajo bibliotecario-documentalista que demuestra que el compromiso no es cosa de ahora sino que se remonta a algunos de los padres de esta disciplina como Paul Otlet y Henri La Fontaine.

En esta misma línea, de seguir la tradición y entroncar con los movimientos actuales, está la aportación de José Antonio Magán, Director de la Biblioteca de la Universidad Complutense y Javier Gimeno, Coordinador de Innovación y Calidad en esa misma institución, "¿Es ¢biblioteconómicamente correcto¢ el compromiso social de la biblioteca universitaria?". Además, recogen distintas iniciativas de bibliotecas universitarias españolas y de América Latina que hacen explícito su compromiso con la paz, los derechos humanos y el libre acceso a la información.

Toni Samek, profesora de Biblioteconomía y Documentación de la Universidad de Alberta, Canada, escribe sobre "Los derechos humanos en el trabajo bibliotecario" e insiste en la importancia de que los planes de estudio reflejen toda esta problemática. Samek está a punto de publicar en nuestro país (aparecerá en noviembre en la editorial Trea) una monografía sobre este mismo tema. Por cierto, su trabajo sobre ética y compromiso bibliotecario le ha valido el Premio Anual de la Enseñanza del Library Journal en la edición de 2007.

Otro aspecto importante que refleja este dossier es el de atención a comunidades de inmigrantes y minorías étnicas. Por un lado está la aportación de Gisela Sendra, de la Red de Bibliotecas Públicas de Gandía, que en "Servicios multiculturales: bibliotecas para usuarios de múltiples nacionalidades", cuenta la experiencia de ese municipio valenciano a la hora de ofrecer servicios a usuarios con diferentes lenguas y tradiciones culturales. Por su parte, el argentino Daniel Canosa reflexiona con "Bibliotecas e inclusión social: coexistir en la diversidad" sobre la necesidad de atender a las minorías lingüísticas. En este caso, a las comunidades indígenas que tienen que padecer, además de conflictos lingüísticos, marginación social y económica.

Saad B. Eskander, Director de la Biblioteca Nacional de Irak, se hizo internacionalmente conocido por su blog, alojado en la British Library, en el que entre noviembre de 2006 y julio de 2007 expuso al mundo las dificultades de una institución cultural en medio de un país invadido y asolado por la guerra. En su artículo "La Biblioteca Nacional y Archivo de Irak: dificultades heredadas y nuevos retos", Eskander parte de los problemas generados por el hecho de que la Biblioteca Nacional se haya consolidado como institución en una dictadura y expone todos los desastres ocasionados por la invasión y el conflicto armado (inseguridad física del personal bibliotecario, destrucción y robo de documentos, etc.). Para él, la Biblioteca debe trabajar para construir la democracia a través de la reconstrucción de una verdadera memoria nacional.

Susana Fernández Herrero, documentalista del Centro de Investigación para la Paz, nos presenta sus reflexiones sobre lo que los profesionales de la información podemos hacer para fomentar la participación social, para luchar contra la marginación y favorecer la educación en la tolerancia, la convivencia democrática y los valores que la sustentan: libertad, paz, justicia y respeto del medio ambiente. Todo ello en su artículo, "El documentalista comprometido: la documentación como compromiso social".

Inmaculada Vellosillo, profesora de la Facultad de Ciencias de la Documentación de la UCM, y el propio Pedro López López, están convencidos del papel educativo de las bibliotecas. Así, en su contribución "Educación para la ciudadanía y biblioteca escolar", nos hablan de cómo ésta última puede ayudar a un cambio metodológico, y favorecer el uso de diferentes recursos documentales y de las tecnologías de la información, para desarrollar en los estudiantes las competencias necesarias para una educación a lo largo de la vida. Pero además, en este caso, los recursos bibliotecarios se pondrían en acción para resolver un problema que se ha detectado ya hace tiempo y que coloca a nuestros jóvenes en el grupo de los menos interesados en el bien común de toda la Unión Europea. Esta creciente desmotivación se manifiesta en un momento en el que avanzan las políticas ultraliberales que, aplicadas a la enseñanza, se traducen en el deterioro de los servicios públicos y en el fomento del individualismo más ramplón. O sea, sálvese quien pueda. El mismo Consejo de Europa, ante este panorama de indiferencia de los jóvenes ante las cuestiones sociales, propuso la creación de una asignatura concreta sobre estos asuntos. Por cierto, Vellosillo y López son autores de un libro con el mismo título, Educación para la ciudadanía y biblioteca escolar, que ha publicado recientemente la editorial Trea. 

El dossier se cierra con un emocionante testimonio, "Un desafío a la USA Patriot Act", de cuatro bibliotecarios estadounidenses: George Christian, Barbara Bailey, Peter Chase y Janet Nocek. Estas personas, fueron los protagonistas del caso "John Doe Connecticut" y cuentan, en primera persona, su pleito contra el gobierno de los Estados Unidos para defender los derechos de sus usuarios.

El compromiso social en el trabajo bibliotecario está muy vivo a nivel mundial (en los países anglosajones se conoce esta corriente como Progresive Librarianship) y en nuestro entorno no deja de haber motivos para que crezca. Un ejemplo muy claro, es la lucha que mantiene el colectivo de la Plataforma Contra el Préstamo de Pago para oponerse a la Directiva europea que impone a las bibliotecas públicas el pago de un canon por prestar libros. Lo que ahora parece inamovible, como les resulta a los colegas norteamericanos la Patriot Act, puede llegar a modificarse si se moviliza el suficiente número de personas.

Javier Pérez Iglesias

 

 

 

 

 

 

 

 

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