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Mira cómo ha quedado el cadáver exquisito formado durante el pasado Halloween

6 de Noviembre de 2018 a las 13:54 h

Gran Calavera Eléctrica (detalle), por J. G. Posada

¿Tienes curiosidad por saber cuál es el resultado del cadáver exquisito que han ido formando los usuarios de la Biblioteca FDI durante los pasados 29, 30 y 31 de octubre, con ocasión de la fiesta de Todos los Santos? Este es el texto definitivo. Se había pedido a los participantes que llenaran solamente una ficha por lo que transcribimos en mayúsculas y negrita la palabra inicial de cada una de ellas, después de un cambio de línea.

NO tengo miedo. No tengo miedo. La frase se repite en mi cabeza como una letanía, sin tregua. Miro el reloj una vez más. Tic, tac. Trece minutos. No tengo miedo. No hay nadie más en la tercera planta de la biblioteca. Trece minutos. No tengo miedo. Otra vez ese maldito ruido. Trece minutos y

DE pronto me doy cuenta de que ese sonido proviene de la pasarela restringida, donde está la hemeroteca. Y aunque sé que no es buena idea acercarme estando solo, algo inexplicable me atrae y me hace subir lentamente los trece escalones mientras en mi mente se sigue repitiendo esa frase de que no tengo miedo.

AL fin y al cabo, ya me había habituado a otros sonidos inquietantes en aquella misma zona. El viento, a través del techo, profería con cierta frecuencia un gemido grave y lento, como si alguien estuviese lamentándose una eternidad. Pero lo que me había llamado la atención en la pasarela, aquel sonido, era algo que nunca había escuchado antes durante mis largas horas de estudio allí.

POR fin ocurrió todo aquello que estaba esperando, por fin acabó la espera, ya no tenía que preocuparme más...

CHOZAS era un chico de lo más normal. Asistía religiosamente a sus clases de AC y se codeaba con sus compañeros. Siempre quiso hacer bases musicales, pero cuando recibió esa llamada supo que algo andaba mal. Que había gato encerrado. El novio de Chozas, André, solía decirle que era demasiado escéptico. Pero aquella llamada no era normal. Había gato. Gato cautivo (XD).

EN la llamada solo le dijeron dos cosas: un lugar y una fecha. Sospechaba que era una trampa, pero Chozas no podía desperdiciar la oportunidad de ser la estrella de un musical de AC. Así que se armó con todo el valor que le quedaba y acudió a la cita. Pero lo que se encontró no fue lo que se esperaba...

ENTRÓ en el aula y le recibió el profesor con un examen global de toda la carrera. Eran hojas y hojas grapadas con preguntas de todas las asignaturas. La mayoría no las había dado. Las luces empezaron a parpadear y el profesor se sentó a su lado...

DE repente, notó el aliento del profesor en la nuca. Se giró para ver la cara del profesor y descubrió que tenía los ojos en blanco, y con una voz tenebrosa dijo: "Da igual lo que hagas, vas a suspender". Se levantó aterrorizado y corrió rápidamente hacia la salida. En su cabeza solo escuchaba "tercera matrícula"... Corrió rápidamente a coger el bus...

ESPERABA poder escapar de su angustia y huir de ese pensamiento que tanto le aterraba. Empezó a bajar las escaleras sucesivamente, una tras otra... Pero nunca terminaban; Entonces, ¿se encontraba en la biblioteca o en una especie de bucle sin salida? Empezó a bajar aún más rápido las escaleras hasta que divisó que al final, por fin, había una puerta. Giró el manillar para ver qué le esperaba dentro.

DENTRO??? Era un concepto ambiguo... Seguía viendo escaleras pero esta vez se fijó en las paredes... Estas contenían un código que cualquier informático reconocería al instante. Si cursaste MMI y EDA sabrás de qué te hablo y qué horrores contenían esas paredes...

ANTE la esperpéntica y bizarra situación que se presentaba, la mejor idea era olvidar lo observado en aquellas tétricas paredes y tomar un nuevo rumbo. El destino quiso que un estremecedor chirrido llamase la atención. Un viejo ascensor abrió sus puertas. El resultado de pestañear fue que al abrir los ojos nos encontrábamos dentro subiendo. Al parar en una planta oscura nos encontramos a un grupo de monjas con el rostro tapado. La última del grupo giró su cabeza, y nos dijo con voz pálida: "Síguenos". ¿Qué decisión deberemos tomar? El grupo de monjas entraron en el laboratorio siete y cerraron las puertas.

