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Simenon, sus historias y el cine

María Luisa Esteban Hernández 26 de Octubre de 2012 a las 13:08 h

Son tantas las películas cuyo punto de partida es una historia de Simenon y tantas las historias que Simenon llegó a inventar... Algunas se han adaptado al cine en repetidas ocasiones. Y es que Simenon da mucho juego; de entrada, por el ingente número de relatos que llegó a producir y además porque sus tramas nunca pierden interés.

No fue considerado un gran escritor, aunque sin duda lo pretendiera, poniendo en algunas de sus obras toda su voluntad de estilo, pero fue sin discusión un novelista bastante hábil. No logró el Nobel ni consiguió ingresar en la Academia Francesa y, aunque figuras prestigiosas como André Gide alabaran su trabajo, en general más que como escritor se le ha venido juzgando como un fenómeno de feria, con su ingente producción literaria -centenares de novelas y un millar de cuentos-, sus "records" de ventas, sus reediciones en tantas lenguas e incluso el pintoresco anecdotario -cargado de miles de amantes- de su propia vida. 

Pero al margen de valoraciones de críticos y frivolidades chismosas lo que entusiasma en su trabajo es su especial manera de enfocar la sustancia del mundo. Simenon, siempre espectador, penetra su realidad circundante sin juzgarla, ofreciendo más bien comprensión y silencio. Sus novelas nos sumergen desde el  primer párrafo en un mundo sensorial rico de formas, olores y sabores; sus personajes o sus objetos parecen transmitirnos cómo son al tocarlos; a qué huelen; los sonidos que generan... y todo ello se perfila en un universo casi estático, donde la pintura de caracteres es mejor que las acciones que nos narra, porque las intrigas de sus obras en cambio son siempre simples, de argumento sencillo y personajes definidos.

En su inmensa mayoría se trata de historias de crímenes, en las que este escritor belga bordea a veces la genialidad, haciéndonos sentir la espesa soledad del criminal, con frecuencia desde la visión de su personaje fetiche, Maigret, que, estoico, parece contemplar el mundo y sus miserias a través del humo de su pipa.

Aparte de la Serie del comisario Maigret, que por otra parte constituye lo más leído de su producción, sus mejores novelas están a menudo basadas en intrigas ambientadas en pequeñas ciudades de provincia en las que incuba sombríos personajes de apariencia respetable, moviéndose en una atmósfera hipócrita y agobiante mientras quizá se dedican a empresas oscuras. Y Simenon parece fijar su mirada en ellos conteniendo el aliento para no perder la emoción de lo que pueda sucederles, de lo que puedan hacer: ¿en qué parará esa vida que observa?,  ¿qué suceso excepcional llegará a producirse en ella?... Y lo excepcional, lo emocionante de la historia resulta que casi siempre es lo más simple.

Empieza a publicar en los años '20 del pasado siglo y a principios de la década siguiente se está ya llevando al cine una de sus novelas del ciclo de Maigret, editada justo el año anterior, "La nuit du Carrefour". El título, el mismo de la novela; el director, Jean Renoir; y, representando a Maigret, el hermano del director, Pierre Renoir, probablemente su mejor intérprete, aunque los ha tenido tan inspirados como Jean Gabin, que en sucesivas ocasiones ha encarnado en el cine francés al famoso comisario. Y es que, desde esta primera ocasión de 1932 hasta hoy, entre películas y series de televisión sobrepasan con mucho el centenar las que nos recrean el mundo de Simenon y, con preferencia, aquel que desarrolla en su ciclo de Maigret.

Por supuesto han recurrido a este mundo gran número de directores franceses de todas las generaciones, Desde Carné a  Cédric Kahn, pasando por Duvivier, Clouzot, Tourneur, Verneuil, Autant Lara, Jac Deray..., pero también extranjeros como Béla Tarr, cuyo "The Man from London", ("El hombre de Londres") de 2007, aún tenemos fresca en la memoria.

Y a menudo con resultados más que notables, como es el caso de "Le voyageur de la Toussaint", dirigida en 1943 por Louis Daquin, con diálogos de Marcel Aymé; o "Maigret et l'affaire Saint Fiacre", en España titulada tan sólo "Maigret" (1959, Jean Delannoy). También se podría afirmar lo mismo de "La mort de Belle", rodada en 1961 por Édouard Molinaro, con adaptación y diálogos de Jean Anouilh; o de"Les inconnus dans la maison" (1942), realización de Henri Decoin, considerada como una verdadera obra de arte. Y en fin de tantas otras.

Quizá las más conocidas en nuestro país, donde no todas se han proyectado, sean, por orden cronológico, "La viuda Couderc", ("La veuve Couderc"), y "El tren" ("Le train"), dos excelentes films que Pierre Granier-Deferre realiza en fechas cercanas entre sí, 1971 y 1973, respectivamente;  "El relojero de San Paul" ("L'horloger de Saint-Paul"), dirigida en 1974 por Bertrand Tavernier; "Monsieur Hire", (1989), de Patrice Leconte,  tratada detenidamente con anterioridad; y, por último, "Betty" (1992), segundo intento de Claude Chabrol que ya había versionado con bastante menor fortuna otro Simenon en 1982, "Les fantômes du chapelier".

También la televisión ha elegido a su comisario Maigret en numerosas ocasiones y países. En Francia han sido rodadas al menos un par series; en Italia tenemos noticia de otra, y en Inglaterra y Estados Unidos nos consta que se han efectuado varias más. La inglesa, "Inspector Maigret", realizada en los primeros '90, con Michael Gambon de protagonista, es sin duda la más conocida en España.

Y entre toda esta ingente masa de telefilms y películas, nos viene a la memoria un film en particular de entre los "cuatro Simenon" que adaptara al cine Pierre Granier-Deferre y que constituye quizá la obra más conocida de este director. Nos referimos a "Le chat" ("El gato", 1971). Partía de una novela de Georges Simenon editada con ese mismo título en 1967 y contó para su desarrollo con dos monstruos del cine francés, Jean Gabin y Simone Signoret, dos personalidades totalmente opuestas, ambos ya en su declive físico pero no de sus facultades intelectuales, que están espléndidos en este mano a mano magistral, con que hipnotizan al espectador.

La historia, pesimista y descorazonadora, desmenuza a nuestros ojos el proceso destructivo de una pareja instalada en el desamor. Se han querido, pero después de treinta años las cosas cambian. No tienen hijos y se detestan y, aún a pesar del enfrentamiento cotidiano, se necesitan, aunque ya no tengan nada que decirse si no es para hacerse daño. Los dos, a solas en su universo casero, con ese gato que él ha recogido en la calle y en el que irá volcando toda la ternura que ya no siente por ella. Celos, envidias, egoísmos, y deslealtades van ennegreciendo este relato devastador, que el director nos ambienta en un barrio de la periferia de París, un barrio de casas antes bajas y que ahora se derrumba para levantar edificios modernos, altísimos y ajenos. El ruido constante de las obras que están cambiando la fisionomía del barrio agudiza el espantoso silencio de la casa donde ya sólo se respira una atmósfera densa, inquietante y turbadora, en la que tensión e intriga crecen a ritmo lento, conforme el odio de la pareja se hace más y más intenso. No es un policíaco, como a primera vista se puede esperar de una novela de Simenon; es una historia triste sobre la condición humana. Y es, desde luego, una gran película. 

 

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