Los estudios sobre la evolución humana o paleoantropología configuran, como es ampliamente conocido, un apasionante y controvertido ámbito de trabajo que, al menos entre la opinión pública en general, se había considerado un espacio limitado al papel masculino. Sin embargo, aunque los sonoros ecos del debate no terminen completamente de reflejarlo, se trata de una especialidad en la que desde hace tiempo están participando cada vez más mujeres científicas.
A lo largo de estas últimas décadas, son numerosas las expertas que han alcanzado un indiscutible reconocimiento entre sus colegas, gracias al rigor y seriedad de sus trabajos. Además, la paleoantropología también se está enriqueciendo en creciente proporción con jóvenes doctoras universitarias muy bien formadas en disciplinas como antropología, arqueología, biología evolutiva, etc. Ellas, con genuino interés, sumado a un inagotable entusiasmo por participar en la compleja tarea de elucidar los enmarañados orígenes del linaje humano, están aportando y logrando abrir nuevos y prometedores caminos interpretativos.
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