DECIDIMOS seguir a las monjas y entramos en los laboratorios. Nuestro mayor temor al entrar no fueron las monjas sino todos los ordenadores iniciados con el sistema operativo Kali Linux, preparados para hackearnos la vida, tanto nuestra vida como la de nuestros conocidos. Ante tal temor, encendemos rápidamente nuestros ordenadores para ver si estaban o no hackeados. En el proceso una de las monjas nos susurra "no tengáis miedo, no os vamos a hackear, tomad este pen. Contiene todo lo que necesitáis saber". ¿Qué decisión deberíamos tomar? ¿Introducir el pen en nuestro ordenador o no?

TRAS numerosas votaciones y constantes susurros de las monjas, tomamos la decisión de insertar el pen. Sin embargo, cuando el pincho rozó nuestro portátil, todas y cada una de las monjas se desplomaron, y en los ordenadores que nos rodeaban apareció la imagen de la Santísima Trinidad. Por culpa del shock no nos dimos cuenta de que las puertas del laboratorio estaban cerradas, el pen había desaparecido y las monjas, poco a poco, se iban recuperando formando un círculo a nuestro alrededor. Estábamos rodeados y sin escapatoria, o eso creíamos, cuando de repente...

UN rayo de luz emergió desde la ventana. ¿Monjas como vampiros?, nos preguntamos desencantados. La luz hizo desaparecer a las monjas y , con muchas dudas, salimos del convento. ¿Qué había pasado? ¿Cómo pudo aparecer luz a medianoche? ¿Fué la Santísima Trinidad? Todos nuestros esfuerzos habían sido en vano. La incertidumbre rondaba nuestras cabezas. No hablamos en toda la noche. Nuestra única opción era encontrar a Morty...

FUERON los segundos más tranquilos de la noche, estuvimos minutos sin hablar, perplejos ante aquella extraña situación, pero tras meditarlo, decidimos evadirnos de aquella dimensión, un movimiento muy arriesgado, pero el abuelo y yo no cesamos en buscar a mi hermano. Visitamos tres dimensiones, y en esta última lo vimos, allí estaba, pero no iba a ser sencillo rescatarlo, las monjas lo tenían, y parecía tener marcas en el cuello de mordidas, ahora tenemos que pensar un plan...

ESTUVIMOS horas pensando qué hacer, finalmente decidimos que lo óptimo era dejarlo atrapado y lavarnos las manos. Además, el abuelo sospechaba que era un engaño para atraernos a algún tipo de trampa. Pero yo decidí no hacerlo, cogí la pistola de dimensiones y fui en su busca. Me disfracé de monja previamente, para que no me descubrieran, y la kalashnikov que robé de la tienda de armas. Cuando llegué al universo de las monjas no daba crédito a lo que vi. Digamos que no aparecí en el lugar más discreto, por lo que mi disfraz sirvió de más bien poco. Aparecí en medio de una misa, el cura era Dios, literalmente. Bueno os podéis imaginar lo que fue después...

EL Dios que se supone que tenía que ser humano era una especie de mezcla entre unicornio y diablo. La imagen no era nada satisfactoria de ver. Intenté huir, pero me tropezaba continuamente con las ropas de monja, ¡maldita sea! Todas las monjas empezaron a seguirme, pero conseguí darles esquinazo. Intenté usar de nuevo la pistola de dimensiones, pero estaba sin batería ¡como no! Cargando con la kalashnikov me escondí en una habitación cual campeo en Fortnite, y busqué un enchufe pero, para suerte la mía, el cargador que tenía no enchufaba en la clavija, necesitaba un adpatador. ¡Esto de viajar es terrible! Siempre se me tenía que olvidar algo. Mis prioridades eran las siguientes: encontrar a quien había venido a buscar y el adaptador, imprescindible para huir. ¿Por dónde debería comenzar?

POR ninguna de las dos cosas. Lo más importante ahora era desayunar. Un colacao y unas galletitas era todo lo que necesitaba para continuar mi búsqueda. Conseguí despistar a las monjas y al supuesto Dios medio unicornio, medio diablo, así que me fui en busca de un adpatador para la pistola de dimensiones. Me acerqué al chino de la esquina pero no encontré nada salvo un grupo de hombres lobo. Cogí la SCAR y la fortaleza portátil de mi mochila y conseguí altura muy rápido para poder disparar a los hombres lobo desde arriba. Pero empezaron a escalar la fortaleza y entré en pánico durante un momento, no sabía qué hacer. No tenía adaptador y seguía sin pistas sobre la persona que buscaba.

