LA DANZA
La danza está considerada una de las principales y primeras manifestaciones culturales de los seres humanos. En todas las sociedades, la danza constituye un sistema de comunicación cargado de simbolismo, de ahí su fuerte presencia en los rituales. México es un buen ejemplo de ello ya que durante la época prehispánica, las danzas fueron parte esencial de los ritos festivos y religiosos.
Este sentido ritual y trascendente de las danzas prehispánicas fue advertido por los religiosos llegados tras la conquista española. Pese a sus intentos por extirparlas al considerarlas manifestaciones paganas, su arraigo en las poblaciones indígenas era muy fuerte de modo que, en muchas ocasiones, en lugar de suprimidas, las danzas fueron "cristianizadas" dotándose de nuevos significados que no hicieron desaparecer a los precedentes produciéndose entonces una fuerte hibridación cultural.
LA DANZA DE TLACOLOLEROS
Una de estas danzas es, precisamente, la danza de Tecuanes, de Tigres o de Tlacololeros. Se trata de una singular danza de origen nahua representada en el estado de Guerrero y que posee algunas interesantes peculiaridades como su sentido teatral y su humor. La Danza de Tecuanes o Tlacololeros se escenifica durante la festividad de la Santa Cruz el 3 de mayo, en las fiestas de Carnaval, en algunas fiestas de Santos Patronos, y en honor a la Virgen de Guadalupe el 12 de diciembre. Presenta variantes dentro y fuera del estado de Guerrero de manera que la misma danza se encuentra bajo otros apelativos y en diferentes momentos festivos en lugares como Oaxaca, Puebla o Chiapas.
Su trama, aparentemente sencilla, representa los esfuerzos de unos agricultores por conseguir atrapar a un tigre. El vocablo Tecuán significa literalmente «que come gente» y, dentro del contexto cultural mesoamericano, el tecuán está asociado al animal salvaje capaz de devorar a los seres humanos: el jaguar. Éste está considerado en Mesoamérica el animal más poderoso, superior incluso a los seres humanos.
Además del tigre y el acompañante musical de la danza, denominado "pitero", el grupo o "parada" tradicional está formado por catorce personas agrupadas en siete parejas. Los personajes reciben diferentes apelativos y entre ellos destacan "El Maizo", el de mayor jerarquía y que tiene la misión de matar al tigre, "El Salvador", "El Tlacololero", "El Rayo Seco", "La Perra Maravilla" o el propio "Tigre", causante de los perjuicios a los sembrados de los campesinos, quienes unidos, bajo las órdenes del Maízo, tienen la misión de matarlo. Durante la primera parte de la danza "El Tigre" tiene libertad de movimientos mientras que en la segunda parte de la danza es perseguido, muerto, pesado, medido y vendido.
En esta segunda parte de la danza se representan además las actividades que realizan los tlacololeros durante sus faenas agrícolas. Esta parte de la representación era aprovechada además para poner en evidencia a miembros de la comunidad que habían vulnerado determinadas normas. En el transcurso de la misma se originaban disputas y pleitos. Finalmente, las autoridades civiles prohibieron la mención expresa a personas concretas salvo con el consentimiento de las mismas.
EL JAGUAR
En esta danza las máscaras son imprescindibles: uno de los danzantes principales que representa precisamente la imagen del jaguar, porta una máscara de madera o cuero y un traje que le cubre todo el cuerpo y simula la piel moteada del animal. Otro de los personajes fundamentales en la danza es el rastrero o rastreador, el cazador encargado de atrapar al jaguar y someterlo, siempre acompañado y ayudado por la Perra Maravilla que, como su nombre indica, es la perra que olfatea las huellas del jaguar perseguido.
Como ha señalado Alejandro Ortiz, las manchas del tigre de la danza remiten no sólo a sus rasgos felinos sino al jaguar mítico que se lanzó al fuego en Teotihuacán para crear el nuevo sol y dar movimiento al universo. Las manchas de su piel serían los restos de las cenizas del fuego primigenio de modo que el jaguar simbolizaría, en el plano mítico, una fuerza cósmica relacionada con las fuerzas creadoras y nocturnas. En numerosas culturas mesoamericanas de época prehispánica el jaguar estuvo además vinculado al poder, a los linajes gobernantes y a los sacerdotes, no sólo por el ya mencionado sentido mítico-religioso del felino sino por la propia fuerza y presencia majestuosa del animal. El jaguar es, además, en el mundo mesoamericano una fuerza totémica que, en determinados ritos, debe ser vencida para que el mundo continúe.
