Procedencia, autoría y datación del Códice de Madrid
La procedencia exacta del Códice Tro-Cortesiano de Madrid se desconoce, pudiendo provenir de cualquier lugar del norte de la Península de Yucatán ocupado por mayas hablantes de lenguas del grupo yucateco, cuyos rasgos lingüísticos y culturales se identifican con claridad a lo largo de todo el documento. Son numerosas las referencias en fuentes españolas del siglo XVI y XVII a incautaciones y destrucciones de libros jeroglíficos mayas (las últimas en fecha tan tardía como 1697, cuando se produce la conquista del último reducto maya independiente, el reino itzá de Tayasal). Sin embargo, no todos estos libros incautados terminaron destruyéndose sino que algunos fueron custodiados por autoridades políticas y religiosas españolas por su curiosidad o para su estudio, con objeto de poder realizar una más eficaz obra evangelizadora (de algunos frailes españoles se decía incluso que eran capaces no sólo de leer los jeroglíficos mayas sino también de escribirlos). Es posible que el Códice Tro-Cortesiano fuera arrebatado a sus dueños en el transcurso de una de estas incautaciones y enviado a España en el equipaje de alguno de los religiosos que regresaban periódicamente a la Península Ibérica.
Por la propia temática ritual y religiosa del documento y por las informaciones etnohistóricas de los españoles que señalan a los sacerdotes mayas como los principales usuarios de la escritura jeroglífica, sabemos que los autores del Códice de Madrid eran sacerdotes. Hace diez años, un equipo de investigación financiado por la Dirección General de Investigación de la Comunidad Autónoma de Madrid y formado por especialistas de la Universidad Complutense y el Museo de América estudió el Códice de Madrid desde un punto de vista formal paleográfico e iconográfico, tratando de descubrir el número de manos que habían intervenido en la realización de los textos e imágenes del documento. Atendiendo a las variantes gráficas de los signos empleados, al ductus de los trazos y a las variaciones en la ejecución de los motivos iconográficos, el estudio concluyó que fueron nueve los sacerdotes-escribas que, de forma sucesiva, intervinieron en su manufactura, y que las mismas manos que escribían los textos jeroglíficos eran las que pintaban las escenas iconográficas asociadas. La identificación de las distintas manos de los escribas ha permitido conocer en profundidad el proceso de manufactura de los códices mayas, cómo se preparaban sus páginas y se delineaban con líneas rojas las secciones que se iban a escribir y cómo se producía el acto de la escritura y la pintura, aclarando muchas de las dudas existentes acerca del orden de composición de ciertas secciones. Y lo que es igualmente interesante, al poder atribuir secciones específicas del códice a manos concretas, podía compararse el quehacer y los contenidos tratados por los diferentes sacerdotes-escribas determinando de este modo sus habilidades, recursos, niveles de competencia e intereses.
Esta autoría múltiple nos previene de tratar de buscar una fecha de factura definida, siendo lo más probable que se realizara a lo largo de varias décadas. La fuerte semejanza paleográfica que presentan los jeroglíficos del Códice Tro-Cortesiano con los jeroglíficos contenidos en la Relación de las cosas de Yucatán de fray Diego de Landa, escrita a comienzos de la segunda mitad del siglo XVI, hace que podamos considerar que las últimas secciones del Códice se realizaran ya bien entrado el siglo XVI, alrededor del tiempo de la Conquista española. (Continuará... )
Alfonso Lacadena García-Gallo, Universidad Complutense de Madrid