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El regreso de Elcano: riqueza y miseria a bordo de un cascarón

Margarita Sánchez Martín 6 de Septiembre de 2022 a las 10:31 h

La nao Victoria en el mapa de Abraham Ortelius “Maris Pacifici” de 1589. Wikimedia Commons.

Tres años después de que partiera hacia las islas de las Especias la expedición comandada por el portugués Fernando de Magallanes, arribaban al puerto de Sanlúcar de Barrameda los pocos supervivientes de aquel duro viaje plagado de adversidades y, a la vez, grandes descubrimientos. La gesta concluyó un 6 de septiembre de 1522. Objetivo cumplido: se abría una nueva ruta a las Molucas navegando hacia el Oeste y cruzando por vez primera un océano, el Pacífico, cuya inmensidad se desconocía. Prueba de ello fueron las especias traídas desde el Sudeste Asiático –clavo, canela, nuez moscada–, un tesoro cuyo coste en medios materiales y en vidas humanas resultó muy elevado.

 

De las cinco naves que zarparon en 1519 desde el Atlántico rumbo a las Indias sólo regresó la nao Victoria, y lo hizo con una tripulación muy diezmada, exhausta y la mayoría enferma: tan solo 18 tripulantes a bordo frente a los 240 que componían inicialmente la expedición. Capitaneaba la nave -o lo que quedaba de ella, pues su estado era lamentable- el español Juan Sebastián de Elcano, ya que entre las bajas se contaba la del propio Magallanes, muerto antes de alcanzar las Molucas en un enfrentamiento entre tribus rivales en la batalla de Mactán (Filipinas). Desde allí y con poco más de un centenar de hombres sólo dos naves reanudaron la travesía (Trinidad y Victoria). Para cuando llegaron a su destino, Elcano -que había sido maestre de la Concepción hasta que fue abandonada por su mal estado- había asumido ya el mando de la expedición. Quedaba aún todo el Índico por cruzar y el camino de vuelta desde Tidore, en la Especiería, no estaba exento de peligros.

 

El 21 de diciembre de 1521 la Victoria iniciaba el regreso en solitario. Portugal constituía una amenaza para la nave, expuesta a ser interceptada y su tripulación apresada si se aproximaba demasiado a la costa, pues la vuelta discurría por territorios que quedaban bajo dominio portugués, según la línea divisoria del Tratado de Tordesillas. Para evitar riesgos, Elcano salió de Timor, en Oceanía, decidido a cruzar el Índico navegando hacia el sur para salir al Atlántico bordeando el Cabo de Buena Esperanza, sin realizar ninguna parada para aprovisionarse. Pigafetta dirá de este cabo, también llamado de las Tormentas, que es "el más grande y peligroso de la Tierra". Y añadirá en su diario: "tuvimos que permanecer nueve semanas enfrente (...) a causa de los vientos de occidente y del mistral que tuvimos constantemente y que acabaron en una horrible tempestad" (La primera vuelta al mundo).

 

Elcano consiguió dejar atrás el Índico y le dio continuidad al éxito conseguido por Magallanes, cuando éste encontró el estrecho que conectaba el Atlántico con el Pacífico. La última gran hazaña de esta expedición impresiona no solo por las condiciones climatológicas tan adversas a las que se enfrentó, sino también por el grave deterioro que acusaba la nave y por el estado de la tripulación, muy debilitada física y anímicamente por el cansancio, el hambre y la desnutrición. Tal y como ocurrió durante la ida, la falta de provisiones y, sobre todo, de alimentos frescos como la fruta terminó provocando un nuevo brote de escorbuto.

 

El viaje que inició Magallanes y completó Elcano tuvo múltiples impactos. En el ámbito científico, aportó grandes conocimientos, pues supuso "la demostración palpable de la redondez de la tierra y el conocimiento de sus verdaderas dimensiones (...) Una empresa colosal para la técnica y el nivel de conocimiento que se poseía", escribe Enrique Martínez Ruiz (La vuelta al mundo de Magallanes y Elcano: la gran odisea naval). En lo económico abrió una vía para participar en el comercio de las especias, un mercado al alza que reportaba grandes ganancias. En el plano político la expedición estuvo marcada por la rivalidad entre portugueses y españoles.

 

Laurence Bergreen afirma que el viaje fue también "una exploración tanto de la naturaleza como de los conflictos y aspiraciones humanas" (Magallanes: hasta los confines de la Tierra) Y describe su relevancia con estas palabras: "Aventurarse por el mar era lo más azaroso que pudiera hacer cualquiera, el equivalente de la época del Renacimiento a ser astronauta, pero con una probabilidad mayor de morir o de que ocurriera un desastre". El coste de tal proeza pudo haber sido peor.

 

Bibliografía utilizada:

 

 

Nota: La Biblioteca de GHI ha recopilado una serie de títulos relacionados con la primera vuelta al mundo que se pueden consultar en la siguiente Bibliografía recomendada

 

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