PERO eso ya daba igual. Los licántropos ya estaban frente a mí. Con ágiles movimientos me clavaron sus garras y me fracturaron los huesos con sus potentes fauces. Solo pude gritar mientras me devoraban. Morir siempre es una experiencia traumática, pero el salvaje festín de carne de los hombres lobo solo empeoró las cosas. Mi espíritu se llenó de rabia y odio, volviéndome esclavo de mi propio resentimiento. Así nacemos los demonios. Somo espíritus corruptos por nuestra propia ira y dolor. Y una vez que llegas a ese punto necesitas que otros compartan tu dolor, tu odio, tu muerte... engañas a sectarios para que sacrifiquen a sus vírgenes en tu nombre, prometes falsamente tu poder ilimitado a incontables aquellares y posees los cuerpos de los débiles para tu propio deleite y disfrute, regocijándote en todo el daño que provocas. Y aun así no es suficiente. Quiero que sufran, quiero que lloren, quiero que mueran, ¡quiero que el mundo arda!

DEJANDO atrás mis oscuros pensamientos, volví a mirarme al espejo. Aquella mirada de odio que antaño me asustaba, ahora me producía satisfacción. Ya no había miedo, ni inseguridad. El frío que sentía ahora me hacía fuerte, así que decidí salir de ese antro y aproximarme hacia la calle. La imagen que vi a continuación me impactó, pero no hizo echarme hacia atrás, al revés, empecé a notar cómo la adrenalina recorría mi cuerpo. Decenas de cuerpos apilados en el suelo me rodeaban...

RECUERDO con mucho detalle una escena que se quedó intacta en mi retina. Entre las montañas de cadáveres allí apilados, he de decir que me recordaban bastante a aquellas tardes en la playa con mi familia, había una niña, o lo que quedase de ella, con la que unos perros estaban jugando. En un principio me extrañó, pensé, y me di cuenta de que era lógico, una persona de mayor tamaño sería difícil de zarandear. El absurdo de la situación provocó que me riera, pero en el eco no distinguía muy bien mi risa de la sinfonía de gritos y llantos que tan a gusto me hacían sentir esa noche, pero...

DE repente el estruendo del cielo me desahuyentó de mis recuerdos, y empezó a llover como si el cielo pareciera que estuviera llorando; en la lejanía conseguí visualizar una silueta que correspondía a una niña con pelo muy largo y con una vestimenta que parecía de otra época; a medida que me acercaba, la silueta de la niña iba desapareciendo.

HASTA que desapareció del todo, el agua de la lluvia comenzó a evaporarse por el calor que desprendían los rayos del sol, y el silencio comenzó a invadirlo todo a mi alrededor. Acompañado de las sombras del atardecer el lugar donde me encontraba se llenó de sombras inquietantes, ni siquiera se movían, eran como sombras de árboles petrificados que abrían un camino hacia lo desconocido, y no habría otra opción que seguirlo para poder estar a salvo.

¿DE verdad sería posible estar a salvo? ¿Lo que me aguardaba era mejor que el sufrimiento que dejaba atrás? La opción de volver atrás se me antojaba por un lado esperanzadora. Si había logrado sobrevivir hasta ahora, podía seguir haciéndolo, pero mi cordura podría verse aún más afectada de lo que ya estaba. Aquel nuevo camino lleno de posibles peligros me hacía temblar pese al calor que hacía, pero el deseo de encontrar algo mejor fue lo que hizo que, con las pocas fuerzas que me quedaban, empezara a dar pasos por ese nuevo camino que se abría ante mis ojos.

TRAS la oscura noche de misteriosos asesinatos descubrí que era el único superviviente, y tras haber despertado después del golpe que recibí en la cabeza resulta que me encontraba en la biblioteca de la Facultad de Informática. Al intentar escapar de la biblioteca de los horrores, me topé con una mujer que resultaba ser una de las bibliotecarias de hace varios años rodeada de varias de sus compañeras, las cuales empezaron a gritar al unísono con machetes en mano "¡¡YA ES LA HORA!! ¡¡VAMOS A CERRAR!!", tras lo cual empecé a correr hasta la salida y conseguí salvarme.

 

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