Por otro lado, el jaguar estuvo y está asociado -en numerosas culturas mesoamericanas- no sólo al poder y la noche sino al mundo acuático y a los dioses de la lluvia.
EL SIGNIFICADO DE ESTA DANZA
Todos estos elementos mítico-religiosos están presentes en la danza de Tecuanes o Tlacololeros: la danza representa aspectos cotidianos de la siembra del tlacolol, el terreno cultivado de maíz, elemento básico en la dieta mesoamericana. El dueño de estos terrenos, el Tlacololero, debe proteger sus cultivos de los daños que puede ocasionarlos el jaguar, al que trata de ahuyentar mediante el chirrión, un instrumento cuyo sonido simboliza el trueno (presagio de las lluvias y por tanto de las buenas cosechas).
La danza simboliza en realidad el combate entre los seres humanos y las fuerzas de la naturaleza en busca de la protección de los cultivos. Se busca ahuyentar el daño y atraer las lluvias y, de la misma forma que el jaguar fue sacrificado en pos del movimiento del cosmos, la captura y el sometimiento del animal representados en la danza simbolizarían la dominación de las fuerzas de la naturaleza y la perpetuación de las lluvias.
Hay autores que consideran que la penetración del cristianismo supuso la identificación del jaguar con el mal de modo que la captura del animal representada en la danza representaría, desde la perspectiva hispánica, el sometimiento del demonio. El jaguar podría simbolizar así a los no sometidos, a los no bautizados, en suma a los "salvajes".
Por otro lado, hemos mencionado cómo la segunda parte de la danza fue aprovechada durante mucho tiempo para poner en evidencia a miembros de la comunidad que habían vulnerado determinadas normas. Esto nos revela en realidad que bajo la danza subyacía también una forma de control social que reafirmaba la norma establecía, remarcaba la autoridad y ponía en evidencia cualquier fractura o alejamiento de las mismas. Desde esa perspectiva, la captura del jaguar puede ser vista también como el sometimiento de los individuos disolutos que suponen una amenaza para la estabilidad y el orden social.
CONCLUSIÓN
Es evidente que, tras la aparente simplicidad de esta danza, subyacen una gran complejidad y una multiplicidad de significados. Tras la captura de un animal dañino para los cultivos agrarios se esconde, por un lado, la perpetuación de un imaginario mítico que tiene en el jaguar uno de sus elementos fundamentales. Su muerte simbolizaría así la dominación de las fuerzas de la naturaleza y la perpetuación de las lluvias, algo esencial en una cultura agraria. Por otro lado, se observa cómo un momento festivo es utilizado para ejercer el control social sobre aquellos individuos que ponen en riesgo las normas sociales o religiosas establecidas en el interior de la comunidad. La captura del jaguar y muerte del jaguar pueden ser vistas también como el sometimiento de los individuos disolutos. Lecturas múltiples que coexisten pero al mismo tiempo insisten en un elemento común: la perpetuación del cosmos y de sus normas.
Elena Delgado y Sara Sánchez del Olmo (Museo de América)
BIBLIOGRAFÍA
DÍAZ VÁZQUEZ, Rosalía: El ritual de la lluvia en la tierra de los hombres tigre. CNCA-Dirección General de Culturas Populares e Indígena. México, 2003.
HORCASITAS, Fernando: "La danza de Tecuanes" en Estudios de Cultura Náhuatl, vol. 14, México (1980), págs. 238-286.
MARTÍ, Samuel: Canto, danza y música precortesiana. Fondo de Cultura Económica. México, 1961.
OLIVERA, Mercedes: Catálogo Nacional de Danzas. Fondo Nacional para el Desarrollo de la Danza Popular Mexicana. México, 1974.
VILLELA FLORES, Samuel: "El culto a las deidades de la lluvia en la montaña de Guerrero" en Arqueología mexicana, volumen XVI (nº 96), México (2009).